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La Promesa y los Peligros del Trabajo en las Ciudades

Enviado por   •  12 de Marzo de 2018  •  1.304 Palabras (6 Páginas)  •  294 Visitas

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como brutos…. comen, beben, se reproducen, trabajan y mueren”, afirmaba un observador británico de clase media en 1850. Lo más inquietante era la enfermedad y la muerte que rondaban a los centros urbanos.

Salubridad Pública y Medicina en la Era Industrial

En ese tiempo las personas tenían buenas razones para preocuparse por su salud y seguridad en las ciudades que se levantaron, especialmente en las zonas más pobres. Los habitantes de las ciudades se sentían enfermos con mayor frecuencia y morían a más temprana edad que sus paisanos rurales. Los pobres duraban la mitad de lo que duraban los ricos. La industrialización era peligrosa. Las maquinas mutilaban trabajadores y los derrumbes, las inundaciones y las explosiones mataban a los mineros. Había enfermedades que provenían directamente de las minas y de la manufactura. Los mineros de carbón morían por la inhalación de polvo de carbón, los trabajadores de algodón contraían la enfermedad del pulmón pardo. En los talleres textiles, las mujeres sufrían, en particular de altos índices de mortandad. Los trabajadores metalúrgicos desarrollaban enfermedades pulmonares por inhalar viruta y también se incrementó el envenenamiento por mercurio, plomo y fósforo utilizados en los procesos industriales.

El Peligro de las Enfermedades

Las enfermedades infecciosas eran el mayor peligro y estas eran las mayores causas de enfermedad y muertes antes del siglo XIX, y el rápido crecimiento de las ciudades empeoró la situación. En los barrios y en los arrabales urbanos de la clase trabajadora, la gente era la más afectada. La tuberculosis y la difteria se desarrollaron en los lugares más poblados y cobraron millones de vidas en el siglo XIX. La epidemia de la cólera azotó varias veces a Europa causando pánico ya que la misma mató unas 100,000 personas en Francia y 50,000 en Inglaterra.

Algunos observadores atribuían las enfermedades a la debilidad física y a la inmoralidad de los individuos. Otros comentaristas y algunos doctores especulaban que la enfermedad era contagiosa, o sea que se contraía de los demás. La mayoría de los médicos finalmente concluyeron que la enfermedad se originaba menos por contacto personal que por las fuerzas ambientales. Ellos creían en que la gente contraía las enfermedades por respirar gases producidos por los desechos humanos, vegetales pútridos, carnes en descomposición, pantanos o aguas estancadas (miasma). En un estudio del año 1840, el doctor francés Luis Villermé atribuyó el grado de difusión en arrabales de la clase trabajadora de Lille, a los sótanos y al hacinamiento en cuartos donde el aire nunca se renueva, donde hay por doquier pilas de basura, de ceniza, de desechos de vegetales recogidos en la calle, de paja podrida, donde se está exhausto en estas casuchas por un olor rancio, nauseabundo de suciedad de basura.

En Busca de una Cura Médica

Ninguna de estas teorías sobre la enfermedad ayudó a las personas. Los doctores aunque con buenas intenciones, para el año 1950, era más probable que si visitabas al doctor salieras perjudicado en lugar de recibir ayuda. Para el siglo XX, la medicina parecía preocupante. Por ejemplo: los doctores para aliviar una fiebre, con frecuencia acudían a curas tradicionales como iniciar un sangrado abriendo una vena o poniendo sanguijuelas sobre la piel. Dentro de la rutina de los doctores estaba prescribir píldoras que posiblemente no hacían nada y que lo más probable tuviera mercurio. Resultaba más beneficioso que los doctores recomendaran curas de aire fresco y baños termales. Muchos dolientes buscaban tratamientos opuestos a los de los doctores corrientes. La homeopatía, que hacia énfasis al uso de drogas herbales y remedios naturales ganó popularidad durante esta época.

La gente sólo acudía a cirugías como último recurso. Los métodos quirúrgicos fueron más seguro en la primera mitad del siglo XIX, aunque la anestesia y los anticonceptivos aparecieron más tarde. Quienes sobrevivían al dolor de una operación se enfrentaban a la probabilidad de morir de una infección posterior.

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