JOEL HOROWITZ. EL MOVIMIENTO OBRERO UN PERIODO DE CAMBIOS
Enviado por Ensa05 • 26 de Agosto de 2018 • 7.746 Palabras (31 Páginas) • 352 Visitas
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Buena parte de los años veinte habían sido prósperos, pero la tendencia cambió radicalmente el año dramático de 1929.
La depresión intensificó todos los antiguos problemas de la clase obrera y de los sindicatos; la desocupación creció, y los empresarios aprovecharon la situación para bajar los salarios y cambiar las condiciones de trabajo.
Las tensiones ideológicas crecieron, a su vez, el cada vez más débil gobierno de Yrigoyen no estaba en posición de auxiliar a los trabajadores.
El líder ácrata Diego Abad de Santillán sostendría que algunos líderes anarquistas y sindicalistas planearon una huelga general para defenderlo, aunque fallaron en su intento. Los sindicatos no estaban en condiciones de lanzar una huelga general exitosa, ya que eran demasiado débiles y políticamente marginales.
LLEGÓ EL GOLPE DE SEPTIEMBRE
El movimiento obrero enfrentó simultáneamente dos crisis de importancia. Por una parte, la depresión creó desempleo en gran escala; algunas villas miseria aparecieron rápidamente, mientras se organizaban colas de inmigrantes ante las embajadas, con la esperanza de ser repatriados. Responder con éxito a una crisis económica de tal profundidad hubiera sido casi imposible para los sindicatos aun en circunstancias muy favorables, y las que reinaban, estaban muy lejos de ser buenas. Durante el régimen de Uriburu se impuso la ley marcial y luego el estado de sitio; los sindicatos anarquistas y comunistas fueron rápidamente empujados a la clandestinidad y dejaron de funcionar en los hechos. Sus líderes fueron encarcelados, mientras se hostigaba también a otras organizaciones obreras.
Se creó además la infame Sección Especial de la policía, con el objetivo de extirpar al comunismo. Claramente se trataba de una nueva etapa en la violencia dirigida por el Estado: fue el primer intento sistemático de suprimir ideologías y prácticas a través de la violencia estatal.
La actividad sindical se hizo difícil. Esta situación no fue singular: un gran número de empresas utilizó la represión general existente para rebajar salarios, cambiar condiciones de trabajo y despedir trabajadores. Quienes protestaban, podían ser fácilmente reemplazados. La empresa norteamericana Unión Telefónica comenzó con los despidos el mismo día del golpe, y ellos tuvieron como víctimas a los dirigentes sindicales, entre quienes estaba Luis Gay, el secretario General de la Federación Obreros y Empleados Telefónicos.
Los sindicatos pudieron hacer poco y aun la simple celebración de reuniones eran difíciles.
A aquellas organizaciones que el gobierno no consideraba demasiado peligrosas se les permitió funcionar en un nivel mínimo, realizando las reuniones dentro de locales cerrados, por ejemplo. Pocos días después de la toma del poder por los militares, se constituyó oficialmente la CGT con la fusión de la USA y la COA. Se estableció que el comité ejecutivo se conformaría con igual cantidad de representantes de ambas organizaciones, y no se determinó ninguna forma de cambiar esa disposición; tal circunstancia abrió el camino para problemas posteriores.
A pesar que la tendencia dominante en el gobierno veía en la pura represión la mejor política para seguir con el movimiento obrero, existía una segunda tendencia, corporativista, cuya presencia brindó la oportunidad para que ciertos sindicatos intentaran alguna acción en común con el Estado. Los corporativistas creían que el papel estatal en las relaciones laborales debía ser importante, y que los sindicatos tenían un lugar en el proceso, pero siempre subordinados al Estado. El mas notorio de esos funcionarios era el presidente del Departamento de Trabajo (DNT), Eduardo Maglione, quien desde su cargo trató de evitar que las firmas sacaran ventajas de la situación política y económica a expensas de los trabajadores, empeorando de ese modo los problemas de desempleo.
Maglione no contaba con la cooperación plena del resto del gobierno, en lo particular de quienes conducían la Policía, cuyas acciones tuvieron una incidencia mucho más amplia que la del DNT en la vida cotidiana de las organizaciones obreras.
A pesar de la actitud de Magione, fue éste un periodo verdaderamente sombrío para los sindicatos y para los trabajadores.
Las implicancias a largo plazo de esta etapa extremadamente difícil fueron también amplias. La CGT recomenzó su política cooperación con el gobierno, aun con un gobierno que apenas estaba dispuesto a dar alguna pequeña ayuda. Este hecho refleja varios fenómenos diferentes: los sindicalistas habían desarrollado el hábito de depender del gobierno, la UF, podía casi siempre acceder a los despachos de los funcionarios oficiales. Ella dominaba la CGT y la dotaba de una cierta credibilidad. Así la CGT se transformó en un interlocutor aceptado por el régimen, interviniendo a menudo en los intentos de liberar presos o de permitir la actividad normal de los sindicatos. La dirigencia de la CGT fue duramente criticada por humillar públicamente a la organización, al alabar la imposición de la ley marcial a cambio de obtener la conmutación de la pena de muerte dictada contra tres choferes anarquistas. Dadas las circunstancias generales no le quedaban muchos caminos. La CGT pudo hacer poco, más allá de aliviar apenas la situación miserable de los trabajadores.
La represión dio una nueva forma al movimiento obrero. El anarquismo nunca se recuperó de la represión inmediatamente posterior al golpe y durante los años treinta fue apenas una fuerza marginal. Los cambios en la forma de trabajo contribuyeron a desplazar a los anarquistas, quienes habían sido fuertes en sectores como el de los carreteros, que cada vez se tornaba más anacrónico. Sobre los comunistas, la represión tuvo un impacto muchos menos dramático. Aunque sus organizaciones también fueron empujadas a la clandestinidad, la existencia de una estructura partidaria les permitió sobrevivir. El partido distribuyó militantes a los largo del país para agrupar a los trabajadores.
Gracias a este tipo de tácticas, los sindicatos dirigidos por comunistas estuvieron en condiciones de reaparecer luego de que la represión se aquietó, durante la presidencia de Justo.
LOS AÑOS INICIALES DEL GOBIERNO DE JUSTO
Para muchos sindicatos, la situación mejoró rápidamente cuando el general Justo asumió la presidencia en 1932. Si bien la situación económica no cambió inmediatamente, la represión extendida y masiva se aplacó,
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