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Un nuevo Ensayo "Sobre la Muerte y los Moribundos"

Enviado por   •  17 de Diciembre de 2018  •  2.877 Palabras (12 Páginas)  •  412 Visitas

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Segunda fase: Ira

Después de la reacción anterior, la negación, se llega un punto en el que no queda de otra que ver lo innegable; sin embargo, esto aún no se acepta, al contrario, no se quiere aceptar pero tampoco se puede negar, por lo que trae consigo sentimientos de rabia, ira, envidia y resentimiento. En esta fase, el paciente se pregunta: “¿Por qué a mí? ¿Por qué tuve que ser yo y no alguien más?”

Esta es una de las fases más difíciles de afrontar para la familia, debido a que la ira es desplazada, casi al azar, hacia todas las direcciones y se proyecta contra todos los que rodean al paciente.

Si mal no recuerdo, mi abuelo tuvo sus corajes muy ocasionales, pero realmente no fueron muchos pues él era una persona muy ecuánime. Eso sí, constantemente intentaba demostrar su autonomía, según mi abuela era debido a su orgullo.

El paciente en esta fase hace todo lo posible para que no se le olvide; cada ira, cada ataque de rabia, cada grito y queja son una exclamación diciendo que aún sigue vivo, que no sea olvidado.

Tercera fase: Pacto

Esta tercera fase consta de una negociación que intentará posponer lo inevitable. El paciente sabe que se le podrá recompensar por su buena conducta, el paciente hará todo tipo de promesas para poder realizar ciertas acciones.

El pacto es un intento de posponer lo inevitable (la muerte): incluye una recompensa para las “buenas conductas”, un plazo a cumplir fijado por el paciente y la promesa implícita de que el paciente ya no pedirá nada más si se le cumple esto.

Las promesas pueden encontrarse relacionadas con un sentimiento de culpabilidad oculta, por lo que es muy útil que el personal de los hospitales no pase por alto este tipo de comentarios. Se le debe de dar seguimiento al paciente hasta que se libere de sus temores irracionales o de su deseo de castigo por un sentimiento de culpa excesiva.

Cuarta fase: Depresión

Cuando el paciente ya no puede negar la enfermedad, no puede seguir haciendo “al mal tiempo buena cara”. Su insensibilidad y su ira serán sustituidas por un gran sentimiento de pérdida, la cual puede manifestarse por medio de varias formas: las pérdidas, del empleo, la figura, el dinero, la salud, etc., representan el primer tipo de depresión: la depresión reactiva; mientras que las pérdidas que se encuentran inminentes, es decir, las que aún no llegan, como podría ser la pérdida de la vida, forman parte de la depresión preparatoria.

Cuando un paciente sufre una depresión reactiva, es adecuado contenerlo a través de ánimos, hacerle ver lo positivo de la vida y las cosas; mientras que si el paciente sufre una depresión preparatoria, esto no sería lo más apropiado. En esta última, lo mejor que se puede hacer es escuchar y responder afectuosamente con caricias en el cabello, sostener su mano o simplemente escuchar.

Después de la operación, mi abuelo había perdido la movilidad en sus piernas, hablaba muy poco y las pocas veces que estuve con él no le entendía muy bien lo que decía. Tampoco mostraba muchos ánimos, probablemente porque se encontraba agobiado por los problemas externos: gastos, discusiones con mi abuela, discusiones de mis tíos, etc.

Quinta fase: Aceptación

Cuando un paciente pasa por las fases anteriores y es acompañado por un profesional, llegará a esta fase, donde su “destino” no le deprimirá ni le enojará, pues ya habrá expresado sus sentimientos a lo largo de este proceso.

Es importante esclarecer que no se trata de una resignación o una desesperanza a la vida, es una aceptación a la muerte, al fin. No hay que pensar que el paciente se encontrará en un estado de felicidad, es más como el fin de una lucha y es un paso más cerca al descanso final. Generalmente, es a los familiares a quienes se les debe de dar soporte en estos casos, pues el paciente prefiere estar solo o por lo menos no estar agobiado por las noticias del exterior. Sin embargo, es importante pasar un poco de tiempo con él.

Hay pocos pacientes que luchan hasta el último día de sus vidas, que mantienen esa esperanza que no les permite alcanzar la aceptación de este proceso. Cuanto más luchen para evitar la inevitable muerte, más difícil les será llegar hasta este proceso de aceptación con paz y dignidad.

No estoy seguro de que mi abuelo haya llegado a esta fase, realmente no lo veía con frecuencia, pero podría pensarse que sí, porque a pesar de que mi mamá lo describía como desmotivado, mis tíos lo describían como si realmente se hubiera empeñado en intentar caminar; la verdad es que yo lo veía casi como siempre, muy ecuánime, pero más apagado que de costumbre.

Esperanza

A lo largo del proceso de duelo, las fases se van sustituyendo una con otra, pueden llegar a mezclarse; pero lo único que persiste durante todo el proceso es la esperanza.

Esta cualidad se encontró con todos los pacientes, inclusive con aquellos cuyo realismo era muy fuerte, siempre dejan una pequeña posibilidad abierta de que ocurra un milagro y logren curarse. Todo esto con el deseo de que el aguantar un poco más tenga algo de sentido. Esta esperanza ayudaba a los pacientes en las situaciones más difíciles e inclusive llegaban a agradecer que se les diera esperanza en lugar de malas noticias.

Cuando los pacientes abandonaban la esperanza, era cuando estaban dentro de la fase de aceptación. Era entonces cuando se les dejaba de fomentar la esperanza.

Habían dos conflictos relacionados con la esperanza: cuando el paciente tenía esperanza, pero su medio ya no, por lo que se dejaba de considerar al paciente como un ser vivo; y cuando el paciente se encuentra en una fase terminal y la familia del paciente entra en un estado lleno de angustia que no les permite aceptar el final del paciente.

Mi hermano y yo tuvimos una discusión, precisamente por la esperanza. Él intentaba consolar a mi mamá diciéndole que Dios no se iba a llevar a mi abuelo; sin embargo, yo les decía que no podíamos asegurar nada, que no esperáramos lo mejor, pero tampoco lo peor, simplemente que estuviéramos ahí, con mi abuelo, como una red de apoyo.

La familia del paciente

Las necesidades de la familia cambiarán desde el inicio de la enfermedad y continuarán haciéndolo durante mucho tiempo hasta que se llegue el día de la muerte y todavía después que este.

La persona moribunda puede ayudar a su familia

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