El suicidio y las repercusiones psicológicas en la vida de un suicidia
Enviado por Kate • 14 de Diciembre de 2018 • 7.455 Palabras (30 Páginas) • 376 Visitas
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PREGUNTAS DIRECTRICES
- ¿De qué manera el factor social (edad, sexo, estado civil, instrucción de los padres, disfunción familiar o desintegración familiar, zona geográfica) incide en los intentos de suicidio?
- ¿De qué manera los factores económicos (tipo de vivienda, servicios básicos) predisponen a los adolescentes a cometer suicidio?
- ¿Los antecedentes familiares incurren sobre la decisión de cometer intentos de suicidio en los adolescentes?
MARCO TEÓRICO
- Historia del suicidio
El suicidio es un fenómeno tan antiguo como la existencia misma de la humanidad. A lo largo de la historia, las distintas culturas que han poblado el planeta han considerado el suicidio de manera distinta, en función de los principios filosóficos, religiosos, intelectuales, sociales y económicos que han ido imperando en cada momento.
A- Época antigua y culturas primitivas
En la antigüedad el suicidio, era aceptado en la mayor parte de las sociedades. Así en Mesopotamia era asumido hasta el punto que, según un mito, el primer hombre fue modelado con barro y sangre del dios suicida Bel. En Egipto la muerte voluntaria no fue condenada (incluso la primera nota de suicidio de la historia conocida fue firmada por un consejero faraónico del siglo III a.C.) y Cleopatra VII (69-30 a.C.) nos legó una escena legendaria al dejarse morder por un áspid para evitar el ultraje de presenciar la victoria de Augusto.
Los galios, celtas, hispanos, vikingos, nórdicos y visigodos consideraron razonable el suicidio por vejez, muerte de los esposos, muerte del jefe o enfermedad grave o dolorosa. En China el suicidio era un acto de honor y lealtad mientras que en Japón se llevaba a cabo mediante un acto ceremonial, motivado por expiación o por derrota. En Meso América los mayas veneraban a Ixtab, diosa del suicidio, en una práctica tolerada, para defenderse de situaciones extremas, salvar el honor de una persona, de la vergüenza pública o de las desgracias.
Sólo entre las tribus africanas se rechazaba el suicidio, al considerar que reflejaba la ira de los antepasados y se asociaba a brujería. El contacto físico con el cuerpo del suicida era visto como maligno y terrible, e incluso se quemaba la casa y el árbol donde se hubiese ahorcado el suicida, enterrándose el cuerpo sin los ritos habituales.
En la Grecia Clásica, a través de la mitología, empieza a consolidarse una simbología del suicidio en la que se introducen diversos sentimientos como desencadenantes de la muerte voluntaria. Así venganza, decepción (Egeo se suicidó por creer a Teseo muerto), culpabilidad (Yocasta lo hizo al descubrir su incesto) y locura (Ayax al no conseguir las armas de Aquiles) fueron considerados motivos para abandonar la existencia. Posteriormente el suicidio trasciende de las narraciones míticas y pasa a ser una cuestión importante de la reflexión filosófica, pero por otra parte comienza la condena social del mismo. Platón rechaza el suicidio porque considera que solamente los dioses deciden cuando debemos abandonar la vida, y hace una excepción en el caso de que los dioses intervengan y lo soliciten expresamente, tratando de impedir el suicidio por molicie (huir de los trabajos) y cobardía ante las dificultades de la vida.
Evidentemente esta postura crea graves dificultades, ya que no hay manera de saber si el que se mata siente “el llamado de los dioses” o cree haberlo sentido. Esta actitud propició la inclusión del suicidio en la temática legislativa y por lo tanto el establecimiento de sanciones a los suicidas. Aristóteles se muestra claramente en contra del suicidio, lo condena no sólo por ser un atentado contra la propia vida, sino porque afecta a la Ciudad, y por tanto, el deshonor debía acompañar al que se destruía a sí mismo, por cometer una injusticia contra la
Ciudad, hecho no permitido por la Ley. Pero, a pesar de estas opiniones condenatorias y cuidadosas de la vida en comunidad, la prohibición en Grecia no era absoluta. El suicidio se permitía si estaba ordenado por el Estado, si era un llamado de los dioses, si se producía bajo la opresión de un dolor incurable o si uno se enfrentaba sin defensas a una vergüenza intolerable.... Se aceptaba, por tanto, un suicidio razonado en el cual los motivos otorgaran un peso suficiente al acto y previamente se pidiera permiso a la autoridad (al Senado).
En la Roma Imperial se consideraba honorable entre políticos e intelectuales, y estaba prohibido entre los esclavos. Cicerón (106-43 a.C.) lo condenaba, con las excepciones del acto heroico y el propio sacrificio en defensa del honor. Séneca (4 a.C.-65 d.C.) entendía el suicidio y su consumación como la puesta en práctica de la libertad que posee el ser humano para abandonar una vida que considera ya indigna e impropia de su razón. Honor y libertad son los dos pilares que sustentan su teoría sobre el suicidio como un acto moral y valiente, nunca de desesperación ni cobardía. Lo considera un acto de total coherencia con la razón, como la manera de asegurar nuestra propia libertad frente a la vida, la cual no ha de ser retenida siempre, pues lo bueno no es vivir, sino vivir bien. Por eso el sabio vivirá tanto como deberá, no tanto como podrá. Séneca inaugura con su pensamiento una visión en la que en la actualidad se apoyan aquellos que defienden la calidad de la vida frente a la santidad de esta.
B- Edad Media
En la Edad Media surgió una mentalidad social y cultural que consideró el suicidio tabú y marcó una clara ruptura con la Antigüedad Clásica, apareciendo la prohibición absoluta del suicidio junto al castigo social y religioso. San Agustín arremete contra la muerte voluntaria, apoyándose en las Sagradas Escrituras y el V Mandamiento “No matarás”. Considera que este mandamiento no va dirigido únicamente al prójimo sino a cualquier ser vivo en general, así el que se mata a sí mismo comete pecado contra el V Mandamiento. Sin embargo, para explicar los suicidios cometidos por los Santos, San Agustín opta por retomar la idea de Platón, “si es el mismo Dios el que realiza el pedido, no nos es lícito despreciar los mandatos de Aquél”. El cristianismo ve como virtuoso y fuerte al hombre que soporta todas las infamias de la vida, la salida racional de la existencia ya no es una prueba de valor sino más bien de cobardía frente a la vida, una mente débil, que no puede soportar una vida miserable. Durante esta época el suicidio es penado rígidamente por las leyes religiosas.
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