La pluralidad y la igualdad en la democracia.
Enviado por John0099 • 10 de Enero de 2018 • 3.599 Palabras (15 Páginas) • 429 Visitas
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Considero sin embargo, que para dar cuenta de ello deberemos nosotros también aproximarnos hacia una concepción antropológica que fundamente la política de la democracia. A mi parecer, la propuesta filosófica estética de Jacques Rancière proporciona un gran aporte. Rancière nos dice que “‘Estética’ es el nombre de la categoría que, desde hace dos siglos, designa en Occidente el tejido sensible y la forma de inteligibilidad de lo que llamamos ‘Arte’” (2013: 9). Por supuesto, antes de esta noción habían producciones artísticas, pero su cualidad de belleza reposaba en los criterios de un marco jerárquico para la organización social de la vida, cuya concepción del ser humano conllevaba a modos de sentir particulares, que tenían por consecuencia cierta la distribución de lugares y roles en función del orden en sí mismo, aquello que hemos abordado en el presente escrito. Dicha categoría tiene por motivo el cuestionamiento de esas jerarquías, pero específicamente la transformación de los modos de percibirlas. Para ello, el presupuesto de la estética y también el de la política, cuyo vínculo es el disenso, consiste en la igualdad, y el disenso tiene como sentido promoverla y verificarla. Rancière vuelve a Schiller para construir el principio de dicha igualdad, el cual, en Cartas para la educación estética del hombre nos habla de una necesidad física y una necesidad moral, la primera hace referencia a nuestra condición material, y la segunda a nuestra condición de libertad intelectiva. Esto podemos traducirlo como facultades sensibles y facultades de inteligibilidad, que según Schiller, con la dinámica propia del ser humano, el juego, ambas facultades puestas en actividad paralelamente en la existencia o el entendimiento de algo constituyen la Estética.
Dos cosas tenemos que decir al respecto. Primero, para este filósofo primero argelino y luego francés, las jerarquías creadas por un orden policial que dividen a la comunidad entre quienes trabajan y quienes no subyacen de la idea de que los trabajadores están de alguna forma vaciados de pensamiento, y por tanto lo suyo es la actividad corporal productiva. Esto también podemos verlo en El maestro ignorante, que nos presenta la jerarquía del conocimiento científico sobre la opinión. Segundo, siguiendo La noche de los proletarios, vemos que la experiencia sensible de los obreros con respecto al tiempo perdido en la fábrica durante el día, y al agotamiento físico durante la noche, deviene en la apropiación de estas últimas para hacer lo que el orden les ha dificultado: la palabra. Desde este libro literario y filosófico puede afirmarse que Rancière retoma al cuerpo del trabajador como lugar de la sensibilidad, y por consiguiente su valor es elevado. De la interpretación de las afecciones o los contenidos sensibles de carácter material se configuran los modos de inteligibilidad de la política y el arte. Así pues, de este juego libre entre los modos de percepción y las formas de inteligibilidad que es naturalmente llevado a cabo por cualquier persona, podemos aproximarnos a una noción antropológica que fundamente la democracia.
Entendiendo de esta forma al ser humano podemos empezar a hablar propiamente de la democracia. El presupuesto de igualdad declarado por los pobres que ya nos había adelantado Aristóteles en La política, tenía como fundamento la libertad, pues quien la tuviera podía declararse igual a cualquier otro miembro de la polis, y por consiguiente, podía participar en los asuntos públicos. No obstante, la igualdad que se ha expuesto anteriormente va más allá de este importante hecho. Rancière nos hace ver que la diferencia entre actividades sensibles y actividades intelectuales es el producto de unas jerarquías de orden policial. De modo que el uso libre e igual de las facultades naturales por parte de cada individuo, pone de manifiesto que las capacidades de los seres humanos son iguales, y por consiguiente, no habría ningún fundamento antropológico que sostuviera la exclusión de los pobres de la participación política.
Ahora bien, la cuestión de hecho es que están excluidos. Ellen Meiksins Wood (2000) nos recuerda que en la democracia ateniense la participación deliberativa de los pobres en los asuntos comunes mantenía cierto control sobre la extensión de la propiedad privada, y con ello las condiciones materiales para su existencia permanecían de alguna manera dignas de ser vividas. La llegada del Imperio Romano, cuya sistema político centralizado anuló la participación y con ello la defensa de los intereses de los trabajadores, y cuya economía basada en la propiedad extensiva de la tierra hizo esclavos a la gran mayoría de los campesinos, destruyó arbitrariamente los vestigios de la democracia ateniense, y con ello también la política en sí misma.
Así pues, la política no consiste en un régimen estrictamente, sino en el conflicto para llegar a él, y aún conseguido esto, la confrontación continúa necesariamente. Para dar cuenta de ello, Ranciére distingue entre lo político, la policía y la política. Lo político “es el encuentro de dos procesos heterogéneos” (2006: 17). Por un lado, está la policía, cuyo sentido es la organización y estatización de la comunidad mediante jerarquías, tal y como lo hemos venido viendo. Por otro está la política o emancipación, la cual “consiste en el juego de prácticas guiadas por la presuposición de la igualdad de cualquiera con cualquiera y de la preocupación por verificarla” (17). Lo político entonces, consiste en el marco del disenso ante las manifestaciones morales, físicas, ideológicas, institucionales, entre otras, del orden policial, que inferiorizan a una persona respecto a otra bajo el principio de un objetivo común, correcto y natural, por parte de agentes que efectúan acontecimientos y prácticas que rompen manifestaciones de jerárquicas bajo el principio de la igualdad. Alvaro Linera (2010) también ha elaborado una explicación de la política como correlación histórica de situaciones y acciones entre los ricos y los pobres, que son previas a cualquier Estado, y que por consiguiente permanece a pesar de cualquier intento por estabilizar este histórico litigio.
Entonces, si hay un orden creado y efectuado por una élite minoritaria, que ha determinado históricamente las formas de vida de los individuos y las comunidades, y que ha sido llevado a cabo y justificado hasta el cansancio con unas jerarquías de supuesto carácter natural, la democracia se constituye como el reclamo histórico de la exclusión de la gran mayoría de la humanidad en la configuración del orden de las cosas, esto es, la sexualidad, el manejo sobre los recursos naturales, la relación con los demás seres vivos, los mecanismos para organizar lo
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