La Revolución Francesa ha sido uno de los hechos históricos más importantes

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El 11 de julio de 1789, el rey Luis XVI, actuando bajo la influencia de los nobles conservadores despidió al ministro Necker y ordenó la reconstrucción del Ministerio de Finanzas. Esto fue interpretado por gran parte del pueblo parisino como un auto-golpe de la monarquía, y se lanzó a la calle en abierta rebelión. Algunos de los militares se mantuvieron neutrales, pero otros se unieron al pueblo en la protesta.

Ya para el 14 de julio el pueblo de París respaldó en las calles a sus representantes y, ante el temor de que las tropas reales los detuvieran, asaltaron la fortaleza/cárcel de la Bastilla, símbolo del absolutismo monárquico, pero también era este un punto estratégico del plan de represión de Luis XVI, pues sus cañones apuntaban a los barrios obreros, donde vivían muchas de las personas que protestaban. Después de cuatro horas de combate, los insurgentes tomaron la prisión, matando a su gobernador, el Marqués Bernard de Launay. Sólo cuatro presos fueron liberados, sin embargo la Bastilla se convirtió en un potente símbolo de todo lo que resultaba despreciable y relacionado con el Antiguo Régimen.

De vuelta en el Ayuntamiento, el pueblo acusó al alcalde Jacques de Flesselles de traición, quien recibió un balazo que lo mató. Su cabeza fue cortada y exhibida en la ciudad clavada en una lanza, naciendo desde entonces la costumbre de pasear en una lanza las cabezas de los decapitados, lo que se volvió muy común durante la Revolución, ya que era un símbolo del final de la monarquía y el despotismo.

El movimiento revolucionario se fue extendiendo por las ciudades francesas, dando lugar a nuevos ayuntamientos que no reconocían otra autoridad que la Asamblea Nacional Constituyente.

La insurrección motivada por el descontento popular y siguió extendiéndose por toda Francia. En las áreas rurales era común que para protestar contra los privilegios reales, se llevaron a cabo quemas de títulos sobre servidumbres, derechos feudales y propiedad de tierras, y varios castillos y palacios fueron atacados. Esta revuelta campesina se conoce como La Grande Peur (el Gran Miedo).

El 4 de agosto de 1789, la Nueva Asamblea Constituyente, invalido por ley las servidumbres personales (abolición del feudalismo), los diezmos y las justicias señoriales, instaurando la igualdad ante el impuesto, ante penas y en el acceso a cargos públicos. Esto significo que los nobles y el clero perdieran sus privilegios. El curso de los hechos se había definido y si bien la implantación del nuevo modelo no se hizo efectiva hasta 1793 significo el final del absolutismo en Francia.

La Revolución marco un golpe duro a la iglesia y la tradición cristiana francesa. Durante su régimen se abolió y atacó a todas las religiones, se quemaron y saquearon iglesias por toda Francia, siendo la más destacada la ocurrida en Lyon encabezada por Fouché. Fue aquí donde se originó un nuevo culto que exaltaba a la república y como diosa a la democracia.

La ira del pueblo se vio saciada temporalmente en 1793 tras la decapitación de los monarcas franceses pero esto solo dio pie a una ola de detenciones y ejecuciones de presuntos traidores a la patria, que convertiría a la revolución más bien en una especie de masacre y no de salvación o cambio socio-político, ya que al poco tiempo la monarquía volvería y con ella el imperio.

Los efectos de la revolución pronto hicieron mella en muchas otras naciones y derivaron en la unificación de Francia, la revolución española, la revolución rusa, la toma del poder del nazismo en Alemania y aun hoy significa algo en nuestras vidas: Cada idea de libertad, cada expresión de hacernos escuchar, es una parte de aquella lucha de 1789, de aquellos franceses que buscaban la libertad, la justicia y la igualdad. De ahí el lema: Libertad, igualdad, fraternidad. Estos eran los valores que se buscaban, que se querían y se demandaban tanto de las autoridades como del pueblo mismo.

NOTAS.

-En palabras de José Fouché: “Nada rebaja tanto al hombre, y particularmente a la masa, como el miedo de lo invisible. (Fouché; Pág. 68)