Un acuerdo de paz defectuoso e imperfecto.

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Si los acreditados tribunales son considerados como incompetentes o demasiado indulgentes con las FARC respecto del castigo que se le debe dar al sinfín de actos terroristas cometidos por dicha organización, la perspectiva de una paz duradera no durara mucho, y quedará en peligro su continuidad y aceptación.

Sé que el análisis debió ahondar además otros puntos del acuerdo de paz tales como la reforma agraria, la restitución de tierras, la desmovilización y la entrega de los menores de edad reclutados en contra de su voluntad o el desarme de las tropas; pero quise hacer énfasis en el punto de la justicia transicional, para nadie es un secreto que lo que más intriga a los colombianos es saber si la guerrilla pagara o no cárcel por los cuantiosos crímenes atroces que cometieron a lo largo de estos 50 años de terrorismo, infundados en el pretexto de autoproclamarse como el ejercito del pueblo, un pueblo que nunca se vio representado en dicha guerrilla y que en su mayoría lo único que siente por las FARC es desprecio y humillación.

A lo largo de la lectura También quedan sensaciones de que estamos en un país más que dividido, cuya división el gobierno quiere ocultar bajo la premisa de que solamente unos pocos radicales de derecha están en contra de la paz, negando así, el sentir de muchos colombianos que quedamos preocupados y más que todo decepcionados ante el imperfecto y deficiente acuerdo de paz suscrito con las FARC en la habana.

Tal acuerdo contiene tanto de ilusión, alegría, y esperanza como de complicaciones, desesperanza, y más que todo enemigos. La ilusión de un acuerdo de paz que se había frustrado tantas veces, la esperanza de la disminución de la violencia que conlleve a una mejor inversión social hace ser optimista al gobierno frente a los acuerdos alcanzados en la habana.

Pero por otro lado también existe incertidumbre y coraje, pues este acuerdo plasma lo que para muchos es el sapo más grande que tenemos que tragarnos lo colombianos, el del indulto a los crímenes de lesa humanidad cometidos por esta organización Narcoterrorista, y es que La guerrilla no acepta ni aceptara jamás su culpabilidad en dichos crímenes, pretenden un premio y no un castigo por sus muertos.

El proceso de paz colombiano puede ofrecer un ejemplo al mundo sobre cómo un gobierno en su afán por obtener un reconocimiento internacional al concretar un acuerdo de paz con la organización terrorista más antigua del mundo, es capaz de pasar por encima de sus víctimas, de su pueblo, de su propia justicia para lograr tan denigrantes pactos. Postura que también comparte la corte penal internacional cuando manifestó que lo más importante sobre el acuerdo pactado es que no puede haber impunidad.

Finalmente, y así el gobierno nacional nos satanice o niegue nuestra existencia, existimos muchos colombianos que no consideramos bueno que los culpables de los mayores delitos cometidos en este país acepten su responsabilidad oportunamente para no pagar ni un solo día de cárcel, y que por el contrario, tales terroristas puedan ser elegidos inmediatamente para ocupar curules ya garantizadas en el congreso. Somos muchos los colombianos que estamos inquietos por nuestra seguridad jurídica, que de por si nunca ha gozado de garantías suficientes para su oportuna función, pero que con la creación de la justicia transicional queda más que excluida y debilitada.