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La Teoría Moral de san Agustín.

Enviado por   •  24 de Marzo de 2018  •  3.169 Palabras (13 Páginas)  •  1.614 Visitas

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El hombre está por naturaleza, por su naturaleza considerada en concreto, dispuesto hacia Dios; pero debe satisfacer el dinamismo de esa naturaleza observando las leyes morales que reflejan la ley eterna de Dios y de la relación del hombre a Dios. Las leyes no son caprichos arbitrarios de Dios, sino que su observancia es querida por Dios porque Él no habría creado al hombre sin querer que el hombre fuese lo que Él quería que fuese. La voluntad es libre, pero está al mismo tiempo sujeta a obligaciones morales, y amar a Dios es un deber.

3. Necesidad de la Gracia:

La relación del hombre a Dios es la relación de una criatura finita al Ser infinito, y de ahí resulta que el abismo no puede ser franqueado sin la ayuda divina, sin la gracia: la gracia es necesaria incluso para empezar a querer amar a Dios.

Cuando san Agustín hace del amor de Dios la esencia de la ley moral, se refiere a esa unión de la voluntad con Dios que requiere la elevación efectuada por la gracia.

4. El Mal:

Si la perfección moral consiste en amar a Dios, en dirigir la voluntad a Dios y en poner todas las demás potencias en armonía con aquella dirección, el mal consistirá en alejar la voluntad de Dios.

Pero ¿qué es el mal en sí mismo, el mal moral? ¿Es algo positivo? En primer lugar, no puede ser algo positivo en el sentido de algo creado por Dios: la causa del mal moral no es el Creador, sino la voluntad creada. La causa de las cosas buenas es la bondad divina, mientras que la causa del mal es la voluntad creada, que se aparta del Bien inmutable; el mal es un alejamiento de Dios por parte de la voluntad creada, un alejamiento del Bien inmutable e infinito. Pero el mal no puede ser llamado en sentido estricto una "cosa", ya que esa palabra implica una realidad positiva, y si el mal moral fuese fuese una realidad positiva tendría que ser atribuido al Creador, a menos que se quisiera atribuir a la criatura el poder de una creación positiva a partir de la nada. El mal, pues, es "aquello que renuncia a la esencia y tiende al no-ser (...)".

Todo aquello en lo que hay orden y medida a de atribuirse a Dios, pero en la voluntad que se aparta de Dios hay desorden. La voluntad en sí misma es buena, pero la ausencia del recto orden, o, mejor, la privación del recto orden, de la que es responsable el agente humano, es mala. El mal moral es, pues, una privación del recto orden en la voluntad creada.

Esa doctrina del mal como privación era una doctrina de Plotino, en la que Agustínencontró una respuesta a los maniqueos. Porque si el mal es una privación y no una cosa positiva, ya no nos encontramos en el dilema de atribuir el mal moral al Creador bueno e intentar o inventar un primer principio malo que sea responsable del mal. Los escolásticos tomaron en general esa doctrina de san Agustín, y a ella se adhirieron varios notables filósofos modernos, como Leibniz.

5. Las dos Ciudades:

Si el principio de la moralidad es el amor de Dios, y si la esencia del mal es un alejamiento de Dios, se sigue que la especie humana puede ser dividida en dos grandes campos, el de los que aman a Dios y ponen a Dios por encima de sí mismos, y el de los que se prefieren a Dios; es el carácter de sus voluntades, el carácter de su amor dominante, lo que señala decisivamente a los hombres. San Agustín ve la historia de la especie humana como la historia de la dialéctica de esos dos principios, el que forma la Ciudad de Jerusalén y el que forma la Ciudad de Babilonia.

"Hay dos especies de amor (...) esas dos especies de amor distinguen a las dos ciudades establecidas por la especie humana (...)en cuya mezcla, por decirlo así, han pasado las épocas".

http://www.elrincondeburdon.com/index.php?option=com_content&task=view&id=199&Itemid=37

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- Es difícil señalar una Teoría de la Ética como tal en Agustín de Hipona, ya que dentro de toda su obra literaria ésta se perfila en todas partes; la cuestión de la ética en Agustín, trascenderá hasta convertirse en una verdadera moral que acompañará para siempre la perspectiva cristiana, y que la misma Iglesia adoptará para fundamentar su régimen de vida espiritual. El último de los antiguos y primero de los moderno, el obispo de Hipona traza con su ética una clara división y distanciamiento en la evolución de pensamiento, respecto a las escuelas filosóficas del momento como los estoicos, epicúreos o cínicos; incluso discrepa y choca con figuras de renombre como Aristóteles, pero haciendo eco de una nueva tradición filosófica que recoge el pensamiento de Platón y que conoce por medio de Plotino: el neoplatonismo, donde encontrará la formula perfecta para desarrollar toda su visión.

La Ética en Agustín de Hipona, debe entender más que la simple reflexión de la forma correcta de vivir, sino como el intento de asegurar casi de manera absoluta la salvación de la interioridad irreductible de cada hombre en su personalidad. Es el tratar de responder por el sentido de la vida desde una seguridad ontológica cimentada en la identidad metafísica de Dios, que habita en lo más íntimo del alma humana. De manera personal, la continua búsqueda de la verdad, motivada por los deseos y apetitos en todo momento, principia en la mirada y recogimiento hacia el finito interior, para consagrar la voluntad y la vida a Dios. La revelación interna es una introspección que modela la forma de dirigir la actitud personal en relación con el kosmos de la creación, definiendo el lugar que me corresponde dentro de ella y también en relación a ella, es decir, con lo seres que comparten el espacio de la creación.

La apología de toda la concepción agustiniana de la Ética, se centra en que mientras para la filosofía clásica, aquella guarda una relación con la forma de aprender a vivir en equilibrio tratando de sustraerse del mal, planteando el autodominio para evitar las faltas y los excesos en ayuda a superar las debilidades propias de la naturaleza humana, Agustín hace un enfoque de manera diferente y de noción invertida. No es en el mundo donde se obtiene la respuesta por el sentido de la existencia, ni es éste el que determina la conciencia humana, sino que es ésta la que conoce y se determina así misma y encuentra la verdad más allá de la simple apariencia contingente de lo múltiple del mundo. Es verdad que el hombre se encuentra inmerso en una complejidad que lo abrumadora que supera por mucho su capacidad de comprensión,

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