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Representaciones del Diablo.

Enviado por   •  7 de Julio de 2018  •  9.562 Palabras (39 Páginas)  •  319 Visitas

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Diablo en una “figura más literaria” que en una “figura real”. Al final, concluye su obra con un análisis de las visiones del Diablo explotadas en el siglo XX a través de los medios de la Modernidad, como el cine, la literatura, la publicidad, los rumores urbanos y los nuevos

“cultos satánicos”.

3) El marco analítico para el estudio del Diablo como imaginario popular en la Historia de Honduras

Para el sistema de análisis de nuestro estudio sobre este fenómeno en Honduras, hemos optado por retomar el modelo analítico expuesto desde la perspectiva sociológica por el historiador y teólogo de la liberación Maximiliano Salinas, quien analizó en su obra Demonología y colonialismo: Historia de la comprensión folklórica del Diablo en Chile5 los discursos construidos acerca del Diablo en la historia de Chile, y en donde básicamente propone dos niveles sobre la concepción de la demonología en ese país. En este sentido, él propone el esquema siguiente:

- Primero, en América Latina, desde la época de la Conquista se construyó un imaginario o “concepción oficial del Diablo”, sustentado hegemónicamente y jerárquicamente por la Iglesia oficial y por las autoridades coloniales. Ese sistema se reconstituyó igualmente tanto en la época colonial como en la neocolonial de la etapa republicana. En ambos momentos, como partes de un todo de dominación, lo “diabólico” se entendió como la transgresión de los límites religiosos, políticos, económicos, culturales, etc.) del orden colonial-neocolonial, desde una teología que hablaba desde dicho orden, o sea la “cristiandad” como estructura histórica. Así, lo “diabólico” era transgresión de la cristiandad como estructura histórica total, donde la religión opera como fundamento del orden de dominación. En este sentido, si el

“Pueblo” se rebelaba contra la Corona, o si cometía pecados, o continuaba adorando a sus antiguas deidades o no pagaba los diezmos, es que se acercaba irremediablemente al Diablo.

- Frente a esa “concepción oficial del Demonio”, Salinas opone otra construcción discursiva antitética, a la cual denomina “concepción popular”, la cual se entiende como las prácticas religiosas o creencias populares mediante las cuales el Pueblo construyó una imagen más burlesca, lúdica y jocosa de la demonología, a través de la cual se traducía una visión más relajada sobre el destino y cosmovisión de dichos sectores populares, y que se traducía esencialmente en todo un acervo de creencias, tradiciones, literatura oral y otras prácticas que buscaban liberar la noción de “castigo” concebida inherentemente en la concepción oficial. En este sentido, operan como prácticas de esta “concepción popular” creencias o tradiciones como las legendarias historias del “Diablo burlado”, los bailes de moros y cristianos, las pastorelas, la concepción del “Pacto con el Diablo” como vía para la obtención de bienes materiales, del amor o de regalos, y desde luego la noción de que los bienes terrenales o de riqueza por parte de las clases pudientes han sido obtenidos posiblemente con “malas artes” o a través de “favores del Demonio”.

4) Las visiones del Diablo y los procesos de “diabolización” en la época colonial

En la época colonial, desde el momento de la Invasión y Conquista, tanto las autoridades coloniales de la Corona como la mayoría de la jerarquía de la Iglesia argumentó desde la

“demonología oficial” una visión demoníaca de los indígenas americanos, así como de su cultura y tradiciones religiosas.

En este sentido, desde los inicios de la colonización, las autoridades españolas fustigaron a los indígenas con estos prejuicios y representaciones peyorativas, acusándolos frecuentemente de diabólicos, borrachos, viciosos de la carne y pecadores.

Así retrata a los indígenas Tolupanes por ejemplo el presidente de la Audiencia de Guatemala, Alonso de Criado, en una carta6 que remite al Rey en 1598, caracterizándolos de la siguiente manera:

Son gente muy silvestre, grandes ydólatras… Alláronseles mucha suma de oratorios, de ydolos y cassas, y entre ellas una más solemne, en que sobre un túmulo de piedra y barro amasado estaba un demonio de estatura de un hombre, tendido de largo, y en torno de él le çercaban más de otros duçientos, hechos de paja lo de dentro y aforrados con papel del monte. Figuras todas del demonio que en el túmulo rodeaban, con distinçión de embras, y estas eran de varro. Dizen también que los soldados hallaron muchas casas con entresuelos de bóveda, a do entierran a los muertos, y allí los cuerpos echados, secos y enteros, con sus comidas como la hazen la gente maumetana…

Asimismo, otra “Relación” escrita por los monjes franciscanos acerca de la situación de los indígenas del oriente de Honduras, concretamente referentes a los indígenas Tolupanes y Pech, argumenta el tópico muy generalizado en la época de que los indios -antes de la Conquista y evangelización- habían estado atados a las garras de Demonio, y los describen de la siguiente manera:

… Vagan por las montañas haziendo sus rancherías, ya en un lugar, ya en otro, con débil fábrica y poco artificio… La implacable ira infernal, que temía ser despojado del tirano dominio con que tenía cautivas tantos siglos aquellas infelices criaturas, culminó con la benéfica labor de conversión que hizo el venerable padre Esteban [Verdelete]…7.

De igual manera, en la segunda mitad del siglo XVI, cuando estaba en su etapa de apogeo el proceso de colonización, el Obispo de Honduras Jerónimo de Corella informaba lo siguiente:

Yo he padecido muy grande trabajo con la gente de este obispado, que como havia 22 años que se fundó este puerto de Trujillo se pobló de cristianos y nunca tuvieron en todo este tiempo obispo ni otra persona que les reprendiese los pecados y ofensas que hacían contra Dios, que tan arraigados en ellos que ni por bien ni por mal los puedo sacar de ellos y aunque se ha hecho arto fruto con la ayuda de Dios, es gente indómita incorporada al Diablo, a sus biçios y sus pecados8.

Más tarde, ya en el siglo XVII, el Obispo Alonso de Vargas y Abarca acometió por medio de los franciscanos el proceso de evangelización en el territorio de la Taguzgalpa, que comprendía regiones de la actual Mosquitia, Olancho, Yoro y el norte de Francisco Morazán, donde habitaban entre otros los indígenas Pech, Tawahkas y Tolupanes, y después de haber reducido a algunos de esos poblados, escribió

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