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La peste negra y el fin de la sociedad medieval

Enviado por   •  12 de Marzo de 2018  •  28.063 Palabras (113 Páginas)  •  476 Visitas

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A continuación intentaré resumir primero como la Iglesia y el feudalismo fueron las bases de la sociedad medieval, para describir en los siguientes capítulos los principales cambios económicos, sociales y espirituales que experimentó Europa tras el paso de la peste y cómo estos la cambiaron para siempre.

3-DESARROLLO

- Las bases del Mundo Medieval

3.1.1 El Cristianismo

Caída Roma, la Iglesia Cristiana occidental asumió el papel de civilizar y servir de contrapeso a la aristocracia guerrera bárbara. Tuvo un rol crucial en la formación de cultura occidental al imprimirle un sello trascendente, empapando a los nuevos estados bárbaros con la visión cristiana de la sociedad. Le Goff lo llama “el descenso del cielo en la tierra”.

‘El cielo viene a vivir entre nosotros (…), pero si el cielo se pone al nivel de la tierra, significa igualmente que la tierra se transfigura, que estamos atrapados en un movimiento ascendente.´[3]

Dawson por su parte plantea:

‘Si fue una edad de la fe, no lo fue meramente a causa de su externa profesión religiosa; ni mucho menos debe inferirse que los hombres de aquella época eran más morales, más justos o más humanos. Más bien porque no tenían fe en ellos mismos (…) sino que ponían su confianza en algo más que la civilización, en algo fuera de la historia.’[4]

Si algo caracteriza a la Edad Media fue su sello cristiano, por eso Luis Suárez no habla de Europa, sino que de “Universitas Christiana”[5]. Los textos de la época lo ratifican ‘El Concilio de Lyon de 1245 reunió prelados ‘procedentes de todos lo ancho de la cristiandad’; en Prusia, los caballeros teutónicos partieron en campaña para ‘ampliar las fronteras de los cristianos.’[6]

Tal como lo hizo en el mundo romano, la Iglesia cristiana occidental no pretendió, en general, disputarle el poder político sino que encauzarlo. La influencia de la Iglesia era principal, pero no únicamente espiritual. El objetivo más importante de cualquier hombre medieval, noble o villano era la salvación de su alma y eso pasaba por la comunión con la Iglesia y la jerarquía civil.

El mejor ejemplo de esta influencia es Carlomagno, el “padre de Europa” que asumió como su misión el expandir la civilización cristiana en las tierras bárbaras europeas. El imperio Carolingio fue el resultado de la unión del estado bárbaro con el cristianismo y se apoyaron mutuamente para instaurar un gobierno teocrático, el imperio cristiano europeo.

Cuando fracasó, la Iglesia quedó como el elemento común que intentó encauzar y limitar los excesos de lo que llama Dawson la “aristocracia tribal bárbara”[7]. Europa fue entonces una unidad religiosa más que política. Se opuso a prácticas arraigadas en el mundo bárbaro. Combatió al aborto; el abandono de niños; el adulterio; la usura; promovió el matrimonio estable; defendió la propiedad privada, pero con la limitación de que se buscara hacerla productiva; reglamentó las herencias para limitar las luchas dinásticas.[8]

En esta sociedad orientada a lo trascendente, La Iglesia era su reserva moral, su energía vital. Duby lo describe magníficamente:

‘La sociedad de aquel tiempo creía firmemente en la solidaridad, en la responsabilidad colectiva. Tanto en el bien como el mal. Cuando un villano cometía un crimen, todos se sentían manchados. De igual modo pensaban salvarse por la pureza, por las abstinencias de algunos delegados. Estos eran los monjes. Un puñado de hombres encargados de desviar con gestos y fórmulas la cólera de cielo, de captar el perdón divino y de difundir en torno a ellos este rocío benéfico.’[9]

En segundo lugar, fue el depositario de la cultura clásica y del conocimiento. En los monasterios e iglesias se preservó la cultura griega y romana y se desarrolló toda la labor intelectual de Europa. Floreció la música, la arquitectura, el arte y la pintura, se copiaron los clásicos; se mantuvo vivo el estudio de la fe y la razón. Christopher Dawson resalta la importancia de esta labor de custodia:

‘La pervivencia de la literatura clásica y de la tradición retórica no sólo hizo posible la aparición de las literaturas modernas, sino que asimismo formó la manera europea de pensar, haciendo posible la actitud racional y crítica ante la naturaleza y en la vida que caracteriza a la civilización occidental.’[10]

Las universidades, formadas a partir de las escuelas catedralicias, fueron el centro del desarrollo intelectual del Medioevo. Paris, Chartres, Canterbury, Oxford, Reims, Laon, Bolonia fueron los centros intelectuales de Europa. La Iglesia proporcionó también a los estudiantes universitarios una protección especial, extendiéndoles los beneficios jurídicos del clero.[11] En las universidades se desarrolló el razonamiento y la discusión, el método escolástico se basó en el cuestionamiento, confiada la Iglesia que la razón sólo podía conducir a un conocimiento más perfecto de Dios y la obra divina.

La visión trascendente inspiró también el arte medieval, elevándolo como una forma privilegiada de acceder a Dios. Las catedrales medievales de Europa son a juicio del historiador Paul Johnson “el mayor logro de la humanidad en el conjunto del teatro del arte”[12]. Es imposible no sobrecogerse por estos magníficos monumentos de espiritualidad y perfección artística, conociendo además el enorme esfuerzo económico y tecnológico que requirieron. Existe una leyenda mencionada en el libro de Jacq y Brunier .

‘Un burgués de la Edad Media pasaba un día delante de una de las numerosas canteras que en aquella época se habían abierto. La curiosidad le indujo a acercarse a un pequeño grupo formado por tres canteros y, al cabo de unos instantes de observación, se atrevió a hacer una pregunta indiscreta.

-¿Qué haces?-interrogó al primero.

-Me gano la vida-le contestó el obrero.

-¿Y tú?-interpeló al segundo.

-Labro un bloque de piedra. Repuso el hombre.

-¿Y tú?. Preguntó al tercero.

-Construyo una catedral. Dijo el Compañero del Deber’[13]

Esta simple respuesta nos ejemplifica cómo la Iglesia le da sentido a la vida del hombre común, el movimiento ascendente hacia Dios logra sacar lo mejor del hombre medieval.

El

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