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Historia Moderna y Contemporánea - Doble Revolución y sus efectos.

Enviado por   •  13 de Abril de 2018  •  2.314 Palabras (10 Páginas)  •  443 Visitas

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sumados a los sectores populares como los Sans Cullots, dieron un paso más tensando la cuerda entre “libertad e igualdad”, en busca de igualdad política y republicana. En 1973 se redacta una nueva constitución que entre otras cosas establecía el sufragio universal. Dicha constitución nunca llegó a aplicarse, ya que el sector de los jacobinos fue desplazado. Los liberales triunfaron, y el sufragio restringido volvió con la Constitución del año III retornando a los programas liberales. El último golpe, lo dio un general que surgió desde el seno mismo de la revolución y de sus contradicciones. A través de su propio talento hizo carrera en el ejercito y se convirtió en emperador poniéndole fin a la revolución y la participación popular. La Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano ya no figurará en Constitución del año VIII instaurada por Napoleón. La razón que legitimaba la propia revolución, la convertía en palabra a través de los discursos y periódicos, e igualaba a la personas (SAZBÓN, 2010, pp.167). Está igualdad tan buscada, entraba en tensión con la libertad de los liberales. Al igual que los proletarios ingleses, las clases populares francesas perdieron la batalla de igualdad política ante la libertad de la sociedad burguesa. En palabras de Brecht: “El aumento de la producción provoca aumento de la miseria, y sólo pocos hombres sacan el aumento de la miseria, y sólo unos pocos hombres sacan utilidad de la explotación de la naturaleza: ¿de qué modo? Explotando a los hombres” (BRECHT, s/a, pp.24).

2. Hay que situarse principalmente en los cambios producidos por el comienzo de una economía capitalista, es decir el cambio en los métodos de producción. La separación de la fuerza de trabajo de los medios de producción, su necesidad de convertirse en mano de obra asalariada, y los medios de producción en manos de otra nueva clase: la burguesía (BIANCHI, 2005, pp.106). Como resultado de la instalación de las industrias en las urbes y el simultáneo avance del capitalismo en el agro, así como el crecimiento demográfico, alentaron un intenso éxodo de las poblaciones del campo a las ciudades. Pero a pesar de que muchos de estos trabajadores encontraron trabajo, y se convirtieron en parte del naciente proletariado. Otros que no encontraron ocupación, pues la creciente industria no alcanzaba a emplear toda la mano de obra, descubriendo en la emigración la válvula de escape a una realidad que los excluía (MARCAIDA y SCALTRITTI, 1998, pp.40). La implantación del sistema de fábricas convirtió a Inglaterra en la primera potencia económica industrial del planeta, pero también significó la mecanización del trabajo, la extensión del trabajo asalariado, el hacinamiento y la escasa salubridad habitacional, el disciplinamiento laboral y la tiranía del horario fabril, es decir un cambio de 180º con respecto a las costumbres que marcaban la vida de estos hombres, mujeres y niños en la época pre-capitalista. También el avance tecnológico, la invención de la máquina de vapor, los cambios en la red transportes tanto terrestres como marinos, y su propio abaratamiento generó que estos movimientos migratorios fueran más fluidos, ya no sólo de Inglaterra sino del resto de Europa también. Este creciente avance fue el motor de estas economías en desarrollo, la sensación de domino del Hombre por sobre la Naturaleza, hizo que también se avanzara hacia la búsqueda de nuevas tierras y mercados para sus productos. Fue así que Inglaterra desde el siglo XVII, tenía una posición hegemónica en el mercado mundial, debido en gran parte a su imperio colonial, la revolución industrial potenció este posicionamiento, permitiéndole imponer un nuevo orden económico. Desde este momento cada país debía especializarse en bienes que podía realizar con “ventajas comparadas”, para luego intercambiarlos en el mercado externo. Cada país tenía que producir aquello que hacía mejor y más barato. Se instala así el libre cambio y la división internacional del trabajo (MARCAIDA y SCALTRITTI, 1998, pp.41). Este sistema, traería a países como Argentina serías limitaciones, ya que los tornaría muy dependientes de la demanda y de las inversiones de países industriales, quedarían relegados el desarrollo científico y tecnológico. Estos países nuevos, donde se focalizaba el capital inglés (unión de capital financiero e industrial), eran países con baja densidad de población y grandes recursos naturales. A esta coyuntura, se sumaba un proceso creciente de formación de un nueva legitimidad estatal y una idea de soberanía: el poder del estado residía en un colectivo denominado “Nación”. La homogeneización cultural ocupó el primer lugar en la agenda de los estados, mediante la preocupación por imponer una lengua nacional, por alentar la invención de un pasado -también nacional-. Este proyecto se encarno en nuestro país mediante los ideales positivistas reflejados por ejemplo en el proyecto educativo. Estos ideales ingresaron en nuestro país, hacia 1880, cuando las diputas de los sectores dominantes, se cristalizaba en un acuerdo político llamado Partido Autonomista Nacional (PAN), encarnado en la figura de Julio Argentino Roca. El poder quedó así en manos de unos pocos, estableciendo lo que se denominaría liberalismo-oligárquico. Las ideas liberales que chocaban con el conservadurismo político, fueron sintetizadas logrando el ensamble de estas dos corrientes bajo el ideario positivista. Las ideas de orden y progreso, ponen en marcha la construcción de una sociedad pujante y dinámica, en el marco de un ordenamiento férreo desde el poder. La utopía positivista como dirán Marcaida, Rodríguez y Scaltritti de conformar sociedades ordenadas y previsibles se expresó en la Argentina de los 80’ en la idea de suprimir la “política” y reemplazarla por la “administración”. La elite asociaba la política al caudillismo, y tanto la política, como la herencia hispano colonial y la religión eran símbolos de un pasado que trababa el proceso modernizador. Es por ello que apoyaron el laicismo, alentaron con la inmigración europea un transplante cultural y vieron en la integración al mercado mundial y en la imitación de los países del Occidente europeo los caminos más adecuados para transitar desde la barbarie hacia la civilización (MARCAIDA; RODRÍGUEZ Y SCALTRITTI; 2008, pp.64). Sin embargo muchos de esos migrantes que venían seducidos por la idea de progreso, retornaron a sus países desalentados por las condiciones de subsistencia. El modelo agro-exportador impulsado por la incorporación de tierras en la zona sur y noreste del país, necesito de una masiva inversión de capitales para su incorporación al mercado mundial. Durante el desarrollo del modelo, también se generó el crecimiento de una pequeña o mediana burguesía más

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