Trabajo práctico a presentar Tema: EL REINO DE JERUSALÉN.
Enviado por Christopher • 1 de Octubre de 2018 • 2.230 Palabras (9 Páginas) • 379 Visitas
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- Con Abrahán, en cambio, emerge aquello que podemos llamar la «religión de la promesa». El hombre no se encuentra ya encerrado en la naturaleza siempre igual, sino que vive abierto hacia el futuro de la acción de Dios, hacia el camino creador de su propia historia.
Dos son los dones principales que ofrece la promesa:
• La tierra, que es expresión del mismo amor de Dios. Esta es la tierra de la posesión y del reposo sobre el mundo que al principio buscaban caminando los patriarcas; ésta es la tierra de la alianza y juramento de Dios, que viene a convertirse luego en signo de la plenitud escatológica: se convierte de esa forma en nueva tierra y nuevo cielo que los hombres buscan mientras van caminando y creando su vida sobre el mundo.
• La descendencia. En un principio, la promesa de un hijo (de una descendencia) está ligada al deseo más concreto de sobrevivir y mantenerse en el futuro: el clan de los patriarcas, diminuto y perdido sobre el mundo, recibe la certeza de que el mismo Dios quiere ofrecerle descendencia, esto es, camino de vida sobre el mundo. Más tarde, esta promesa se convierte en garantía de futuro para el pueblo: los hebreos, descendientes de Abrahán el caminante, serán pueblo grande y numeroso como las estrellas del cielo.
- La promesa de Dios se convierte de esa forma en principio de acción para los hombres: verdadero israelita es quien acepta la palabra de Dios y así camina, de manera creadora, hacia el futuro de la nueva humanidad (nueva tierra, nuevo pueblo). La religión se vuelve así camino de creatividad y de humanización, principio de la historia. En sentido estricto, israelitas son aquellos que descubren paso a paso la presencia de Dios en el compromiso activo de su historia y de esa forma la realizan (se realizan) como pueblo sobre el mundo.
5) Reinado de Saúl
En un primer momento (del 1350 al 1050 a. C), los israelitas no tuvieron reyes ni formaban un estado centralizado: se organizaron como federación de tribus libres, independientes entre sí, pero solidarias en el plano social y religioso, sobre el territorio cananeo. Se unían para celebrar sus tradiciones tribales y cultuales en los santuarios centrales de la federación (Guilgal, Siquén, quizá Silo). Se defendían mutuamente en caso de peligro y no necesitaban tener una autoridad central, un tipo de estado organizado.
Así pudieron mantenerse muchos años. Pero hacia el 1050 surgió un gran peligro: los filisteos de la costa sur del Mediterráneo se habían organizado en forma militarizada y empezaron a presionar sobre Israel. En ese momento, los antiguos hebreos comenzaron a descubrir que la vieja estructura federal no resultaba suficiente para la defensa de las tribus. Por eso tuvieron que elegir un rey como caudillo militar, a pesar de las protestas de los más tradicionalistas que no querían admitir más rey que Dios (cf. Jue 9 y 1 Sm 8). El primero de esos reyes se llamó Saúl.
Reinado de David
Aprovechando que los tres «grandes» del Medio Oriente (los hititas prácticamente desaparecidos, los egipcios y los asidos) se encuentran entonces impotentes, y apoyándose en su valor personal, David logra que lo elijan rey sucesivamente las tribus del sur y luego las del norte. Conquista la ciudad de los jebuseos, situada entre los dos grupos de tribus, y la convierte en la capital del nuevo reino: Jerusalén. Esto crea en Israel una situación totalmente nueva.
- En el plano político, Israel tiene entonces un rey como las demás naciones. Esto plantea una cuestión a algunos creyentes: ¿no es Yahvé el único rey? El profeta Natán desempeña entonces un papel capital. Para consagrar al rey en Babilonia o en Egipto, el sacerdote proclamaba sobre él un oráculo del dios nacional, del estilo: «Tú eres mi hijo; yo soy tu padre». Por medio de Natán, Dios declara que asume también una fórmula semejante: el día de la consagración, el hijo de David se convierte en hijo de Dios. Se comprende que el rey, lugarteniente de Dios, tenga una función esencial: se presenta como el responsable de la salvación de la nación delante de Dios; alrededor de él se construye la unidad política y religiosa.
- En el plano religioso, David realiza un acto que tiene valor político: decide instalar el arca de la alianza en su capital. Esta arca era desde el éxodo el lugar de la presencia de Dios para su pueblo. Al instalarla en Jerusalén, David vincula la presencia de Dios a la realeza. No es extraño que algunos creyentes discutan este gesto, ya que aparecen aquí dos formas de representar a Dios: o bien se trata de un dios estático, instalado en un lugar concreto, en manos del hombre, donde el rey y el pueblo pueden «ponerle la mano encima», o se trata de que Dios siga siendo libre, ese Dios que guió a su pueblo, que va adonde quiere, cuya presencia y acción son siempre imprevisibles. Y Dios, una vez más por medio de Natán, se niega a que David le construya una casa.
- En el plano administrativo, David empieza a organizar su reino. Aparecen diversas funciones: jefes militares, sacerdotes, secretarios, ministro de información. Y el propio David ordena hacer un censo.
- La política exterior de David tiene también consecuencias religiosas. Mediante guerras victoriosas, David hace entrar en su reino a algunas tribus y somete a otros reinos. Al hacerse vasallos del rey, esos pueblos pueden entonces gozar también de la alianza con Dios. Los escribas que narren la historia del pueblo intentarán mostrar cómo este universalismo estaba ya anunciado en la persona de Abrahán.
Reinado de Salomón
Salomón hereda el reino de su padre. Dotado de la sabiduría que Dios le dio, es decir, del arte de gobernar bien, se aprovecha de la paz para organizar el reino. Se desarrolla la administración: el país queda dividido en doce distritos encargados de proporcionar cada mes la mano de obra necesaria para los grandes trabajos. En Meguido y otros lugares se construyen grandes caballerizas. Una flota surca los mares. Las riquezas procedentes del comercio con Egipto y con Siria afluyen a Jerusalén, en donde Salomón construye un templo magnífico para su Dios y un palacio todavía mayor para él mismo. Pero también hay sombras. Salomón se ha portado como un rey de la época y no como el lugarteniente de Dios. La Biblia habla de que tuvo 700 mujeres y 300 concubinas. Pero lo cierto es que tuvo varias mujeres (entre ellas, una hija del Faraón), venidas de otras naciones; ellas se traían a sus dioses con el consiguiente riesgo de idolatría. Salomón explotó a su pueblo y, si logró contener la rebeldía
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