Como se Descubrirse uno mismo y ayudar a los demás a hacerlo
Enviado por rugaldeb • 29 de Enero de 2018 • Apuntes • 2.087 Palabras (9 Páginas) • 513 Visitas
“Descubrirse a uno mismo,
para luego ayudar a los demás a hacer lo propio.”
Autor: Ing. Rodolfo Ugalde Binda, MSI MAP
Costa Rica, Centroamérica
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Juan sólo tenía seis años de edad y quería tener un reloj de pulsera. Cuando se lo regalaron por fin en Navidad, estaba muy impaciente por enseñárselo a su mejor amigo, José, de su misma edad. La madre de Juan le dio permiso, y cuando su hijo salía de la casa le hizo esta advertencia:
-Juan, ahora llevás tu reloj nuevo, y sabés leer la hora. De aquí a casa de José llegás andando en dos minutos; así que no tenés excusa para llegar tarde a casa. Volvé antes de las seis para cenar.
-Sí, mamá -dijo Juan, mientras salía corriendo por la puerta.
Dieron las seis, y ni rastro de Juan. A las seis y cuarto no había aparecido todavía, y su madre se irritó. A las seis y media seguía sin aparecer, y se enfadó. A las siete menos quince, el enfado se convirtió en miedo. Cuando se disponía salir a buscar a su hijo, ya desesperada, se abrió despacio la puerta de la calle. Juan entró en silencio.
-¡Ay, Juan! -le riñó su madre-. ¡Qué desconsiderado sos! ¿No sabés que yo me iba a preocupar? ¿Dónde te metiste?
-He estado ayudando a José... -empezó a decir Juan.
-¿Ayudando a José?, ¿a qué? -le gritó su madre.
El pequeño empezó a explicarse otra vez:
-A José le regalaron una bicicleta nueva para Navidad, pero se cayó en la acera y se le rompió y...
-¡Ay Juan! -le interrumpió su madre-, ¿qué sabe de arreglar bicicletas un niño de seis años? ¡Por Dios!
Esta vez fue Juan quien interrumpió a su madre:
-No, mamá. No quise ayudarle a arreglarla. Me senté a su lado y le ayudé a llorar...
Con la anterior historia como introducción, expongo la siguiente premisa para discusión y análisis:
“La mejor manera de lograr ser personas integrales, plenamente satisfechas en su andar e interacción con los demás y el entorno, es descubrirse a uno mismo, para luego ayudar a los demás a hacer lo propio.”
De tal forma, que mi heredad, al menos por la cual trabajo arduamente todos los días, viene en función de lograr que más y más personas logren ser felices en sus vidas, escuchando su voz interna; y estoy convencido que para esto requieren, tanto ellas como yo mismo, trabajar en implementar cada uno de los ocho hábitos, propuestos por el Dr. Stephen Covey, en nuestras vidas:
- Ser proactivos en cualquier situación y circunstancia que se presente.
- Visualizarse a futuro, definiendo grandes metas divididas en pequeñas metas.
- Planificar por etapas y con los recursos actuales los pasos para alcanzar estas pequeñas metas, y a la larga las grandes, atendiendo por prioridades.
- Disponer de positivismo y motivación en cada cosa que hagamos, con el objetivo de que ganemos todos siempre.
- Escuchar a los demás, para ponernos en sus zapatos, y que luego nos permitan escucharnos.
- Compartir los conocimientos y las experiencias para hacer sinergias, que nos den un valor agregado en nuestras vidas y en las de los otros.
- Detenerse a diagnosticar las oportunidades de mejora propias, creando un crecimiento constante, fundamentado inclusive en nuestros propios errores.
- Y lo más importante, enseñar a los demás para que impacten a otros, identificando e implementando estos ocho hábitos; con la idea puesta en nuestra mente y nuestro corazón de que cada quien logre encontrar el objetivo de su existencia.
La razón última por la que establecemos relaciones interpersonales debería ser para ayudar a los demás. El deseo de brindar servicio más allá de uno mismo, nos da la autoridad moral necesaria para ser un gran líder. El problema no se fundamenta en: “¿Qué hay para mí?”; sino más bien: “¿Qué hay en mí que pueda brindarle a los demás?” Entonces, luego de detenernos en nuestras vidas ajetreadas para buscar nuestra propia voz interior, debemos también tener el enorme interés, y por qué no, el gusto por ayudar a los demás a encontrar la suya. Cada persona tiene un valor intrínseco; cada quien siempre tendrá algo que aportar como valor importante para los demás. Escoger ayudar a los demás se vuelve así en el hábito más importante de todos; pero más aún, debemos convertirlo en un hábito diario. Es a lo que llamo: Vocación de Servicio.
El nuevo orden de las cosas en la economía global, lo constituye una competencia de clase mundial, con información al instante, adecuada para la toma de decisiones oportunas y acertadas; por lo que es prioritario invertir en la gente, usar su talento, pasión y conocimiento. Actualmente, el 80% de los buenos servicios son el resultado del valor agregado proveniente del trabajo realizado con conocimiento. Hace unos 20 años atrás, esta proporción era únicamente entre un 20 y un 30%. Por lo que nos hemos venido trasladando de una Era Industrial a una Era del Conocimiento. Quien mejor utilice el talento, el conocimiento, las necesidades y por supuesto, la pasión por servir a otros, tendrá importantes ventajas sobre los demás.
El talento se traduce en las cosas para las que eres bueno. La pasión radica en lo que te encanta hacer. La conciencia es lo que la vida te pide que hagas. La necesidad reside en aquello con lo que contribuyes para satisfacer requerimientos humanos. Una necesidad significa el problema que estás resolviendo en determinado momento, la razón por la que te contratan en un trabajo, te dan un proyecto, o bien asumes ese proyecto, de vida o profesional. Entonces, todo se reduce a que las personas coordinen las cuatro partes: cuerpo, mente, corazón y espíritu; si se descuida uno de ellos se afectan todos los demás. Pero además, como un paso adicional hacia la grandeza del espíritu, surge: “el ayudar a los demás”.
Ahora bien, ¿cómo puedo ayudar a otros?, ¿cómo puedo ayudar a mejorar al mundo y a que las cosas cambien? Muchos buscarán respuestas quizás con alguna donación o compra de víveres para una institución de caridad, algunos necesitados o algo por el estilo. Aunque a veces nuestra percepción de ayudar es igual a entregar dinero a alguien, esa para nada es ni la única, ni la mejor forma de hacerlo. Cada persona, puede y debe ayudar a los demás dentro de su zona o área de influencia; es decir, a las personas con las cuales se relaciona directamente día con día. Es mejor enseñarle a pescar a alguien que darle un pescado cada vez que podamos.
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