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ENSAYO SOBRE ECLESIOLOGIA PAULINA EN LAS EPISTOLAS DE 1 Y 2 DE TIMOTEO Y TITO

Enviado por   •  30 de Mayo de 2018  •  7.452 Palabras (30 Páginas)  •  461 Visitas

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3. El desafío ministerial para Timoteo

Pablo confirma su encargo a Timoteo, le anima a actuar conforme a las profecías que se le pronunciaron respecto de su llamado al ministerio y las funciones que le tocaría desempeñar, recordándole que su tarea en la defensa de la verdad no sería fácil, llamándolo a mantener la fe y la buena conciencia.

Así también nosotros, tomando el nombre de Timoteos, estamos llamados a esa buena conciencia, siguiendo siempre la dirección del Espíritu Santo para hacer lo bueno y no lo malo, atendiendo los impulsos internos que Él nos lanza, porque al ignorarlos terminaremos desviándonos de nuestro ministerio y dejándonos llevar por nuestras pasiones como fornicaciones, avaricia, amor al dinero o a la honra etc.

III. ENSEÑANZA SOBRE LA ADORACION ( 2:1–15)

El Apóstol nos entrega instrucciones para la adoración destacando que la relación con Dios es accesible para todos y que Él desea la salvación de todos los hombres, para lo cual entregó a su hijo Jesucristo, a quien constituyó como el único mediador.

Se destaca que dentro de esas instrucciones hay un llamado para orar por los gobernantes y los que están en posición de influencia y autoridad, lo cual es de suma importancia y constituye un deber de la Iglesia, si tenemos en cuenta que DIOS puede actuar en los corazones e influir en las decisiones de éstas personas. De esto el Antiguo Testamento nos ofrece testimonios como el del rey Ciro de Persia a quien Jehová motivó a edificarle casa en Jerusalen.

Tal como lo señala Dinorah Méndez “la adoración consiste en una adecuada relación con Dios. Esta relación tiene su aspecto personal e involucra todos los aspectos de la vida del creyente, por tanto tiene que ver con un estilo de vida. De esta forma, una persona adora a Dios cuando le reconoce como su Señor y vive para honrarlo y servirle. Existe también el aspecto colectivo de la adoración. En este caso, los creyentes se unen para rendir culto a Dios, pero aun en estas reuniones no solo el canto o la música constituyen la adoración, sino todos los elementos que se involucran en el culto congregacional, tales como las oraciones, la lectura y meditación de la Palabra, los testimonios, las ordenanzas, etc.”

“Como iglesia tenemos el deber de orar. Todos los seres humanos deben estar presentes en nuestras oraciones y nuestro principal motivo debe ser la salvación de los mismos. Atención especial deben tener aquellos que se encuentran en una posición de autoridad, sabiendo que nuestras oraciones tienen además una razón especial: gozar de paz y tranquilidad en nuestras naciones”.

En los versículos 8–15, pablo imparte instrucciones acerca de cómo debe adorar el creyente, hombre o mujer, sabiendo que la adoración individual influye o afecta la adoración congregacional, haciéndonos ver como nuestra forma de vida y nuestro actuar está íntimamente ligado con la adoración, de lo cual debemos estar plenamente conscientes, porque este es el testimonio para los no creyentes, especialmente para nuestra familia.

En cuando a la referencia especial a la mujer en los últimos versos, ha sido de gran controversia. Pienso que se refiere a la madurez que debe tener el líder o ministro y no a la posición extrema de prohibir a la mujer ejercer el ministerio o incluso el servicio, lo cual se evidencia en el llamado a servir de todo cristiano “la gran comisión”.

IV. ENSEÑANZA SOBRE EL MINISTERIO DE LA IGLESIA ( 3:1–16)

Hace referencia a las cualidades y características de quienes prestan su servicio en la iglesia teniendo en cuenta un orden jerárquico, donde los obispos tienen un rango superior al de los presbíteros o ancianos. Para Dinoreh Mendez “…se puede entender que la palabra anciano o presbítero apunta hacia la madurez de la persona. Podría incluir la idea de tener cierta edad, pero es más probable que señale su respetabilidad y dignidad en la vida cristiana. Por otro lado, el título obispo significa supervisar o vigilar pastoralmente a la iglesia. “se refiere tanto a enseñar la verdad como también a refutar el error”.

Dentro de sus cualidades se destaca que deben ser personas irreprensibles, sin reproche, sin culpa, sin censura , sin tacha, pero no quiere decir que no tengan faltas o debilidades o que estén libres de pecado, lo importante es que no haya motivo para su condenación pública, como dice el autor, lo que se requiere es “que el ministro no solo no haga lo malo, sino que evite también lo que pueda parecerlo”.

Dichos requisitos se extienden además a su vida familiar, su carácter personal, sus capacidades para servir a la iglesia y su testimonio. En cuanto a la familia, debe hacerse a una reputación intachable en su conducta sexual y su matrimonio, no debe ser culpable de infidelidad matrimonial, tiene que saber guiar a sus hijos en la fe para que sean respetuosos y creyentes. Nuestro autor afirma que” no hay mejor acreditación de un ministro cristiano que tener hijos que siguen sus pisadas en la fe y a veces hasta en el mismo ministerio cristiano. No es posible pretender guiar a la familia de Dios si se ha fallado en guiar a la propia”.

Así mismo debe preocuparse por su carácter pretendiendo que sea como el de Cristo, sirviendo a la iglesia con amor y dando testimonio a sus miembros, de manera que su diario vivir y actuar sea el más fiel testimonio de su nombre de Cristiano y como tal siervo del Señor, sabiendo que es observado y que los demás seguirán a Cristo por lo que ven, obrando cada día en madurar su carácter, espíritu y acciones para agradar a Dios y reflejar la Fe Cristiana.

A los diáconos, se les atribuye responsabilidades en asuntos prácticos y de administración de la iglesia, incluso algunas de tipo espiritual, de convicciones firmes y una sana doctrina, guardando el fundamento de la fe.

Es así que en esta carta se exhorta a ministros, líderes y creyentes a conducirse en la Iglesia y fuera de ella como testigos de Cristo, teniendo clara su representación de la casa de Dios, refiriéndose al edificio pero también a sus miembros unidos como una familia “en la que Dios es el Padre y todos los creyentes son hermanos entre sí”, resaltando el amor, el compañerismo y la igualdad que debe existir entre los miembros de la comunidad cristiana, fundamentados en la verdad ,”a fin de que toda persona pueda verla”.

En cuanto al himno que finaliza el capítulo, John Stott lo divide en tres ideas contrastantes. “Primero, entre carne y espíritu, luego entre los ángeles y las naciones, y al final, entre el

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