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CAPITULO XI IGLESIA, PUEBLO DE DIOS

Enviado por   •  25 de Agosto de 2018  •  3.101 Palabras (13 Páginas)  •  360 Visitas

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Cristo mismo dio a su Iglesia una constitución jerárquica. Cristo ha instituido a Pedro como cabeza de los apóstoles y como cabeza visible de la Iglesia militante. Es el portavoz autorizado de los doce. Dado que la Iglesia de Cristo fundada sobre Pedro como sobre una roca, es una Iglesia que debe perdurar hasta el final de los tiempos. Pedro debe tener sucesores. Pedro fue obispo de Roma, donde murió. Por tanto, el sucesor de Pedro es ahora el obispo de Roma.

El Papa es entonces la cabeza visible de la Iglesia, el principio y fundamento, perpetuo y visible de la unidad de la fe y de comunión. Su poder es universal, porque se extiende a toda la Iglesia; es supremo, porque no depende de ningún otro ni hay poder eclesial que se le pueda comparar; total, porque comprende la plenitud de los poderes que Cristo ha confiado a su Iglesia: enseñar, santificar, regir; ordinario porque no necesita ninguna delegación especial para ejercerlo; e inmediato porque se ejerce sin intermediario alguno en el sentido de que no necesita confirmación de otra autoridad.

Los apóstoles son los responsables de la organización de la Iglesia: nombran a Matías, instituyen los ministerios (obispos, presbíteros, diáconos), fundan iglesias. Obran en nombre del Señor: en la predicación de la palabra; en la administración de los sacramentos; en la adopción de decisiones en el ámbito moral, doctrinal o disciplinar; poder de hacer milagros.

Cristo quiso que los apóstoles tuvieran sucesores en su tarea jerárquica. Por esto, los apóstoles se cuidaron de establecer sucesores en esta sociedad jerárquicamente organizada. Estos sucesores son los obispos, quienes son los directores permanentes de la comunidad creyente.

A los obispo le acompañan los presbíteros y los diáconos. Los presbíteros, se constituyen en colaboradores, emisarios y finalmente representantes de los apóstoles. Tienen como función administrar todos los sacramentos, menos el del orden. De la confirmación son ministros extraordinarios.

Los diáconos, reciben la imposición de las manos no en orden al sacerdocio, sino en orden al ministerio. Es decir, para el servicio del obispo o del presbítero. Es oficio propio del diácono, la administración solemne del bautismo, el conservar y distribuir la eucaristía, el asistir en nombre de la Iglesia y bendecir los matrimonios, llevar el viático a los moribundos, leer la Sagrada Escritura a los fieles, instruir y exhortar al pueblo, presidir el culto y oración de los fieles, administrar los sacramentales, presidir los ritos de funerales y sepelios.

Finalmente, están los laicos. El nombre de laicos se entienden aquí todos los fieles cristianos, a excepción de los miembros que han recibido un orden sagrado. La base de la Iglesia está constituida por los fieles. En la Iglesia todos somos fieles cristianos.

Los fieles creyentes o son clérigos o son laicos: “Por constitución divina, entre los fieles hay en la Iglesia ministros sagrados, que en el derecho se llaman también clérigos; los demás se llaman laicos”

CAPITULO XIV: LA GRACIA EN LA VIDA CRISTIANA

La gracia es el principio y fundamento de la vida cristiana. En el Antiguo Testamento la Gracia es como una bondad y misericordia de Dios. Suele identificarse con la predilección divina por alguien. Se manifiesta la Gracia de Dios en la elección del pueblo de Israel sin méritos precedentes de los elegidos para formar el pueblo de Dios.

En el Nuevo Testamento, la gracia está basada sobre el perdón concedido a la humanidad pecadora por la muerte de Cristo. La gracia, pues, en el Nuevo Testamento es la salvación traída y otorgada por Jesucristo a los que han sido llamados a la comunidad de los creyentes. El mismo Cristo es la gracia fundamental de Dios, que merece toda la gracia a los hombres por su Redención copiosa.

En Teología la Gracia es algo dado por Dios sin merecimiento del hombre que trasciende las fuerzas y exigencias de la naturaleza. Dios es el único autor de ella, y no está obligado a concederlo ni el hombre por su propia fuerza puede alcanzarlo. El fin último de la Gracia es la vida eterna.

Es especialmente necesaria la gracia, para el conocimiento de la verdad, para obrar el bien, para evitar las ocasiones de pecado, para pedir al Señor la gracia, para desear la salvación y, sobre todo para preservar en la gracia de Dios.

Dios da a todos y a cada uno de los hombres las gracias al menos remotamente suficientes con las cuales, si ellos no las rechazan, pueden alcanzar la salvación. La gracia de Dios es siempre gratuita y depende, solamente de la liberalidad divina y, por lo mismo, Dios no puede cometer injusticias dando a unos gracias para su salvación y negándoselas a otros, este hecho iría contra el mismo fin de la Redención. Por esta razón, Dios reparte las gracias en todas las circunstancias en que pueda encontrarse el ser humano.

Hay gracias que son universales, tales como la oración; y otras particulares como puede ser la llamada a la vocación religiosa o sacerdotal. Lo importante es no desoír nunca ni desatender las gracias que Dios nos concede.

Todo hombre debe pedir al Señor, con la oración frecuente y constante, la concesión del mayor numero de gracias. Estas gracias dadas por Dios se deben recibir con recogimiento y con aceptabilidad; es decir, debe ser dócil a las llamadas y expresiones de Dios que no tiene más que un fin: nuestra salvación y participación en su vida divina.

El hombre en estado de gracia supera el plano de la naturaleza y se convierte en hijo de Dios. Nunca debemos olvidar la grandeza a la que hemos sido llamados por la participación de la vida divina ni despreciar ésta por una vida de pecado y de olvido de los mandatos de Dios.

CAPITULO XIV: ESCATOLOGÍA

La Escatología hace referencia a lo que puede suceder al hombre después de la muerte. En una definición estrictamente teológica, la ESCATOLOGÍA es aquella rama de la teología que estudia todo lo relativo a la muerte y lo que sucede o puede suceder al hombre después de ella”.

La escatología se divide en dos etapas:

a) Escatología intermedia que correspondería al espacio de tiempo comprendido desde la muerte del hombre hasta el momento del juicio final.

b) Escatología final que es la correspondiente al espacio comprendido desde el juicio final por toda la eternidad.

La muerte: La muerte es una realidad palpable que no puede ser negada por nadie. La causa de la muerte de todos los

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