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Venezuela, Nueva Granada y Quito

Enviado por   •  14 de Febrero de 2018  •  3.769 Palabras (16 Páginas)  •  429 Visitas

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Aun así, en pocos aspectos importantes Nueva Granada disfrutaba un desarrollo intelectual más alto que Venezuela. Había gran actividad en las profesiones, gracias en parte al estatus de Santa Fe como capital virreinal con la burocracia y todo lo demás que eso conllevaba. La distribución más uniforme de propiedades permitió una mayor difusión de al menos un poco de aprendizaje y el “personaje nacional” de los granadinos les dieron un ímpetu especial a las profesiones legales. Un general español competente los describió como tímidos generalmente, y así explicaba el hecho de que en Nueva Granada “uno escribe mucho, y los jueces estas abrumados con el trabajo” en cambio en Caracas “las disputas se terminan por medio de la espada”9 Sin embargo Nueva Granada producía más que abogados. El estudiado español José Celestino Mutis, enviado a Nueva Granada en una misión científica por Charles III, tuvo éxito en empezar un movimiento para la investigación de las ciencias naturales que ganó elogios y reconocimiento incluso en Europa y fue continuado hábilmente después de su muerte por un nativo granadino, Francisco José de Caldas.

El tercer elemento del Virreinato era la Presidencia de Quito, correspondiente al actual Ecuador. Como sus gobernadores tenían un rango más bajo que la capitanía general de Venezuela, él estaba más genuinamente sujeto al Virrey en Bogotá, pero las conexiones entre Quito y el territorio de Nueva Granada han estado permanentemente selladas solo en 1740, e incluso entonces no reemplazaba totalmente la anterior dependencia de Perú.10 Socialmente, Quito aún tenía más en común con Perú, teniendo una estrecha aristocracia criolla junto a una clara mayoría de indios puros que vivían sus propias vidas tan lejos del antíguo* como les dejaran. La importancia económica de la Presidencia era casi despreciable. Solo en Guayaquil tenían una mayor exportación de cultivo, cacao, y no tenían minas como las de Nueva Granada. La mayoría de la población vivía en las templadas tierras altas, que no podían seguir exportando sus cultivos más que la llanura de Bogotá. En cambio, ellos producían comida para consumo local, animales para carne y lana y textil grueso. El más tarde hecho Ecuador el jefe de distrital de manufacturación del virreinato, pero los textiles ecuatorianos habían perdido sus encargos en el mercado peruano cuando Charles III abrió la costa Pacífica para un comercio directo con España, y ellos retuvieron solo lejos de prósperos mercados domésticos y de los campos mineros al oeste de la Nueva Granada. Un buen indicador del estado general de Ecuador alrededor del siglo XVIII era el grado Real especial de la reducción de la tasa anual de hipotecas (censos) perteneciente a la Iglesia desde el normal 5% a 3%.11 Los propietarios ecuatorianos convencieron a la corte que ellos simplemente no podían permitirse pagar más. El estancamiento económico, por supuesto, no perjudicó la estricta división social en dos desiguales clases: y ayudó a producir una atmósfera de aislamiento más pronunciada que la de Nueva Granada.

Las dificultades económicas de Quito tal vez ayuden a explicar por qué, a pesar del atraso, se convirtió en la escena del primer conflicto mayor de la Guerra de la Independencia. En ninguna parte del Virreinato, sin embargo, los problemas empezaron como una explosión de las masas largamente oprimidas contra las desigualdades del sistema colonial. En realidad, la gran mayoría eran en todas partes o inconscientes de estas desigualdades o relativamente indiferentes a ellas. La prohibición legal del comercio por fuera del Imperio era profundamente sentido y generaba un gran resentimiento en los intereses de las plantaciones venezolanas; pero ciertamente no por los indios ecuatorianos y era fácilmente evadido por el comercio de contrabando de las Antillas. Las prohibiciones de actividades industriales y otras que competían con las del país madre eran ocasionalmente denunciadas como opresión, o tal vez como meramente sin sentido,12 pero no hay evidencia que ninguna línea de producción se halla frustrado solo por decretos españoles, y mucho menos que esto era un problema popular importante. Más importante era la exclusión de los criollos, por costumbre más que por ley, de la mayoría de puestos de distinción en la Iglesia y el Estado, y la repulsión social administrada por nacidos europeos españoles que llego con la política de exclusión. Ésta doble discriminación encabezó la lista de las quejas de la colonia de la clásica historia de la Revolución Colombiana de José Manuel Restrepo.13 Por otra parte, era algo que afectaba mayormente a la élite de criollos poseedores de tierras y profesionales; el hombre promedio no podía aspirar a ser arzobispo o sentarse en una de las altas cortes, y él no sería descartado por razones de nacionalidad si buscase una pasantía en el servicio postal. De hecho, los criollos de clases altas eran muy tibios en sus resentimientos, muy desunidos y muy empapados en el tradicional respeto al rey español para golpear con fuerza en contra de su gobierno solamente con iniciativa propia.

Por supuesto había excepciones a todo lo que se acaba de decir, viéndose que el cambio se preparaba gradualmente. Uno era la revuelta de los comuneros en Nueva Granada en 1781, aunque era esencialmente una protesta masiva por un incremento en los impuestos y esto no era enteramente un sin precedentes bajo el régimen en la colonia. Más significante para la Guerra de la Independencia fue la propaganda y el complot de Antonio Nariño en Nueva Granada y Francisco Miranda en Venezuela, desde que los dos se habían convencido francamente de la necesidad de separación de España. Sin embargo, El régimen español no estaba remotamente amenazado, hasta que eventos en España forzaron las manos de los líderes criollos. El secuestro de Ferdinand VII por Napoleón en 1808 y el establecimiento por parte de patriotas españoles de una serie de juntas para gobernar en su ausencia sugirió a los criollos que ellos podrían organizar juntas propias para el mismo propósito. Las juntas españolas recibieron la lealtad de los administradores españoles en sus puestos, así que las primeras noticias de las dificultades de Ferdinand no trajeron una acción decisiva en ninguna parte del virreinato. Entonces, antes de mediados de 1809, una revuelta finalmente tomo lugar en Quito. Los criollos estaban abrumadoramente a favor de establecer una junta regional, y con el obispo patriota de Nueva Granada para ayudar a superar los escrúpulos de los más tímidos, una junta fue formalmente creada. Pero Quito solo era muy débil para presentar una revolución. Tampoco Perú al sur de la Nueva Granada al norte estaba aún lista para seguir la demanda, y el movimiento se quebró rápidamente.

Los

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