Ensayo de La historia despúes de la historia Fontana
Enviado por Helena • 8 de Diciembre de 2018 • 2.234 Palabras (9 Páginas) • 446 Visitas
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Considera que pedirle a disciplinas como la sociología, la antropología o la psicología un fundamento para determinar una perspectiva adecuada para la historia, acarrea problemas de solidez en la cimentación y fragmentación del objeto de estudio de la historia, pues una cosa es pensar que una explicación histórica más rica debe incluir más factores antes no considerados, y otra que interpretemos eso como una invitación a abrir nuevos campos separados que se convertirán en disciplinas independientes.
En el octavo capítulo hace referencia al angustioso llamamiento de Lawrence Stone en favor de la vuelta a una historia que se ocupase de los acontecimientos y la conducta, operando sobre la base de textos contemporáneos y con la finalidad de explicar los cambios acaecidos a los hombres. El llamamiento se justificaba por las consecuencias del "posmodernismo" que, con la triple amenaza de la lingüística, la antropología cultural y el "nuevo" historicismo", estaba convirtiendo la ciencia histórica en una "especie en peligro de extinción". Rorty había señalado que el "giro lingüístico" afectó seriamente la filosofía, toda vez que con el estructuralismo se concedió primacía al lenguaje o al símbolo. Esta transformación habría derivado en una especie de cientifismo, al método y la técnica analítica (semiótica) y, "en ideologías activas que conocemos como "posestructuralismo", de la mano de autores como Foucault, Deleuze o Derrida.
En el terreno del estudio de la sociedad y la cultura, los efectos más importantes del giro lingüístico se han manifestado en los estudios literarios. Esta eliminación gradual de la literatura repercutió en la universidad, llegándose a la conclusión de que las obras literarias eran innecesarias y que los estudiantes podían aprender teoría literaria sin leer literatura. En el terreno de la historia los efectos del giro lingüístico han sido tardíos. Paradójicamente, su influencia se ha ido extendiendo entre los historiadores y una invasión de análisis del discurso amenaza con reemplazar la realidad. Lo cierto es que el historiador trabaja, además, con evidencias no textuales como las de la arqueología y con otro tipo de datos. Lo que han hecho los partidarios del análisis del discurso es ayudar a legitimar la vaciedad, "teorizándola".
En el capítulo noveno expresa que la vieja historia intelectual de las ideas o de la cultura, fue siempre terreno fértil para las formas más extremas de fragmentación, que conducían a una visión endógena de su evolución. Esto daba lugar a que hubiera unas historias de las ciencias, una historia de la tecnología, del arte, de la literatura, etc., sin que sus cultivadores académicos se preocupen por la posibilidad de relacionar estos campos para alcanzar una visión homogénea de la cultura, condición previa para integrarla en un análisis de la sociedad. Con anterioridad hubo quienes avanzaban, a partir de las huellas del pensamiento de Marx, hacia una visión de la historia de la cultura, como Gramsci. Benjamin, Lukács, Gurevich o Bajtin. Resulta inaceptable que ese esfuerzo por recuperar para la ciencia histórica el campo de las ideas, los sentimientos y la cultura, conduzca a algunos a sostener que lo que conviene es hacer de las representaciones mentales el motor fundamental de la historia, lo que equivale a repetir los mismos errores mecanicistas del pasado. Se pasa de una visión de la historia sentada en el estudio de la sociedad, a otra que considera como su primer motor a la cultura.
Hay riesgo de segmentar el estudio de lo que tradicionalmente eran dos campos que se analizaban en su interrelación -el de la "cultura popular" y el de la "cultura patricia"- convirtiéndolos en dos territorios separados que se explican cada uno por sí mismo y no por su confrontación. El término "historia de las mentalidades" es vago, se utiliza cuando se habla de actitudes, creencias y sentimientos. ¿Por qué exponer el estudio de la historia a nuevos peligros de segmentación?
En el penúltimo capítulo propone algunas recomendaciones elementales, empezando por el marxismo, que proporcionaba un marco global para situar y explicar el conjunto de los acontecimientos históricos y proporcionaba un sentido al trabajo del historiador, al contribuir a la crítica de la sociedad vigente y de su legitimación ideológica, para un futuro más igualitario y más justo. Son muchos los que desean seguir orientando su trabajo de acuerdo con un objetivo que trascienda la ciencia, explicar el mundo real y enseñar a otros a verlo con ojos críticos, para ayudar a transformarlo. Parece anunciarse el reflujo de una "ola revisionista". El revisionismo tuvo cierta utilidad en su función estrictamente crítica, pero ha demostrado su incapacidad para proponer una alternativa coherente, pero no se puede propugnar por la vuelta al viejo positivismo narrativo.
En el último capítulo afirma que la caída de los regímenes del "socialismo real" desde el punto de vista de su fracaso político, no es lo más importante. Lo que la caída ha revelado es su fracaso económico, su incapacidad para cumplir con objetivos de crecimiento que se proponía alcanzar, pero esto mismo ocurre con el crecimiento económico de otros países desarrollados. De la época en que se nos prometía un año 2000 de opulencia hemos pasado a la amarga realidad con previsiones tan pesimistas sobre el próximo "fin del mundo occidental", pero cuyos responsables no serán aquí los partidos comunistas, sino los banqueros. La visión de la historia elaborada inicialmente por los ilustrados no sólo sirvió para legitimar el nuevo orden burgués en Europa, sino para justificar la conquista y expoliación del resto del mundo, con el pretexto de civilizarlo y guiarlo al progreso económico. Hemos sido educados en una visión esencialmente "optimista" del proceso industrializador, que se propone como modelo único. La propuesta es romper la línea continua postulada por la interpretación histórica, para la realización del tipo de historia que pedía Benjamín cuando proponía elaborar un materialismo histórico liberado de la noción de progreso, que tuvo una función crítica en el siglo XVIII, pero que la perdió en el XIX, cuando se popularizó la idea, reforzada por el darwinismo, de que el progreso se daba automáticamente.
Se debería realizar una "revolución copernicana" invirtiendo la visión tradicional que considera al pasado como centro fijo y estable en torno al cual hacemos girar el presente. Vivimos momentos de desconcierto ideológico en que los propios perjudicados insisten en votar a quienes les están empobreciendo,
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