.1. Una pedagogía esclarecida previene la neurosis
Enviado por Stella • 5 de Junio de 2018 • 10.441 Palabras (42 Páginas) • 595 Visitas
...
2. Un pedagogo puede estar esclarecido, si se psicoanaliza
Doce años más tarde, Freud (1925, pp. 296-298) vuelve a referirse a la educación en el prólogo al libro Juventud descarriada, de august aichhorn: “Entre todas las aplicaciones del psicoanálisis, ninguna ha despertado tanto interés, suscitado tantas esperanzas y, por eso, atraído a tantos investigadores capaces como la teoría y la práctica de la educación infantil”. aquí hace una precisión que en el artículo anterior quedaba implícita: sus reflexiones sobre educación atañen a la educación infantil, pues en la infancia es donde se da el primer y definitivo tratamiento a la manifestación pulsional (más tarde, la capacidad de trabajo y de disfrute puede estar ya bastante decidida). aparece un concepto distinto al que enmarcaba la reflexión anterior: el psicoanálisis aplicado, a diferencia del “múltiple interés por el psicoanálisis” del punto anterior. En otras palabras, el psicoanálisis es un método terapéutico y, cuando pasamos a servirnos de él (en la reflexión sobre la literatura, las religiones, la educación, etc.), estamos ante un psicoanálisis aplicado. En el punto anterior, se realizaba su objetivo mismo, pues se hacía profilaxis de la neurosis. Si a la consulta de Freud llegan los neuróticos y si se trata de acabar con la neurosis, pues la mejor manera de ir a la raíz del problema es hacer profilaxis (en el más clásico espíritu médico). En este segundo artículo, en cambio, el campo de la educación no sería propio del psicoanálisis: allí puede aplicarse pero no desplegarse en su especificidad. “Esto es fácil de comprender. El niño ha pasado a ser el objeto principal de la investigación psicoanalítica; en este sentido ha sustituido al neurótico, con quien había iniciado su trabajo”. En realidad, en la consulta, Freud recibió a quienes en primera instancia están en posibilidad de demandar una ayuda para su sufrimiento: los adultos. Niños también, después, pero llevados por sus padres, en atención a su conocimiento sobre los efectos de la terapia o simplemente por simpatizar con ella. ahora bien, en los adultos “enfermos”, Freud encuentra la especificidad humana, con lo cual empieza a deshacer la frontera entre normal y patológico. Ya en el artículo anterior había dicho que la normalidad tal vez era una forma social de nombrar el enmudecimiento ininteligente de la pulsión que desemboca en una disminución de la capacidad de trabajo y de disfrute. Cuando dice que empezó con la neurosis y que ahora el objeto es el niño, se trata de que el análisis de los neuróticos le permitió enterarse de que la infancia es una época crucial para todos. El psicoanálisis permite comprender una dimensión del ser humano, aunque su terapéutica se aplique a aquellos que la demandan. En otras palabras, para Freud, lo que el psicoanálisis plantea sobre el niño tiene interés para reflexionar sobre educación, pues no se limita a los neuróticos (alguien podría descartarlo de entrada, si piensa que sus reflexiones son solamente sobre “enfermos” y no sobre “niños normales”). “El análisis reveló en el enfermo, lo mismo que en el soñante y en el artista, al niño que pervive apenas modificado, iluminó las fuerzas pulsionales y tendencias que imprimen su sello peculiar al ser infantil, y estudió el desarrollo que lleva desde él a la madurez del adulto”. Como vemos, Freud intenta deshacer la idea de que el psicoanálisis se ocupa sólo de patologías: tanto en enfermos como en soñantes y artistas (es decir, en todos), revela un niño apenas modificado; es decir, cae otra distinción que se tenía por clara: la existente entre niños y adultos. En realidad, los adultos son niños con ciertos ropajes reconocidos por los otros; pero, en su interior, el niño sigue intacto: el comportamiento, la acción, lo que se busca, lo que se rechaza, lo que resulta invisible… todo sigue una lógica infantil. Si no fuera así, la reflexión quedaría relegada a la educación infantil, sin consecuencia para otros niveles educativos. Entonces, si el destino del humano está anclado en la infancia, intervenir la educación desde esta perspectiva es intentar afectarlo durante toda su vida. De ahí que en el fragmento diga que el psicoanálisis entendió al niño en función del concepto de pulsión y estudió el desarrollo que lleva del niño al adulto. De forma que, quien quiera entender al adulto, no puede decir que el psicoanálisis nada aportaría, pues hay una transición al adulto, explicada por el psicoanálisis, en la que es muy importante la idea de infancia que se tenga (y con mayor razón si el niño sigue ahí, apenas modificado). “Por eso no asombra que naciese la expectativa de que el empeño psicoanalítico en torno del niño redundaría en beneficio de la actividad pedagógica, la cual se propone guiarlo en su camino hacia la madurez, ayudarlo y precaverlo de errores”. aquí hay algo del artículo anterior: si la actividad pedagógica se propone guiar al niño hacia la madurez, ayudarlo y precaverlo de errores, el psicoanálisis tiene un puesto entre quienes tendrían que decir acerca de una condición básica de ese tránsito: las disposiciones del niño, en atención a que la pulsión es constitutiva de su desarrollo. ¿Con qué criterios se ha hecho la pedagogía los propósitos de guiar al niño a la madurez y de precaverlo de errores? tal vez se trata de principios morales inspirados en la evidencia, en la superioridad de quien los enuncia. El psicoanálisis, en cambio, propone criterios explícitos, susceptibles de ser discutidos, con un trabajo clínico como respaldo. “Mi participación personal en esa aplicación del psicoanálisis ha sido muy escasa. tempranamente había hecho mío el chiste sobre los tres oficios imposibles –que son: educar, curar, gobernar–, aunque me empeñé sumamente en la segunda de esas tareas. Mas no por ello desconozco el alto valor social que puede reclamar para sí la labor de mis amigos pedagogos”. Según esto, el propósito es aportar criterios a la “conducción de los niños” que pretende la pedagogía, si es que han de ser considerados desde el psicoanálisis. Los tres oficios del chiste no son “difíciles” o “dispendiosos”, sino imposibles. Se trata de algo crucial en psicoanálisis: la idea del resto, de lo inasimilable. La educación puede tener el propósito de educar, pero tiene que vérselas con un material irreductible al instrumento de su acción:el lenguaje. La pulsión tiene relación con el lenguaje, pero no se reduce a él. Hay algo que no queda procesado: aquello de la disposición que no se convirtió en virtud, que podría en cualquier momento echar a perder la virtud. Es imposible, entonces, educar completamente, pues el instrumento de la educación –el lenguaje– es de un
...