EL PENSAMIENTO EN EL TRANSITAR DEL MITO AL LOGOS

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El hombre de ese tiempo veía la naturaleza desde lo que era, desde lo que representaba y por ello vagabundeaba en el mundo de los significados que atribuía a cada hecho, a cada evento, a cada fenómeno y cosa. Desde lo dicho, si la naturaleza constituía junto al hombre una especie de sociedad para la vida, es posible pensar que entre ambos se estableció una especie de conciliación indiferente al tiempo y, desde su incapacidad de razonar en el sentido concreto del término, la necesidad y el sentimiento determinaron su modo de acercarse a respuestas y explicaciones.

Es así como justifico los contenidos de los mitos basados en supuestos e ideas considerados por muchos como fantásticos, ilusorios y erróneos. De allí las creencias incluidas y los ritos considerados como el modo de llegar a los dioses, en una especie de alternativa de cambio para situaciones negativas o para lograr ejercer el poder y la influencia a través de la palabra. El pensamiento fluía, oscilaba entre la curiosidad por lo conocido y el querer descifrar todo cuanto se tenía ante los sentidos.

Aceptado así, desde nuestra actual condición, debemos entender como fueron surgiendo los mitos que hoy, nos restringimos de conocer y comprender en toda su riqueza como expresión del pensamiento y modalidad de racionalidad primaria porque nos acercamos a ellos cargados de nuestros conocimientos, todo lo cual nos hace olvidar que esa mentalidad mítica ignoraba lo que hoy sabemos y por tanto era más sintética y menos analítica.

En la expresión de ese pensamiento arcaico el hombre exteriorizó sus sentimientos y dejó constancia del sentido que le otorgó a las cosas. Valoró la naturaleza en su estrecha relación con su origen, el de todo y el de la utilidad de ella y del todo para la vida. Es por eso que los mitos tienen que ser apreciados desde su naturaleza simbólica estrechamente vinculada a lo ético. Al verlos como formas de conocimiento, sus contenidos adquieren importancia por ese significado conferido a las cosas en el mundo, que luego fue dado a conocer desde lo mágico de la palabra y la grandeza del lenguaje.

Debo cerrar reconociendo lo imprescindible de la hermenéutica para ir tras el significado de lo simbólico explícito o implícito en cada contenido mítico. Haciendo uso de ella, esos cuentos maravillosos, ingenuos y mágicos, desde su contexto arcaico, se proyectan con significado y sentido en nuestra vida.

Concluyo expresando que ciertamente los mitos pueden ser considerados un primer aliento de vida para la filosofía, estando claro que el hombre en su mundo comenzó a pensar e interpretar la naturaleza para entender y comprender su origen y los aspectos del universo y de la vida. En ese accionar pensante totalmente evolutivo no puede dejar de considerarse que se hizo presente una acción consciente de interés personal y colectivo que hoy nos invita a ir tras ese sentimiento con significado que fue en su momento causa de esa cosmovisión por demás humana y trascendental.

Desde lo dicho hay que ver con ojo agudo el razonamiento de Gadamer, quien en su momento dijo “no hay cultura sin horizonte mítico” y en la continuidad de sus palabras exaltó que todo texto, en tanto haya quien lo asimile, se considere el contexto en el cual se da y la forma como en su conformación actúan los elementos, se hace poseedor de gran potencial interpretativo.