El tono de la vida
Enviado por Rebecca • 20 de Marzo de 2018 • 901 Palabras (4 Páginas) • 321 Visitas
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La iglesia había tratado, ciertamente de endulzas los usos jurídicos, impulsando a la mansedumbre, a la paz y al carácter conciliador, pero el sentido del derecho no se había modificado. Al contrario, se había hecho más extremo, incorporando a la necesidad de sanción el odio al pecado. El sentido de la justicia había ido extremándose poco a poco, hasta el llegar a ser un puro saltar del polo de un bárbaro concepto del ojo por ojo diente por diente, al polo de la aversión religiosa por el pecado.
La Edad Media se le conoce por dos extremos: la plenitud del castigo cruel o la gracia. El contraste directo de crueldad y misericordia impera también en las costumbres y no solo en la administración de la justicia. Por un lado la más espantosa dureza contra los desventurados e imposibilitados; por el otro, la más ilimitada ternura, el más íntimo sentimiento de afinidad con los pobres.
El justo por las ejecuciones va siempre acompañado y resulta cierto punto justificado por un sentimiento de justicia.
Los tiempos posteriores a la reforma ya no han vuelto a ver los pecados capitales de la soberbia, la ira, la avaricia en purpúrea plenitud y en la desvergonzada osadía con que circulaban entre la humanidad del siglo XV.
La soberbia es el pecado del período feudal y jerárquico. El sentimiento de ser más que otro hombre es alimentado continuamente por la idea feudal y jerárquica en forma viva.
La soberbia es un pecado simbólico y teológico., la codicia es el pecado natural y material, a la pasión puramente terrenal.
El protestantismo y el Renacimiento han prestado a la codicia un valor ético, legalizándola como un estímulo útil del bienestar general.
Es un mundo malo. El fuego, el odio y la violencia se elevan en altas llamaradas. La injusticia es poderosa, el diablo cubre con sus negras alas una tierra lúgubre, y la humanidad espera para en breve el termino de todas las cosas. Pero esa misma humanidad no se convierte. La iglesia lucha, los predicadores y poetas claman y amonestan. Todo en vano.
Bibliografía
Huizinga, J. (1982). El otoño de la Edad Media. Madrid: Alianza editorial.
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