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CONFESIONES DEL ALMA

Enviado por   •  17 de Junio de 2018  •  3.841 Palabras (16 Páginas)  •  434 Visitas

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Y me encontraba viviendo aquí en El Tigre con mi hermana Rosa Amalia, quien trabajaba como maestra desde el 49. Cuando tenía 10 años me había venido para continuar estudiando y acompañarle, tenía mi grupo de compañeritas quienes nos reuníamos para hacer deporte, pasear, jugar muñecas y los fines de semana íbamos al cine por la mañana, aprendía a hacer de todo, me encantaba aprender. Religiosamente varias íbamos los domingos a misa, después al salir nos dirigíamos a la heladería “Iglub” la que estaba ubicada cerca a la iglesia después casa una a su casa, Gricela y yo vivíamos en la misma casa en la calle Aragua.

El tiempo no se detenía pasaba rápido para hacerme una jovencita monísima, me encantaba lucir bonita, mi hermana adquiría para mi flores, lazos preciosos, era una etapa increíble para mí, sin pensar en otras cosas que no fuese en los estudios y hacer vestiditos para mis muñecas nos divertíamos con cualquier cosa, las reuniones de cumpleaños, eran unas fiestas de pronóstico; a la edad de 15, 16 años una era muy niña, muy inocente e infantil, claro las épocas cambian con la evolución del tiempo. Hoy en dia todo es totalmente distinto; sin dejar de ser una época bonita, moderna e interesante. Desde luego muy diferente a esos tiempos, ahora ha evolucionado mucho la tecnología gran adelanto a la modernidad y también a practicar algunos vicios como las drogas causando daño terrible y perverso a la bella, inteligente e incauta y no bien orientada juventud. Antes las personas se reunían para charlar en la puerta de sus casas, no existía la desbordada inseguridad que azota, crímenes, secuestros, robos, violaciones y pare de contar. En esa época de los comienzos de El Tigre eran sanos, se podía pasear por las calles tranquilo y así. Ahora nos hemos acostumbrado a vivir protegidos con rejas y con un ojo cerrado y otro abierto. Cuando arribé a la edad de 16 años. Un día el Padre Arias Barros me dijo “Ysbelia, tú que tienes tantas amiguitas porque no les hablas para que conformen la Congregación de imeldinas, agrupación pequeña quienes sustituirán a las hijas de María de la Parroquia, diles para hacer una reunión con sus mamás”, me sentí contenta y de seguidas les comenté a todas les encanto la idea todas hablamos con nuestros representantes; les pareció bien y se conformo el grupo. En esos instantes recordé cuando niña en Pariaguán pertenecí a la hermandad de Teresitas, una bella etapa que nunca he olvidado. Nos hicieron los uniformes, trajes blancos, con una cinta azul en la cintura y una cinta más delgada del mismo color con una medalla de la virgen al cuello. Las hermanas Cándida y Acacia familiares del padre nos orientaron para que comenzara la asociación. Ellas me conocían desde pequeñita en Pariaguán cuando el Padre Arias atendía la Iglesia Santo Cristo de Pariaguán, cuando visitaba la casa ellas me obsequiaban dulces y bellos lazos de tafetán que confeccionaban ellas mismas para mi, sabían que me encantaban los lazos me querían con bastante cariño, yo lucia los lazos con monería, pensaba que me quedaban bien lindos y les agradecía el obsequio. El día que se realizaría la misa donde seriamos admitidas en la Congregación de imeldinas fue una misa hermosa, asistieron nuestros familiares y muchos feligreses. Ese día nos sentimos orgullosas y emocionadas, nuestra familia también. Todos los domingos asistíamos a la misa, desafortunadamente la hermandad no tuvo la duración que hubiésemos querido, sólo duró un año, poco a poco se fue desintegrando, unas por residenciarse en otras ciudades para continuar estudios y asi quedamos muy pocas y se termino totalmente, yo lo sentí tanto hasta llorar, pero no quedaba más nada que hacer.

Continúe en actividades de servicio social sin abandonar mi devoción católica, asistiendo a la Iglesia Virgen del Valle, donde había asistido siempre. Fue una hermosa etapa de mi niñez y adolescencia, de una vida juvenil sana, de una espiritualidad increíble, alegre, feliz. Oía hablar siempre que existían sentimientos adversos en el ser humano, lo que dañaba el espíritu y transgredían la felicidad, por la influencia generada por el odio, la envidia, el rencor, egoísmo, codiciar lo ajeno, el chismorreo y la crítica mal sana. Las personas mayores aconsejaban que era indispensable permanecer alejadas lo más posible de estos perversos sentimientos. Menos mal que el grupo donde me desenvolvía no estábamos pendientes de ese tipo de malas acciones, todo era sano. Cada vez que tenia tiempo por lo de mis estudios y las tareas de trabajo para ayudar a mi madre, me ocupaba siempre de servir al prójimo de acuerdo a mis capacidades a nuestras amistades y vecinos enfermos o que necesitaran de mi en algo que fuera útil me angustiaba el dolor y sufrimiento ajeno, era solidaria, me fatigaba y me fatiga aun la tristeza que otros sienten, algunas veces alejando el sueño y la tranquilidad.

Algunas veces me pregunto ¿Por qué tenía que sucederme a esa edad?; todavía con más fuerza se atropellan mis sentimientos por las demás personas. Muchas amistades se preocupan por mis escritos, mis poemas envueltos en su mayoría por un sutil sentimiento donde está presente la melancolía; puedo asegurarles que esta manifestación en mis escritos cuando la musa se apodera como si fuesen campanitas de fiesta que se divierten dentro de mí. Al concluir cada creación que son poemas como un grito de angustia que emerge de las profundidades del alma y entonces surge la pregunta “¿Ysbelia porqué cuando escribes lo haces con tanta tristeza? tu eres una persona tan alegre, hemos creído que eres feliz, disfrutas con todo, eres espontanea y participativa, para que en tus escritos manifiestes tanta tristeza, no se corresponde con tu carácter, conmueves”. Entonces no se que responder; yo misma no lo entiendo, de verdad que no puedo explicar la motivación, no me lo propongo. algunas veces, casi en la mayoría no hay razones para que así resulte. En la vida hay aconteceres que te puedan motivar, pero no siempre.

Me considero feliz, he disfrutado de lo esencial para decirlo, claro que no totalmente, porque ningún ser humano lo es. Poco tengo para quejarme. Hay amor y un afecto infinito de todos los seres queridos: esposo, hijos, hermanos, nietos y qué decir de amistades, las que consideramos amigos. Además he logrado todo lo que me he propuesto, es muy poco lo que no haya logrado, gracias a Dios; he sido constante, insistente. “El que persevera, vence”; esa es la razón para poder haber publicado nueve libros, esto no es fácil, es bastante costoso económicamente y lo he logrado con el apoyo de Instituciones, empresas, amistades y familiares. He sido favorecida como hija del Padre Celestial, ese Dios en quien creemos como el Ser Supremo, he tratado siempre ser lo

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