Velero de luces

...

Me costó un videojuego y una tarde en la casa del árbol contigo para poderlo aceptar.

-Muchachos, Luis los espera en el velero- dijo Marian

Luis era nuestro guía, la persona que se aseguraría que saldría vivo de mi Talasofobia.

-Enseguida vamos mamá- me diste un codazo para reaccionar – Vamos Dylan, muero de ganas por verte vomitando en el velero-

Al subir me sentí con ganas de salir corriendo, me daba pánico… pero existía algo por lo cual mi trasero estaba a punto de abordar un velero…TÚ.

pase las mejores ocho horas de mi vida riendo, llorando, cantando y sintiéndome tan vivo…solo que ahora ya solo serian recuerdos que jamás podría comentar contigo, jamás decir algo como “¿recuerdas cuando vomitaste en mi zapato y comenzamos a reírnos? fue hilarante”

Saber que te irías tan rápido de mi, saber que nunca te casarías, que nunca terminarías la preparatoria, que nunca te podre decir “te quiero hermano, gracias por la aventura”, que nunca tendrías hijos que me llamaran tío…

Solo me quedaba estar sentado apreciando el mar, el atardecer era lo más perfecto del universo; mientras arreglabas la grabadora para poner nuestras rolas preferidas y beber una coca-cola, por primera vez sentía que ya no tenía miedo, que estaba completamente a salvo en mi fobia, gozándolo todo, gozando el mar, gozando el olor salado que me ofrecía, el dulce color azul que mis ojos apreciaban, el sonido de las gaviotas, la expresión en tu rostro al poder mirar a un delfín, a un delfín que sin duda te daría un trozo de felicidad, verlo tan tranquilo me hacía tener ganas de querer tener la fobia por siempre, de disfrutar de aquello una y otra vez cada que lo deseara, me fascinó.

Sabía que por nada en el mundo olvidaría ese momento, ese sentimiento de tener algo porque vivir.

-¿Puedes notarlo?- dijiste -Es como si la naturaleza conspirara solo para que dos simples mortales gocen su belleza por un día, resulta ser descaradamente majestuoso.- SONREISTE.

A la mañana siguiente llegue de entrenar, mi madre me había dicho que habías venido de paso, simplemente para dejarme un obsequio, me pareció extraño que no te quedaras para dármelo de mano a mano.

Subí a mi cuarto y lo vi, el cuadro de la puesta de sol en el mar, el reflejo, parecía una fotografía, pero no lo era, estaba creado por tus manos, por tu memoria, era perfecta cada pincelada para dejar ver un poco de lo que habíamos vivido, era vital observarlo, era sensacional, se había vuelto mi tesoro más preciado, quizá no era lo mismo ver un cuadro que a estar en el mar mismo, pero era un recordatorio de que el mar es algo sin fin, es universal, es mágico es algo que permanecerá por siempre, no solo en nuestras mentes si no de todas las personas cuyas mentalidades entenderán lo naturalmente vivo que te hace sentir con tan solo apreciarlo un momento. No dude tres segundos y comencé a instalarlo en la pared, era perfecto, todo lo era...hasta la noche de hoy.

-Dylan- sonó su voz, estaba hecha trizas -Lo siento tanto hijo, Bastian falleció esta tarde, su madre llamó para darnos la noticia, lo encontraron en…- volvió a llorar antes de terminar la oración –En el… el muelle.-

Llore, grite, le di puñetazos a la pared infinidad de veces, pero comprendí que debía dejarte ir, comprendí, que ese era tu destino, que habías sido tan valiente y no me permití seguir tirado y desecho, tenía que continuar, tenía que dejarte ir con la marea.

Sabía que sería difícil continuar sin ti físicamente, pero mire arriba de mi cama, aprecie mi tesoro, di un gran respiro, inhale todas las tristezas posibles, y exhale toda la felicidad de días que aún no llegan.

-Bastian, te quiero demasiado, gracias por todo….- susurre justo en frente del cuadro.