Iglesia y estado durante la colonizacion española
Enviado por klimbo3445 • 19 de Diciembre de 2017 • 12.540 Palabras (51 Páginas) • 487 Visitas
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Antes del reconocimiento de la religión cristiana por el Estado romano y de su elevación a religión oficial (era de Constantino), la cuestión se centró más bien en torno a las relaciones de los cristianos, y no tanto de la Iglesia, con el Estado. La actitud de la Iglesia primitiva estaba determinada en principio, incluso en tiempo de las persecuciones por una lealtad benevolente hacia el poder estatal, al que se reconocía como el orden dado por Dios y al que, por tanto, se prestaba obediencia, en tanto no se llegara a una oposición entre sus exigencias y las exigencias divinas (cf. Act 5, 29).
Los cristianos estaban obligados a orar por el emperador, pero rechazaban el culto del Estado y los sacrificios ante las imágenes de los dioses y de los césares. Tras la época de las persecuciones la Iglesia alcanzó con la concesión de la plena libertad de religión y de culto no sólo la paridad sino la primacía sobre los demás cultos, gracias a los acuerdos que Licinio y Constantino firmaron en Milán (313). Por razones de unidad política y por la necesidad de armonía entre I. y E., el emperador cristiano gobernó también prolongando en cierto modo la posición sacral de los primitivos emperadores paganos a los obispos y la Iglesia. La idea de que la unidad del cristianismo y la unidad del imperio se condicionaban mutuamente, tuvo su expresión en el hecho de que los obispos asumieran funciones estatales y en la amplia asimilación de la organización eclesiástica diocesana a las unidades administrativas existentes en el imperio romano, así como en los privilegios estatales de la Iglesia y del clero y en la intervención jurisdiccional del emperador cuantas veces veía amenazada la ortodoxia y la unidad de la Iglesia ( arrianismo, concilio de Nicea 325). Frente a la pretensión creciente de soberanía estatal, que representaba de algún modo una vuelta a las funciones del antiguo culto romano del Estado, la Iglesia se vio en la necesidad de determinar la correcta relación entre la competencia eclesiástica y la estatal, persuadida de su propia autonomía y libertad, e igualmente de su vinculación a los diversos órdenes profanos. Estas tentativas condujeron en Bizancio, tras la fundación de Constantinopla como la «segunda Roma», a los principios del dominio oriental sobre la Iglesia (teoría de la identificación), y, en el imperio romano occidental, a la libertad de la Iglesia (teoría de la diferenciación). En el imperio bizantino la unidad de I. y E. quedó asegurada bajo la soberanía del emperador, cuya persona empezó por incorporarse a la jerarquía como sacerdos imperator, apareciendo después como el soberano elevado a la esfera sacra en forma de basileus terrenal. Por lo que respecta a las relaciones entre 1. y E. en occidente, fue decisiva la doctrina de «las dos espadas», expuesta por el papa Gelasio i (492-498) contra Bizancio, la cual iba a ser fundamental para toda la edad media.
Con esta doctrina coincidían la idea de Ambrosio (374-397) acerca del emperador, según la cual éste está en la Iglesia, pero no sobre la Iglesia (Sermo contra Auxentium 36), y la teoría agustiniana del Estado. La obra de Agustín De civitate Dei, estableciendo teológicamente la autonomía y superioridad de la Iglesia (civitas caelestis) frente al Estado (civitas terrena) en razón del fin superior, fue decisiva para la visión organizadora de la edad media y para la creación del sistema jerárquico del papalismo medieval (hierocracia), con su aplicación a las relaciones entre I. y E. y sus respectivos campos despiritualia y temporalia. En la discusión teórica sobre las relaciones entre ambos poderes, a los que se vio simbolizados en las dos espadas de Lc 22, 38 (doctrina de las dos espadas), se fueron perfilando distintas tendencias. Mientras la teoría imperial partía de que cada espada había sido entregada por Dios de un modo directo al papa y al emperador respectivamente, de que ambos poderes son fundamentalmente del mismo orden y autónomos en sus esferas (Huguccio, Otón de Freising, Gerhoh vom Reichersberg, Sachsenspiegel, etc.); la doctrina de la curia papal defendía el punto de vista de que Dios había confiado ambas espadas a la Iglesia: la espiritual se la reservó el papa para sí (gladius spiritualis), la temporal (gladius materialis) se la dio al príncipe, que debe manejarla al servicio y según la indicación de la Iglesia. Para ello apelaba esta doctrina a la donación constantiniana, a la coronación del emperador romano por el papa en Roma y, desde el s. xi-xii, también al traspaso del poder imperial de los emperadores griegos primero a los francos y después a los germanos por obra del papa (translatio imperi).
En esta concepción dualista descansa la idea medieval del universal poder coactivo de la Iglesia en el terreno político. También la teoría hierocrática acentúa — pese a la pretensión papal de dirigir incluso los asuntos temporales — la obligación del papa de entregar la espada temporal, y sólo ratione peccaticonsidera lícita su intervención en el poder jurisdiccional del Estado (Gregorio 1x [1227-1241], Inocencio iv [1243-55], Bonifacio vut en la bula Unam sanctam de 1302). Con el derrumbamiento del imperio romano occidental durante la época de las -> invasiones de los pueblos del norte (cuando los germanos entraron en el mundo cristiano occidental), en occidente la Iglesia se vio reducida a su propia esfera, pues las Iglesias de los países arrianos se habían sustraído por completo a la influencia romana. El giro decisivo en la superación de la división entre germanos y romanos se inició al pasar Clodoveo y los francos a la confesión católica (hacia el 500), y posteriormente los visigodos, burgundios y longobardos, y con la alianza, decisiva en la historia universal, entre el papado y el reino franco ante la amenaza inminente contra Roma y el patrimonio de Pedro por parte de los longobardos, alianza que hizo posible el acceso de los carolingios a la dignidad regia. (-> Estados pontificios) y fundó la unidad del occidente cristiano bajo la hegemonía de los francos. La estrecha vinculación del reino carolingio con el papado — el cual además experimentó una notable consolidación de su prestigio en la conciencia del pueblo con la veneración de san Pedro entre los germanos — favoreció el desarrollo de una Iglesia identificada al máximo con el Estado francocarolingio y otorgó al rey una auténtica soberanía sobre la Iglesia del país franco; la posición real fue un reflejo del modelo veterotestamentario del «rey y sacerdote» y de las ideas germánicas sobre la sacra dignidad regia. La eminente personalidad de soberano de Carlomagno, que tras su coronación en la iglesia de san Pedro en Roma el año 800 se llamó intencionadamente imperator a Deo coronatus, reteniendo el título de rey de los francos,
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