Sexo y análisis profano. Freud y sus hombres.
Enviado por klimbo3445 • 13 de Abril de 2018 • 3.599 Palabras (15 Páginas) • 423 Visitas
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Morton Prince fue uno de los primeros neurólogos que promovió el uso de la psicoterapia. En las décadas siguientes incorporó a su práctica neurológica las técnicas psicoterapéuticas que se desarrollaban en Europa. Cuando Freud llegó a Boston, Prince ya estaba preparado para confrontar al psicoanálisis desde una posición segura.
A partir de 1900 los psiquiatras convergieron en el campo que ya venía experimentando los neurólogos norteamericanos. Bajo la bandera preventiva, se asociaron con los neurólogos en el tratamiento conjunto de las enfermedades nerviosas y mentales.
El amparo de la medicina fue el sello de garantía que protegió al desarrollo del psicoanálisis norteamericano. La psiquiatría comenzó a tener prestigio dentro de la medicina cuando logró hacerse un área propio de problemas: enfermedades psicogenéticas. Esto fue posible merced a la incorporación del psicoanálisis como teoría hegemónica dentro de la psiquiatría norteamericana.
Las asociaciones psicoanalíticas norteamericanas eran organizaciones prestigiosas. Sus institutos entrenaban sólo a médicos psiquiatras: los asistentes sociales y los psicólogos clínicos trabajaban bajo su supervisión. La psicología se localizaba en departamentos universitarios segregados de la medicina.
Durante la Segunda Guerra Mundial, la psicología ganó poder y prestigio. Las fuerzas armadas solicitaron sus servicios para elevar la moral dela tropa, reclutar a oficiales en tareas riesgosas y orientar la guerra psicológica. La neurosis de guerra ahora pordría ser prevenidas.
La guerra propulsó a las mujeres adentro del mercado de trabajo profesional en los Estados Unidos. Asistentes sociales y psicólogas fueron promovidas a posiciones con mayor prestigio y autonomía profesional.
La Argentina: el ascenso de la medicina.
La reforma de 1918 contribuyó a ampliar la oferta educacional que la clase media, originada en la inmigración, demandaba con urgencia.
La crisis económica de los años 30 desató temores sobre la fragilidad del avance logrado; peor aún: impuso controles corporativos sobre el mercado y sobre el acceso a las profesiones, estableciendo cupos de ingreso a las distintas facultades.
La profesión médica es paradigmática de este período de vertiginoso en la sociedad argentina. En los años 20 el título de médico era el más común entre los otorgados por las universidades nacionales; en las carreras cortas de la Facultad de Ciencias Médicas crecía el números de mujeres.
La corporación médica tuvo una reacción muy compleja frente al crecimiento rápido del número de estudiantes y graduados. Primero, las organizaciones profesionales y académicas diagnosticaron un deterioro en la calidad de la formación universitaria: lo atribuyeron a la cantidad de ingresantes y por lo tanto presionaron a achicar cupos.
Por otro lado, las especializaciones médicas comenzaron a multiplicarse con sus cursos de posgrado, diplomas diversos en las paredes de los consultorios y secciones de la Asociación Médica Argentina.
La psiquiatría era una de esas especialidades apenas renovadas que pretendía tomar para sí una franja borrosa de ese campo de dolencias. En la Argentina, la psiquiatría se estaba deslizando hacia el lugar del tratamiento especializado de malestares que no preocupaban al Estado. Ese campo difuso, ubicado entre la locura y la salud mental, exigió una fuerte revisión de la imagen profesional.
Una fuerte influencia francesa afectaba toda la medicina argentina, que encontraba pocas líneas de contacto con la medicina norteamericana, en la cual había arraigado con tanta fuerza el movimiento psicoterapéutico y el interés por la higiene mental.
Los psiquiatras no eran los únicos en luchar contra la invasión de un territorio que reclaman como suyo, pero su postura era la más radical, precisamente por ser la más frágil.
Los psicoterapias que se practicaban durante los años 20 en Buenos Aires estaban a menudo a cargo de legos provenientes de los oficios más diversos. Ilusionistas e hipnotizadores utilizaban a menudo sus habilidades sugestivas con fines terapéuticos. Fundada en 1919, la Sociedad Argentina de Psiquiatría y Neurología se convirtió en un foro para debatir los avances científicos y en el instrumento para prevenir a la profesión de los abusos cometidos por los charlatanes y para poner coto efectivo de esas prácticas.
El interés por la psicoterapia derivó en un interés por incorporar las innovaciones técnicas y teóricas del psicoanálisis. La medicina estaba en condiciones de absorber algunas innovaciones técnicas propuestas por el psicoanálisis.
El psicoanálisis argentino, por otras razonas, se desarrolló como el europeo: segregado de la medicina oficial.
Una profesión para varones.
El examen del cuerpo comenzaba por la visita de la morgue. Ese ritual de pasaje a la condición de aprendiz de médico era también el de la entrada a un peculiar mundo de hombres: aquel de los que pueden ver y tocar el cuerpo de otros, hombres y mujeres, haciendo abstracción del sexo.
Observar quizás por primera vez a un hombre desnudo, muerto, rodeada de otros hombres era tan atroz como observar la muerte. La presencia de ellas sexualizaba la muerte ante los ojos de los hombres, por eso la mujer se abstenía de la carrera médica.
Sea por una razón –el sexo y la muerte- o por la otra –la oposición entre familia y carrera profesional-, aunque seguramente por las 2, las mujeres estaban todavía excluidas del campo médico. En la medicina surgió el psicoanálisis en la Argentina, y con el surgimiento llegaron el sexo y las mujeres; su entrada fue a su vez uno de los elementos que provocó la salida del psicoanálisis de la medicina.
Hubo desacuerdo sobre 2 aspectos importantes para la creación de una sociedad psicoanalítica. Uno de ellos era el requisito para acceder a la profesión psicoanalítica: el entrenamiento formal y la obligación de someterse al análisis didáctico. El otro aspecto, era el requisito médico para la práctica del psicoanálisis. Lo que insistían en el entrenamiento psicoanalítico por la vía del análisis aceptaban el análisis profano, aunque no sin condiciones, los otros tendrían a escandalizarse por la admisión en la práctica psicoanalítica de personas sin título médico.
La relativa demora en la introducción del psicoanalisis en la sociedad argentina puede adjudicarse a la barrera impuesta por el profesionalismo médico.
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