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DISCURSO POSITIVO Y TEORÍA SOCIAL

Enviado por   •  19 de Octubre de 2018  •  6.740 Palabras (27 Páginas)  •  317 Visitas

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Pero aun más, de otro filósofo empirista, en este caso John Locke (Inglaterra, 1632-1704), incorporan la idea de pacto o «contrato». Los individuos libres e iguales entre sí, por un acto derivado de la razón, pacto, se ponen de acuerdo para formar una comunidad y darse un gobierno.

La importancia de esa idea en el plano político radica en que transforma la concepción tradicional y absolutista respecto de la soberanía, que sustentaba que ella reside en el rey, para reconocer ahora que es en el pueblo donde reside la soberanía.

Por otra parte, este movimiento considera de modo nominalista la relación entre el individuo y la sociedad. Esto es, la sociedad no es más que el nombre dado a la reunión de los hombres. El individuo es una voluntad libre, trabaja para producir las condiciones que necesita. El individuo es antes que la sociedad, el ciudadano antes que el Estado -que es una creación racional-, el creyente antes que la iglesia -por igual razón-, el individuo económico antes que la economía nacional. La vida de relación se hace entre individualidades autónomas e independientes, de individuo a individuo, la parte es antes que el todo, el individuo antes que la sociedad.

Digamos finalmente que la filosofía dejó de ser entonces un trabajo intelectual separado de la práctica política para pasar a tener una función crítica de la realidad. La crítica que sostuvieron estos filósofos estaba dirigida contra la verdad basada en la revelación o la autoridad de la tradición o el poder político; contra los privilegios de las clases feudales y sus restricciones sobre la clase industrial y comercial; contra la ética religiosa; etc. A la par, exigían el reemplazo de las instituciones que criticaban, la transformación de la realidad social en un sentido más ajustado a los cánones de la razón. Por ello, Marcuse afirma que en el siglo XVIII la tendencia positiva de la filosofía fue “militante y revolucionaria.”[3]

La influencia del pensamiento Iluminista puede reconocerse en muchos de los principios sobre los que se sostiene la Revolución Francesa (1789). Frente a las consecuencias que tuvo en Europa la Revolución, la reacción filosófica contra el Iluminismo no tardó en manifestarse. De donde, los fundamentos de los movimientos intelectuales del siglo XIX habrán de conservar algunas ideas ilustradas, pero en lo sustantivo modificadas por los pensadores románticos y conservadores. Este es el nudo de lo que anteriormente anticipamos sobre el Iluminismo, en el sentido de que éste constituye un desarrollo crítico para la evolución posterior de la sociología.

En general podemos decir que la reacción, que los historiadores citan como «romántico-conservadora», se orientó a reconocer un valor positivo, a propósito de la comprensión de la naturaleza y de la sociedad, a la tradición, la imaginación, el sentimiento, la religión, antes que a la razón tal como la concebían los ilustrados.

Antes que en los intereses de los individuos, reconocen en el grupo, la comunidad y la nación los fundamentos de la organización social.

Particularmente la reacción conservadora de principios del siglo XIX tuvo como interés principalísimo los problemas y conceptos relacionados con el «orden social», y pueden citarse como alguno de sus representantes a L. De Bonald (Francia, 1754-1840), Joseph de Maistre (Francia, 1753-1821) y Edmund Burke (Irlanda, 1729-1797). “El desorden, la anarquía y los cambios radicales que esos pensadores observaron después de la Revolución, los llevaron a elaborar en sus filosofías conceptos que se relacionaban con el orden y la estabilidad: la tradición, la autoridad, el status, la cohesión, el ajuste, la función, la norma, el símbolo, el ritual, etc .”[4]

Este discurso filosófico-político, comparado con el Iluminista, evidencia un claro desplazamiento del individuo al grupo, de la actitud crítica frente al orden existente a su defensa, y del cambio a la estabilidad social. Algunas de sus tesis hacen más claro aun ese desplazamiento:

- La sociedad tiene profundas raíces en el pasado y conforma una unidad orgánica que posee sus propias leyes internas de funcionamiento. Esto es, la sociedad es una realidad mayor que los individuos que la componen; este «realismo social» está en franca oposición al «nominalismo».

- Los individuos no constituyen la sociedad sino más bien ésta conforma al individuo social a través de la socialización.

- Los individuos no son protagonistas sociales, «voluntades libres». Una sociedad se compone de roles, posiciones, estructuras, instituciones, y los individuos son simples miembros de la sociedad que tienen ciertos roles y posiciones: padre, hijo, sacerdote, etc.

- Las costumbres, las creencias y las instituciones se hallan orgánicamente entretejidas, son históricas, de modo que el cambio o la reforma de una de ellas altera la compleja red de relaciones que mantienen la estabilidad de la sociedad.

- El cambio es una amenaza para la sociedad y para los individuos que la conforman. Esto es, las instituciones sociales están destinadas a satisfacer las necesidades constantes e inalterables que tiene el hombre, por tanto si éstas se alteran la gente sufrirá, y el sufrimiento llevará probablemente al desorden social.

- Cambios tales como la industrialización, la urbanización, el comercio, la burocratización, propios de la organización social moderna, tienden a ser interpretados como desorganizadores de la sociedad, al tiempo que motivaban el interés por idear alguna manera de manejar sus efectos.

Muchas de estas ideas surgidas de la reacción romántico-conservadora a la Ilustración penetraron profundamente el pensamiento sociológico de mediados del siglo XIX, aunque alguna de las ideas de la Ilustración, el empirismo por ejemplo, también ejercieron su influencia. A la exposición de estos temas nos dedicaremos en el próximo apartado.

b- POSITIVISMO. SAINT-SIMON Y COMTE

Contra todas las formas de crítica racionalista -o filosofía negativa-, se desarrolla en la segunda mitad del siglo XIX una actitud filosófica que procura atenerse a los datos de la experiencia y se opone al empleo ilimitado de la razón. Este movimiento se denomina «positivismo», y en las ideas de sus primeros representantes franceses encontramos la matriz epistemológica en la que habrá de transformarse la teoría social en «sociología».

Podríamos comenzar afirmando que el movimiento iluminista instala el tema de la relación entre las ciencias sociales y las reformas sociales. Tema sobre el cual los romántico-conservadores

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