El divorcio, por sus efectos e incidencia, requiere de una especial atención, que ayude a evitar daños graves en los involucrados (cónyuges e hijos) y en la familia como núcleo de la sociedad..

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a ello, que en el siglo XX se dio la emancipación y el empoderamiento de la mujer gracias al acceso a más y mejores trabajos, educación profesional y control de la natalidad, por lo que en los matrimonios que no se reconocen los principios de dignidad y equidad, las mujeres deciden terminar con la relación que les impide su desarrollo. El número de divorcios crece sobre todo en los estados progresistas-liberalistas, donde hay mujeres con más educación y dinero; en los estados más tradicionalistas-conservadores, con la supremacía del hombre y el sometimiento de las mujeres, el índice de divorcios es menor, pero la violencia intrafamiliar es mayor, por lo que es evidente el desequilibrio existente en el país.

Es cierto que el divorcio “express” o incausado es la respuesta a una realidad social y que ha traído beneficios; sin embargo, considero que la sociedad mexicana se encuentra en una transición ideológica, por consiguiente, no está preparada para enfrentar modificaciones legales tan drásticas, ya que el proceso de desarrollo y búsqueda de identidad, conlleva a un desequilibrio e inestabilidad social que deviene en lo jurídico, sumando a ello la escasa aplicación y práctica de valores, o en un supuesto modificación e incluso la pérdida de ellos, que en el proceso se enfrenta. Por lo tanto, si no se legisla y se actúa ahora para implementar una regulación más completa y eficiente, que le permita a los juzgadores determinar y evaluar los aspectos necesarios en el proceso de disolución del vínculo matrimonial, este se convertirá como en otros países, en un negocio; trayendo consigo como consecuencia un desequilibrio social y familiar total.