Ficha lectura el despegue cafetero
Enviado por tomas • 26 de Junio de 2018 • 3.070 Palabras (13 Páginas) • 560 Visitas
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En poco más de dos años se emitieron más de 1.000 millones de pesos, lo que llevó el cambio extranjero a proporciones descomunales. Los precios de los víveres y artículos de primera necesidad se desbordaron y se encarecieron también las tarifas de transporte.
Al término de la guerra, pues, el país quedó en ruinas, con una economía cafetera agobiada tanto por la crisis externa como por el propio conflicto, con un sistema de transporte, de por sí precario, desvertebrado casi por completo, deshechas las finanzas públicas, el cambio exterior y la circulación monetaria, y desbordados por entero los precios. De la destrucción escapó la mayor parte de la región occidental del país y en particular Antioquia, Caldas y el Valle del Cauca, y en adelante el eje de la producción cafetera se desplazaría paulatinamente de Cundinamarca y Santander a la región occidental, al tiempo que Antioquia vería el surgimiento de una vigorosa industria textil.
La gran meta de la reconstrucción del país después de la guerra estuvo a cargo de Rafael Reyes, quien adoptó una nueva política económica sustentada sobre la centralización fiscal, el proteccionismo y el impulso estatal a las actividades empresariales. Reyes encaminó la gestión estatal a la búsqueda de una sana administración fiscal, la estabilización del sistema monetario y el regreso al patrón oro, la restauración del crédito de Colombia en el exterior y la atracción del capital extranjero. Tanto la protección y los estímulos a la industria como la promoción de la agricultura de exportación hacían parte de una política global encaminada aumentar las exportaciones y reducir las importaciones.
Continuando, Bejarano menciona que, sin duda, el hecho decisivo de las primeras décadas del siglo XX fue la expansión de la economía cafetera, sustentada no en el sistema de haciendas, sino en la pequeña producción parcelaria del occidente del país. Esta expansión representó no sólo un desplazamiento de las zonas de producción sino, ante todo, la presencia de nuevas formas de organización social y productiva, con mayores alcances sobre la estructura global del país en aquellas que hubieran podido provenir del sistema de haciendas. De hecho, el sistema hacendario se caracterizaba no sólo por la baja movilidad de la mano de obra y su escasa integración al mercado monetario, sino por una organización de la producción en la que se trataba de disminuir la inversión del capital representado en la incorporación de técnicas y elementos de trabajo que pudiesen elevar la productividad.
Lo que la producción parcelaria del occidente introdujo de nuevo en el cuadro de la economía exportadora nacional fue un mayor impacto del café sobre el mercado interno de bienes agrícolas e industriales y, además, una separación entre los procesos de producción y comercialización del grano permitiendo una mayor resistencia de la estructura productiva cafetera a las fluctuaciones de los precios internacionales del grano, dando una mayor estabilidad al conjunto de la economía nacional. En la base de la expansión de la economía parcelaria en el occidente colombiano estuvieron dos procesos hasta cierto punto complementarios: la expansión de la frontera agrícola resultante de la colonización antioqueña y el hecho de que el café se adaptaba particularmente bien al tipo de asentamiento surgidos de la colonización. El café se acomodaba bien a la economía parcelaria porque no requería grandes inversiones de capital; además, es un producto durable y de fácil procesamiento.
El café se constituyó en el núcleo de la expansión del mercado interno, no tanto por lo que significaba la economía parcelaria como mercado para los productos agrícolas e industriales de consumo, sino porque creó, mediante el beneficio, el comercio y el transporte del grano, una red de consumidores urbanos, al tiempo que sustentó la constitución de una red de transporte, principalmente ferrocarrilera. La maquinaria requerida por las actividades cafeteras impulsó también la fabricación de rastrillos, palas, azadones de hierro, trilladoras, segadoras, etc., y la mejoría del sistema de transporte hizo más accesible la importación de máquinas e incluso, de fertilizantes. La emergencia del café en el occidente colombiano no sólo creó una sociedad económica y políticamente más estable, sino que contribuyó a sentar las bases del crecimiento económico con dos de sus condiciones esenciales: la acumulación de capital y la ampliación del mercado.
Después de introducir la expansión cafetera, Jesús Antonio explica el desarrollo agropecuario comenzando por aclarar que para 1925 la población urbana ascendía a 1.560.000 personas, pero ya el 25,7% de ella se localizaba en Medellín, Bogotá, Barranquilla y Cali. Ello debió de sustentar, al menos en las áreas cercanas de las ciudades, importantes incrementos en los cultivos alimentarios.
La agricultura colombiana hacia 1920 contenía, como el rasgo más notable, una estructura agraria heterogénea con una escasa franja de territorio cultivado y apenas una cuarta parte de las tierras bajo algún tipo de utilización económica. En esta pequeña porción de territorio explotado podrán distinguirse, en grandes líneas, cuatro formas de explotaciones agropecuarias. En primer término, las grandes haciendas ganaderas de la costa norte y Antioquia, a las que se sumaban las antiguas haciendas ganaderas de origen colonial en Cundinamarca, Valle del Cauca, sur del Tolima y el Huila, junto con las de Casanare y San Martín. En segundo lugar, las grandes haciendas cafeteras de Cundinamarca, Santanderes y del oriente del Tolima, consolidadas como áreas nuevas después de 1870 o transformadas desde entonces en plantíos de café. En tercer término, algunas explotaciones modernas dedicadas preferentemente a la caña de azúcar en el Valle del Cauca, unas modernas pero escasas explotaciones ganaderas en la costa norte y haciendas ganaderas de moderada extensión en la altiplanicie cundiboyacense. Finalmente, la pequeña propiedad cafetera en el occidente, y la pequeña propiedad no cafetera, dedicada sobre todo al trigo, el maíz y la papa en Cundinamarca, Boyacá y Nariño, o a modestos cultivos de caña en Santander.
El autor describe la industrialización de Colombia hasta 1920. El balance regional del entable industrial comenzó a modificarse. Bogotá y Cundinamarca se vieron rezagados como centros fabriles a favor de la región antioqueña, no sólo por el vigoroso desarrollo de la industria textil, sino por la constitución de un núcleo empresarial en Antioquia de mucho mayor dinamismo que el bogotano. La protección, conjuntamente con las políticas de fomento y con la ampliación del mercado gracias a la construcción
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