Tengo miedo torero” de Pedro Lemebel.
Enviado por monto2435 • 29 de Noviembre de 2018 • 3.563 Palabras (15 Páginas) • 488 Visitas
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Por otra parte, el narrador realiza una especie de burla ante la historia de Augusto Pinochet y Lucía Hiriart, tomando elementos propios de la novela contemporánea, tal como lo expresa Adorno, 1962:
La reabsorción de la distancia estética en la novela hoy, y, con ello, su recapitulación ante la realidad prepotente ya sólo modificable de un modo real, no transfigurable en la imagen, viene impuesta precisamente por aquello a lo cual querría llegar la forma, de y por sí misma.
Lo ya mencionado, contextualizado en el tiempo de dictadura en Chile, específicamente en el año 1986, un año culminante para Augusto Pinochet, pues luego de trece años de régimen, se produce un sinfín de protestas en contra de su gobierno por parte de ciudadanos disconformes, grupos de izquierda y civiles afectados por la violencia ejercida por las fuerzas armadas de la época. Salen a la calle familiares de los desaparecidos, así como muchos ciudadanos que ven aumentar su pobreza en medio de políticas económicas, catalogadas como claves del progreso nacional. Según la historia, es un tiempo marcado por la ansiedad y la esperanza cambio: “Que ahora sí, que no pasa del ’86, que el ’86 es el año. Que todos al parque, al cementerio, con sal y limones para resistir las bombas lacrimógenas, y tantos, tantos comunicados de prensa que voceaba la radio permanentemente. ” (Lemebel, 2002).
Tras la lectura de la novela y tomando varios de los aspectos mencionados en los párrafos anteriores, surge la hipótesis referida a que La loca del frente, revela las debilidades de la masculinidad hegemónica, que emerge en los tiempos de dictadura en Chile.
La Loca del frente, es “un maripozuelo de cejas fruncidas” que arrienda una casa esquina en un barrio popular de Santiago de Chile y que ha acostumbrado al barrio, con sus cantos mañaneros, “con su energía de marica falsete entonando a Lucho Gatica, tosiendo el Bésame mucho en las nubes de polvo y cachureos que arrumbaba en la cuneta” (Lemebel 2002) es mayor en edad y luego de abandonar su pasado prostibulario, ha pasado a tener una vida decente con el dinero que obtiene con sus costuras y bordados de manteles para señoras adineradas, casadas en su mayoría, con ,militares que hacen parte del régimen político del país. La loca del frente, construye una atmósfera de dulzura y romanticismo, que está a la espera de un galán para llenar una necesidad afectiva y un imaginario que ha elaborado a partir de boleros, baladas y películas hollywoodenses.
En cuanto a la masculinidad hegemónica, Iván Candia (2004) la explica siguiendo a R. W. Conwell, como resultado del proceso por el cual un grupo se vale del poder para instaurar una determinada dinámica cultural, una comprensión de la masculinidad, subordinando a los individuos que no se ajustan a ella dictadura y desde los centros de poder político se pretende extender los valores de una masculinidad determinada: “… una hombría inspirada por los valores del mundo militar, es decir, fuerza, valor, orden, disciplina, entre otros, que penetra todas las esferas del quehacer nacional.”
Dado lo anterior, Tengo miedo torero presenta puntos de quiebre para la masculinidad hegemónica que pretende erigirse durante la dictadura de Pinochet, y que, luego de identificarlos, los ataca, a través de la parodia, logrando debilitar este proyecto. De acuerdo con Candia, hay enunciados que pretenden desacreditar a la izquierda: “El general Pinochet muestra, además, la marginación de determinada clase política mediante la dura analogía entre los sectores de izquierda y el mundo homosexual…” De esta forma, La Loca tiene la presión de una violencia social latente, ante la cual responde con un gesto subversivo al fabricarse una identidad que la resiste y la subvierte. La figura del dictador se presenta como el símbolo del rechazo hacia los homosexuales, asociados en su cabeza, además, a los movimientos políticos de izquierda. Por esta razón, dice Candia que la masculinidad hegemónica también se pone en jaque en la figura del dictador, ridiculizado y agobiado por su esposa, “…la Primera Dama cacareando salió del dormitorio para atenderlo. El dictador de gafas oscuras estaba tirado en el lecho como un elefante somnoliento, escuchando entre nubes la verborrea hostigosa de su mujer.” (Lemebel, 2002) y por el hecho de que el atentado en su contra casi resulta exitoso, lo cual cuestiona la solidez de su estamento militar. Carlos, por su parte, experimentaría un “proceso de feminización” a lo largo del texto que se completa con su propuesta final de llevar a la Loca a Cuba, ofrecerle una vida de cierta manera juntos. A todo esto se sumaría la subversión directa que ejerce la Loca en contra del régimen:
(…) la importante ayuda de la Loca al FPMR para realizar la emboscada contra
Pinochet y, especialmente, su pervivencia a las redes de la dictadura, estamos ante la presencia de un personaje que subvierte el orden establecido al igual que el destino tradicional de los homosexuales en la literatura continental (Candia, 2004).
Siguiendo con lo anterior, Fernando Blanco (2001), para referirse a este problema, habla de una “tradición patriarcal latinoamericana” que se ve “homosexualizada” en la novela, también por un asunto de estilo: Lemebel cuestionaría la supuesta hegemonía de identidades masculinas valiéndose del neobarroco: las deforma, ejecutando, simbólicamente, una “travestización de la identidad del continente.” Mientras que Berta López (2011) llega al mismo problema afirmando que es intención de la novela: “socavar la hegemonía de la norma heterosexual”, “instalando en el texto las claves del deseo homoerótico”, algo que, de paso, se orientaría a “corroer el proyecto de Reconstrucción Nacional del Gobierno Militar”
Hay momentos a lo largo de la historia, en los que la representación se desprende del estereotipo, e incluso de la tipificación, para mostrar unos matices muy “humanos” de Augusto Pinochet. Llama la atención las características, miedos, nostalgias o deseos, que en lugar de alejar, acercan al personaje, recuerdan a la persona, en calidad humana debajo del dictador. A Augusto le gustan algunas cosas simples, como el paisaje: “Afuera la cinta del paisaje cuncuneaba de verde en verde sobre el lomaje de las praderas, y pudo resistir la tentación de detener la comitiva para invitarla a tenderse en la hierba por un rato” (Lemebel, 2002). Como su esposa cuando la conoció: “…y la recordó de diecisiete años como la liceana campestre que él conoció en la sencillez de la provincia. (…) Entonces se veía tan bonita con sus vestidito de encaje de flor. Parecía una guasita tímida sentada
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