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TIEMPOS DIFICILES DE CHARLES DICKENS

Enviado por   •  20 de Junio de 2018  •  8.752 Palabras (36 Páginas)  •  353 Visitas

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- El enunciado como unidad de la comunicación discursiva, diferencia entre esta unidad y las unidades de la lengua (palabra y oración)

Por otro lado, Bajtín se ocupa de darle al papel del oyente, la importancia que las otras corrientes lingüísticas no le habían dado hasta entonces. El oyente era considerado por las corrientes anteriores como un mero receptor pasivo, cuyo único rol era el de comprender al hablante y esto, para Bajtín, debe ser tratado sólo como un momento abstracto y una “ficción científica”. Por el contrario, para este autor el oyente ocupa un papel de comprensión activa y de respuesta desde las primeras palabras del hablante. En este sentido, expresa:

“Tarde o temprano lo escuchado y lo comprendido activamente resurgirá en los discursos posteriores o en la conducta del oyente”.[3]

Además no sólo el oyente es un contestatario, sino que el hablante en sí ya también lo es: él habla a partir de enunciados ajenos oídos o leídos e incluye en su propio enunciado una respuesta a los mismos. Resulta muy inteligible como lo explica Bajtín:

“Todo hablante es por sí un contestatario, en mayor o menor medida: él no es un primer hablante, quien haya interrumpido por vez primera el eterno silencio del universo y él, no únicamente presupone la existencia del sistema de la lengua que utiliza, sino que cuenta con la presencia de ciertos enunciados anteriores, suyos y ajenos, con las cuales su enunciado determinado establece toda suerte de relaciones (se apoya en ellos, problemiza con ellos, o simplemente los supone conocidos por su oyente). Todo enunciado es un eslabón en la cadena, muy complejamente organizada, de otros enunciados.”[4]

Uno de los problemas que se genera a partir del menosprecio del papel activo del “otro” en el proceso de comunicación, es el mal uso de la palabra discurso y una total confusión acerca de su significado, ya que, se la confunde, entre otros términos, con el de “oración”.

Esto acarrea otro problema aun más importante, ya que al confundir discurso y oración o enunciado y oración, se confunde la unidad convencional de la lengua con la unidad real de comunicación. Es entonces como Bajtín se preocupa por diferenciar en manera detallada estas dos unidades.

Así es como explica que mientras que las fronteras de la oración están marcadas por límites gramaticales, las fronteras de los enunciados están bien delimitadas por el cambio de los sujetos discursivos,. Y esto es así, por que el enunciado “no es una unidad convencional sino real… termina con el hecho de ceder la palabra a otro”.[5]

Bajtín explica que, por el contrario, la oración no tiene la capacidad para generar una respuesta en el otro, ni se relaciona de manera inmediata con la realidad sino que lo hace a través de todo el contexto verbal que la rodea, es decir, de todo el enunciado en su totalidad y, por lo tanto, no posee plenitud de sentido.

Otra de las diferencias que marca Bajtín en torno a la oración, como unidad convencional de la lengua, y al enunciado, como unidad real de comunicación discursiva, es que tanto las oraciones como las palabras no tienen expresividad. Esto es importante porque Bajtín nos muestra la importancia de la situación discursiva para otorgarle cierta tonalidad y expresión a las palabras que, según él postula, son neutras y, sólo al ser usadas para construir nuestros enunciados, adquieren estas propiedades.

Entonces, las palabras –y ciertas oraciones –son recursos lingüísticos que ofrece el sistema para que los hablantes puedan expresar su postura emotiva y valorativa acerca de la realidad referida en su discurso.

Ahora bien, las palabras que eligen los hablantes para elaborar sus enunciados no son tomadas del sistema de la lengua y en su forma neutra, es decir, de diccionario, sino que son extraídas de otros enunciados y, particularmente, de los enunciados pertenecientes al mismo género discursivo del que se construye.

Al formar parte de cierto género discursivo, la palabra adquiere una expresividad típica, aunque no haya una norma rígida que las relacione de manera obligatoria. La normatividad de los géneros discursivos es algo más libre que la que rige en el sistema de la lengua y que une una palabra a un determinado significado, debido a esto los géneros discursivos permiten que se produzca una reacentuación de la tonalidad y expresividad de los enunciados.

El discurso en la vida y el discurso en la poesía

Valentín Voloshinov plantea que el método sociológico debe permitir un estudio científico de las producciones ideológicas, de las cuales el arte también forma parte.

Este autor critica dos posturas sociológicas acerca de la teoría del arte y que son sostenidas, en consecuencia, también lo que refiere a la poética. Una de estas posturas es la que él define como “fetichización de la obra de arte en tanto cosa” y la otra es aquella que limita su estudio al psiquismo del creador o al del receptor. Las dos, para Voloshinov, generan un estudio limitado ya que “tratan de descubrir el todo en la parte”.

En cuanto a la “fetichización de la obra de arte en tanto cosa”, afirma que el único objeto estudiado por el investigador es la obra acabada y finalizada, independientemente de la situación social donde se ha generado. En este sentido, son dejados afuera el creador y el receptor de la obra, y la comunicación discursiva que se establece entre ambos, ya que se considera el discurso de la obra desde un punto de vista lingüístico abstracto, donde lo único que importa es la forma. El problema de sostener esta concepción, según Voloshinov, recae en la imposibilidad de señalar cuál es la significación estética de la obra, únicamente concebible en el medio extra- artístico.

Y, en cuanto a las consecuencias de sostener la segunda concepción, se trata de la pretensión de definir lo estético sólo desde el psiquismo del creador o del receptor de la obra.

Lo que plantea El autor de El discurso en la vida y el discurso en la poesía es que, al contrario de lo que viene haciendo la teoría del arte hasta entonces, hay que considerar “el hecho artístico” en su totalidad, el cual constituye “una forma particular de una relación recíproca entre el creador y los receptores, fijada en la obra de arte”.

Para Voloshinov, entonces, la obra poética es la materialización de un tipo de comunicación social que compromete tanto al creador como a la capacidad co-creadora del o los receptores y es la tarea de la nueva metodología de investigación

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