Acerca de los sofistas.

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En tercer lugar, hay que apuntar la enorme diferencia entre los presocráticos y los sofistas en cuanto a la finalidad de cada corriente. Los primeros intentaron llegar a verdades objetivas y necesarias. En cambio, los sofistas no buscaban verdades objetivas y últimas, ya que sus objetivos eran prácticos. Por esta razón fueron los sofistas los responsables de la educación en las ciudades griegas, porque ellos trataban de enseñar cómo vivir por un lado, y cómo gobernar por el otro. De esto se desprende que tuvieron un especial interés en la educación, en la política, en la ética. Fueron ellos los primeros en preguntarse: ¿Cuál es la mejor manera de vivir para el hombre? ¿Cómo debe proceder ante tal situación? Al respecto, afirma Copleston:

Los sofistas eran profesores itinerantes, que iban de ciudad en ciudad, con lo que reunían un valioso caudal de noticias y experiencias, y su programa de enseñanza era bastante variado: gramática, interpretación de los poetas, filosofía de los mitos y de la religión. Pero sobre todo profesaban la enseñanza de la retórica (Copleston, 1946)

Así pues, hablar con elocuencia era de una capital importancia en tiempos de los sofistas, ya que no se podía hacer una carrera de político ni de hombre de asuntos públicos si no había talento, buenas maneras y capacidad persuasiva en el hablar. En este sentido, los sofistas enseñaban el arte de la palabra.

Como los sofistas se dedicaron a viajar y a conocer el mundo, y habían sido testigos de muchas sociedades y regímenes distintos, ellos generaron en Atenas un debate acerca de qué era obra de la naturaleza y qué era producto del quehacer de la sociedad. Quizás lo más característico de sus conclusiones es que no había conclusión absoluta acerca de qué es lo correcto y qué es lo equivocado.

En conclusión, los sofistas significaron un cambio en la manera de filosofar en la antigua Grecia. En primer lugar, porque se ocuparon de un objeto diferente: el hombre, sus actos, su papel en la sociedad. Trataron de reflexionar acerca de qué es lo bueno y qué es lo malo para él y para la sociedad de la que él es el protagonista. Como lo dijo el sofista Protágoras: “El hombre es la medida de todas las cosas”. En segundo lugar, utilizaron un método inductivo, a diferencia del método deductivo de los presocráticos, ya que a partir de una serie de datos particulares inferían planteamientos generales, o si se quiere, normas de conducta. Por último, su finalidad no era llegar a reglas absolutas, sino a preceptos de tipo práctico acerca de cómo vivir.

BIBLIOGRAFÍA

- Copleston, Frédéric (1943). Historia de la Filosofía. Grecia y Roma. Eudaimov Editores: Barcelona, España.

- Gaarder, Jostein. El mundo de Sofía. Siruela Editores. Barcelona, España.