Ensayo de El Estadio del espejo

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El yo-ideal tiene la función de velar la vivencia de fragmentación, funciona como una promesa de totalidad futura y sostiene al yo en la anticipación. Si la relación agresiva (yo o el otro) interviene en la formación yoica, es porque le es constituyente, porque el yo es desde el inicio por sí mismo otro, porque se instaura en una dualidad interna.

El animal posee un conocimiento instintivo a diferencia del hombre que si bien tiene componentes heredados biologicamente, lo que prevalece es lo que le es otorgado desde el exterior, desde el campo del Otro. Nadie puede tener de si mismo la certeza de coincidir totalmente con su imagen; por esa razón el yo necesita siempre del reconocimiento del Otro que le asegure su imagen. La relación inestable del sujeto con su imagen está intermediada por la función de lo simbólico que tiene la propiedad de localizar imágenes.

Es el reconocimiento del Otro lo que le permite al sujeto situarse en relación a su propia imagen y en relación a los otros. Recordemos que en la esquizofrenia, donde justamente falla esta función del Otro, el sujeto ni siquiera puede constituirse como un cuerpo, como una unidad, por lo que es habitual las fantasías de despedazamiento, de pérdida de órganos.

El narcicismo del niño es el reflejo del narcicismo de los padres, que funciona como aparato ortopedico del yo. Es el deseo de los padres el soporte de su constitución.

En la famosa frase de Descartes (1596-1650) “Cogito ergo sum” pienso luego existo, vemos que hace coincidir al sujeto con el yo pensante, a diferencia de la lógica del psicoanálisis que sostiene lo contrario allí “pienso donde no soy, luego soy donde no pienso”. Es decir, no se trata del yo centrado sobre el sistema percepción-conciencia, organizado por el principio de realidad sino de la función de desconocimiento del yo.