LA BELLEZA DE LA CRUZ
Enviado por tolero • 22 de Febrero de 2018 • 4.237 Palabras (17 Páginas) • 324 Visitas
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El título en la biblia de Jerusalén, que encabeza este discurso de Pablo lo enuncia como “sabiduría del mundo y sabiduría de Dios”, poniendo de manifiesto que ante la sabiduría humana se opondrá la sabiduría de Dios, y en cuya sabiduría se manifiestan sus obras. Es cierto que se buscan seguridades humanas, milagros que garanticen la verdad del mensaje, sabiduría que satisfaga una inteligencia ávida de conocimientos, paradójicamente la cruz de Cristo será su resplandor.
Humanamente la cruz aparece como lo contrario, como la fealdad, lo no querido, de lo que el hombre se escabulle, es contrariedad a las aspiraciones como de judíos y griegos[3], imbuidos en sabidurías filosóficas, en ciencias, en destrezas, en leyes, la predicación de la cruz, es un fracaso rotundo en vez de manifestación gloriosa. Sin embargo, dirá san Pablo, “para los que se salvan” para nosotros, para los que tienen fe es victoria, es fuerza, aparece como algo que colma y supera toda aspiración, pues se pone uno delante de la sabiduría divina por excelencia; es un don, es una fuerza que brota tras colocarse delante del misterio, misterio de la cruz, misterio de amor, de donación, es la belleza que salva.
Esta situación de disputa y de rechazo del mensaje Cristiano, responde en primer lugar a la problemática de la Iglesia en Corinto, las divisiones de los creyentes se empezaban a suscitar, tras pecados y vicios que circundan la región y la vida de quienes la conforman. Algunos de la comunidad se aprovecharon de estas divisiones para proclamarse mejores unos que otros, cuando esto sucede, el sentido del esfuerzo constante, del sufrimiento, de la entrega, del donante amor que brota de la fe, pero que implica subir a la cruz para ser transformado en un amor redentor, empieza a verse como daño, se ve como un fraude y decepciona[4].
Llama la atención como san pablo en estos versículos, inicia diciendo que Cristo no lo envía a bautizar sino a predicar; ante tal situación podemos comprender que el apóstol goza de razón, ya que no se puede abrazar la fe, si no se opta por ella como es en realidad y verdad, por eso la predicación ha de ser un nuevo momento de encausar la fe y la vida de los que quieren integrarse a la comunidad del nazareno.
La actitud de los guías es reprendida, pero al mismo tiempo recuerda que el testimonio de vida debe de marcar aún más la cruz del Señor, para no borrar la cruz de Cristo, debe de estar siempre presente, ya que es un don, una fuerza, una virtud que ha de confundir con la aparente debilidad que salta a primera vista, las aparentes “fuerzas sabias”, los judíos esperaban un rey glorioso y Pablo les presenta un Mesías crucificado que no había liberado a su país, y esto escandalizaba también. Sin embargo a comunidad de Corinto poseía una gran riqueza, eran gente sencilla: todos tienen un lugar y misión en la Iglesia, pero las comunidades pobres tienen un “rol” especial, Dios cuenta con los pobres para evangelizar.
Hemos hecho un rápido y breve recorrido por el contexto de este texto de san pablo que será la fuente medular de nuestro trabajo, no es todo, pero si es lo suficiente para adentrarnos a pensar en lo bello que la cruz de Cristo hay, esta belleza de la cruz brota de quien ha sido crucificado en ella, cruz y crucificado son una misma cosa: la cruz no es redentora si Cristo no está ahí crucificado, haciendo alianza con su Padre, que la recibe como sello de vida, de amor, de trascendencia. Por tal motivo, volvemos a recordar que no podemos hablar de la cruz y excluir a Jesús, es el “binomio”, unión, acto que en la imagen del calvario mantienen viva la esperanza del hombre que sufre.
Así concluimos este apartado, comprendiendo que la cruz es un don, es un regalo de Dios, es fuerza porque entrevemos aquí que detrás de cada dolencia hay una mejor recompensa, lo esclareceremos más adelante, y es misterio, porque la fe nos coloca delante de ella, atemoriza, subirse a ella es adentrarse en un camino desconocido, pero que es camino del Espíritu quien si conoce todo y nos hace aguardar con serenidad la meta final en la fe de cada bautizado.
La belleza de la cruz
Dice el cardenal Martini: “ La crucifixión es un suplicio de los más horribles y vergonzosos, porque expone al condenado no sólo al tormento sino también al ridículo… suplicio cruel, cínico, denota la barbarie de la humanidad…; es algo que espanta, horroriza y deja sin palabras[5]”
Llama la atención como en las primeras comunidades se representaba a Jesús glorioso y no crucificado, imágenes esplendorosas, cruces doradas, cristos crucificados con rostros sin gemidos, sino dulces, de fondo tal vez está la no aceptación de un Cristo “derrotado” y “quejoso”, sino se ha tratado de evadir el acto cruento, incluso hasta nuestros días, ver cruces sin cristo, es normal, ha cristos gloriosos. Es una paradoja, como de un suplicio surge algo trascendental como la belleza, bien podríamos parafrasear aquí lo que se canta al reservar a Jesús Eucaristía: “… no importa que no se vea, la fe nos lo esa diciendo…”; es precisamente entrar en la interioridad de Dios, y dejar que Cristo entre en nuestro interior, nos posea y poder asumir la pasión que ya de hecho es don de Dios.
Este escándalo de la cruz ha sido manifestado en san pablo cuando dice: “…los judíos piden signos y los griegos buscan sabiduría, nosotros predicamos a un Cristo crucificado: escandalo para los judíos, locura para los gentiles; más para los llamados, lo mismo judíos o griegos, un Cristo, fuerza de Dios y sabiduría de Dios. Porque la locura divina es más sabia que los hombres porque lo insensato de Dios es más sabio que los hombres, y lo débil de Dios es más fuerte que los hombres…” 1Cor. 1,22-25. San Pablo era consciente de que se tenía miedo hablar de la cruz. Y sin embargo ¡he aquí el misterio!
El misterio de la Cruz, es una locura como bien dice San Pablo, es una realidad cruda, abominable, horrenda, el mismo diablo le teme a la cruz, pero esta “contradicción” es llamada bienaventurada y santa, tanto así que todos los años, al recordar en el viernes santo la Pasión de Jesús, la adoramos, la exaltamos, le llamamos dulce leño, porque dejamos atrás lo sangriento, lo déspota, lo áspero, para contemplar delante de ella y en ella el misterio de donación, el gesto de amor y bendición que en ella se llevó a cabo para nuestra salvación; esto es lo realmente bello. Los cristianos al colocarnos frente a ella, si nos mueve el dolor sufrido por el redentor a sentir compunción por nuestros pecados y caminar hacia ella para convertirnos, pero caminamos hacia ella porque hemos de encontrar nuestra salvación,
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