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Vale la pena decir que en todo este gusto y despertar educativo hay una gran influencia familiar. Mis padres son misioneros y enseñan la palabra de Dios en la iglesia.

Enviado por   •  27 de Junio de 2018  •  1.153 Palabras (5 Páginas)  •  539 Visitas

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Al llegar a grado once, nos regresamos a Bogotá, con el traspaso de colegio seguí en la misma profundización, sólo que era muy diferente, realmente me costó mucho desarrollar habilidades en espacios donde vivía en total desmotivación. Toda esta experiencia reforzó mis gustos e intereses por las humanidades y el lenguaje. Sin embargo, las malas experiencias con los docentes y el tipo de educación recibida me llevaron a pensar que la docencia no era para mí y que no me veía en ningún momento estudiando una licenciatura. Decidí que quería ser traductora y que iba a aprender muchos idiomas.

Antes de graduarme, empecé la búsqueda de una carrera donde me certificaran como traductora y donde me enseñaran al menos cinco idiomas. Para mi sorpresa esa carrera en esa época no existía, había traducción de textos pero no traducción oral. Además, no era una carrera profesional y esto me desmotivó bastante. Después de consultar y buscar opciones, encontré que en algunas universidades se podía estudiar licenciaturas con opción a dos o tres idiomas. Así que pensé que entraría a hacer esta carrera, que aprendería idiomas y que cuando terminara, por nada del mundo sería docente, sino que buscaría la forma de certificarme como traductora. Así, ingresé a los 15 años a estudiar la licenciatura en humanidades e idiomas.

Ingresé con mucho entusiasmo los tres primeros semestres, sabía que estos semestres serían intensivos en español, inglés y francés y tenía que aprovecharlos al máximo, al fin de todo esa era mi motivación, aprendí con mucha emoción, de esos aprendizajes significativos que hacen feliz. Allí, certifiqué que los idiomas serían parte de mi vida profesional en adelante y que definitivamente serían los idiomas los que me ayudarían a crecer profesional y económicamente.

En los semestres 4 y 5 empiezo a ver las materias de pedagogía y didáctica, es allí donde vuelvo a reencontrarme con ese mundo que había conocido de pequeña y que había olvidado durante mi adolescencia. Los idiomas empezaron a pasar a un segundo plano y mi visión de la educación y de lo que esto significaba empezó a cambiar. Me cuestionaba constantemente acerca de si tendría el carácter para afrontar situaciones en un aula de clase y aunque toda la teoría en los libros y en los ensayos que entregaba sonaba estupenda, aún no estaba segura de sí la experiencia final sería igual de significativa para mí.

En los últimos dos semestres durante mi práctica pedagógica, me enamoré de ser educadora. Mi práctica fue con niños de tercer grado y no puedo describir lo que se siente llegar a un aula de clase, recibir las sonrisas de los niños, escuchar las historias que te cuentan y recordar tu infancia a través de ellos. Esa experiencia me llenó de valor y de convicción de que mi profesión sería realmente lo que quería hacer el resto de la vida.

Termino mi carrera con la determinación de triunfar profesional y económicamente, al recibir mi título como Licenciada en humanidades e idiomas, estaba convencida que aunque la intensión inicial al ingresar a estudiar no era ser docente, la educación era lo que quería hacer de ahora en adelante y que no me veía haciendo otra cosa que no fuera enseñar y aprender en un aula de clase.

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