La politica exterior de los Estados Unidos. Lettieri
Enviado por Helena • 27 de Mayo de 2018 • 4.610 Palabras (19 Páginas) • 535 Visitas
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- Características de la política exterior latinoamericana de los EE.UU.
El común denominador de la política norteamericana ha sido su aspiración de salvaguardar y acecentrar sus intereses y propiedades en la región latinoamericana, para lo cual se ha intentado excluir a cualquier poder extracontinental capaz de desafiarla. Si bien la Doctrina Monroe apuntaba a los miembros de la Santa Alianza, a lo largo del siglo XX experimento sucesivas reinterpretaciones que la dirigieron hacia las potencias del Eje, y ya en el siglo XX, hacia la Unión Soviética y China.
Desde la perspectiva de los EE.UU, su relación con América Latina está marcada por la benevolencia, en contraste con los designios malévolos de las potencias europeas sobre la región. En tal sentido, las medidas de control económico, e incluso la ocupación armada directa norteamericana, han sido justificadas como gestos de protección y de buena voluntad hacia sus vecinos. El presidente Woodrow Wilson, el mayor intervencionista en el Caribe, por ejemplo, no tuvo empacho en condenar vigorosamente la explotación económica y financiera “extranjera” de la región por parte de las naciones europeas. (pese a que durante su mandato se sostuvieron las guerras que permitieron que los EE.UU adhiriesen más de la mitad del territorio de México, y a España le quitaron Puerto Rico y Cuba y Filipinas, así fue definido como el “gran no intervencionista” recurriendo al artilugio de afirmar que se trata de “guerras justas”)
De acuerdo a la interpretación oficial, los EE.UU han considerado al imperialismo estrictamente como una forma de dominación política directa, excluyendo de esa definición a la explotación económica de los pueblos supuestamente inferiores. En los casos en que los EE.UU. ocuparon de manera violenta el territorio de diversas naciones del Caribe y América Latina en general, se ha argumentado el carácter temporal y benévolo de la iniciativa y su naturaleza preventiva frente a eventuales intervenciones de las potencias europeas. Estas justificaciones se basaron en el supuesto de la superioridad moral de los EE.UU. sobre los europeos, que fue ingrediente vital de la doctrina Monroe. En cuanto al imperialismo económico, ha sido desechado reiteradamente por políticos e intelectuales, que consideraron que “la América Latina ha sido la parte beneficiada de la gran generosidad estadounidense y que, muy en particular en los últimos dos lustros (publicado en 1943), se han dado a la región grandes sumas de ayuda económica, y sin nada a cambio”.
Por entonces a fines del siglo XIX, sus dirigentes proclamaron explícitamente su misión civilizadora y no se preocuparon demasiado por ocultar su opinión de que los latinoamericanos no eran capaces de gobernarse a sí mismos. Theodore Roosevelt (1901-1909), el “gran garrote”, puso los cimientos de lo que se ha descrito como la política panameña de los Estados Unidos; William Taft (1909-1913) se lo relaciona con la “diplomacia del dólar” y a Woodrow Wilson (1913-1921) con la “diplomacia misionera”. Si Taft deseaba aumentar la presencia económica de su patria en el Caribe, los progresos en este sentido se multiplicaron bajo el gobierno de Wilson. La penetración económica de los EE.UU. en América Central les permitió ejercer una influencia política mucho mayor en los asuntos internos de los países, sobre todo en la región del Caribe, donde el reconocimiento por parte de los EE.UU. han usado este instrumento tanto para derrocar a las autoridades que no aprobaban, cuanto para forzar la aceptación de ciertos compromisos como precio para su reconocimiento.
Algunos autores han señalado que el componente racial fue un factor importante en las relaciones de los EE.UU con México, y que el haberse apoderado de más de la mitad de su territorio puede considerarse como una prolongación del despojo a los indios norteamericanos. En la sensible región del Caribe esta discriminación racial ha sido más aguda, en donde los negros abundan. En esa zona se ha verificado la mayor parte de las intervenciones armadas de los EE.UU. el trasfondo racial de esta relación resulta muy significativo. El corolario, de 1904, de Theodore Roosevelt a la doctrina Monroe se basó en una premisa aún más general: la inferioridad de los latinoamericanos y su incapacidad para manejar sus propios asuntos. Afirmación fundamentada en el supuesto de que los latinoamericanos estaban entre los pueblos atrasados del mundo y que, de no haber sido por la protección de los EE.UU, habrían sido colonizados, como lo fueron los asiáticos y los africanos. Después Woodrow Wilson manifestó su deseo de “enseñarles a elegir buenos gobernantes”. E incluso el autor de la política de “buena vecindad”, Franklin Roosevelt (1933-1945), no tuvo empacho en manifestar que “muchos de los latinoamericanos son tan buenos como nosotros”
Hacia 1890, la nueva condición de potencia económica mundial revestida por los EE.UU, estuvo acompañada de una mayor determinación para ejercer la hegemonía sobre América Latina, por medio del fomento del panamericanismo. Su política tuvo como fines principales un incremento significativo del comercio con la región y el arreglo pacífico de disputas entre los estados americanos. Busca expulsar la influencia europea, en especial de Inglaterra, y crear las condiciones indispensables para el auge de los negocios americanos.
Los EE.UU han invocado frecuentemente el derecho internacional para respaldar los reclamos de sus ciudadanos contra los gobiernos latinoamericanos. Durante el siglo XIX y principios del XX, los reclamos se fundaron fundamentalmente en la falta de pago de deudas y daños sufridos por desórdenes civiles, denegación de la justicia, etc. Posteriormente se han vinculado con la expropiación de compañías estadounidenses, debido a la pretensión de los gobiernos latinoamericanos de ejercer el monopolio de los recursos del subsuelo, fundamentalmente petróleo y minerales.
Al entrar los EE.UU en la primera guerra mundial, sus relaciones con América Latina eran bastante tensas. La política fundada en la doctrina Monroe y el Corolario Roosevelt habían producido muchas intervenciones en la región del Caribe; estaba naciendo una forma de intervención gracias a la cual los EE.UU llegarían a tener el dominio de la Republica Dominicana, Nicaragua y Haití, además del que ya tenían sobre Cuba y Panamá. Como contrapartida, la participación latinoamericana en los combates fue muy limitada. Si bien ocho países latinoamericanos declararon la guerra a Alemania, solo Brasil y Cuba desempeñaron algunas acciones. Otros cinco rompieron relaciones con Alemania, pero entre los que quedaron neutrales hubo países importantes
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