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LA CRISIS DEL MUNDO CLÁSICO

Enviado por   •  12 de Enero de 2019  •  3.533 Palabras (15 Páginas)  •  360 Visitas

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La mayor parte del poder (preeminencia) se lo reserva, por tanto, Diocleciano, arrogándose la facultad de intervenir en Occidente.

Reformas administrativas/económicas: Diocleciano introdujo reformas mayoritariamente periféricas, distinguiendo entre los praesides, responsables de la administración civil y los duces, jefes militares. Para hacer frente a los gastos que ocasionaban el mantenimiento del ejército, las obras públicas y la burocracia, reorganizó el sistema tributario obligando a satisfacer dos tipos de impuesos, uno in natura, que era el impuesto fundarlo (iugatio o annona) y otro en dinero, que era el impuesto personal (capitatio). Para ello promovió la realización de una serie de censos que condujeron al establecimiento de demarcaciones fiscales de carácter territorial que habían de satisfacer estos tributos en cuantía que se determinaba por la extensión territorial de la demarcación, la calidad de la tierra, su población y el número de cabezas de ganado. Podemos entender esto como una política presupuestaria estatal.

Diocleciano se dio cuenta de que la estructura del ejército romano y la concentración de legiones en una determinada región favorecía los levantamientos y suponía una amenaza para la estabilidad política del Imperio. Por ello era preciso llevar a cabo una reforma estructural, que se completó con una nueva distribución de unidades militares por áreas. Pero esta reorganización del ejército tuvo que completarse con una reforma de las provincias. Hasta la época de Diocleciano el Imperio había estado dividido en 45 provincias, con sus respectivos gobernadores. Durante el periodo tetrárquico, el número de provincias se elevó a 96, que son las registradas en el Laterculus Veronensis (Lista de Verona), documento fechado entre 305 y 314. El procedimiento seguido fue de nuevo la reducción de las provincias existentes creando otras nuevas, más pequeñas, más gobernables, pero también menos peligrosas para la estabilidad política, (sobre todo si se tiene en cuenta que en la nueva reorganización se asignó sólo un máximo de dos legiones por provincia). Estas estaban controladas por gobernadores, agrupadas en doce diócesis, dirigidas cada una por un vice agens praefectorum praetorio o vicarius (subordinado al prefecto del pretorio), y en cuatro partes principales, cada una de ellas dirigida por un césar o un augusto.

En Roma también realizó reformas en base al rango de status personal (senatorial, ecuestre, decurional con sus correspondientes grados) que correspondía también un tipo de funciones o responsabilidades en el ámbito de la administración (imperial, provincial, municipal). Diocleciano modificó este principio básico al generalizar la función praesidial, hasta ahora generalmente desempeñada por funcionarios de rango ecuestre, para todo tipo de gobernadores. En la práctica, la aplicación de este nuevo principio significó la sustitución completa de los gobernadores senatoriales (legati Augusti y proconsules de rango pretorio) de las provincias imperiales y senatoriales por praesides de rango ecuestre. Esta equiparación administrativa sin distinción de rango o título personal de los funcionarios implicados hizo posible que un ecuestre, en cuanto vicario de una diócesis, tuviese mayores responsabilidades políticas que un gobernador de rango senatorial, del que dependía como praeses. Esta reestructuración administrativa incluyó también la separación de poderes civiles y militares en la administración imperial, restricción de la que sólo quedaron exentos los propios emperadores y el prefecto del pretorio.

En líneas generales podemos decir que Diocleciano, con sus reformas, consiguió una administración de justicia más eficaz. Pero el fomento de las obras públicas aceleró el incremento de los gastos del Estado, lo que se tradujo en una profunda crisis económica que llevó a la miseria a amplias capas de población. El problema sucesorio, además, que no podía ser atajado con la tetrarquía de Diocleciano produjo revueltas internas que derivaron en la proclamación de Constantino como emperador en el 307, reuniendo otra vez bajo su mando todo el territorio. Con él se consolidó el nuevo régimen.

Constantino pasó a una fase teocrática en la que se erigió en elegido de Dios para regir los destinos del imperio. Utilizó la religión como instrumento para apoyar el poder y devino para los cristianos en brazo secual, convirtiéndose el cristianismo, a partir de la promulgación del Edicto de Milán del año 313, en la religión dominante del imperio. Constantino reforzó el ejército y separó definitivamente los poderes militar y civil, siendo los comites la nueva aristocracia. Introdujo reformas en la administración central, justicia y de la redacción de las leyes, al cual puso al frente del consistorium o consejo imperial al que pertenecían los más altos cargos. Creó, asimismo, la figura del magíster officiorum (maestro de los oficios), jefe de la administración civil y personal de ésta. Al mismo tiempo instituyó la schola notariorum (colegio de los notarios), cuerpo notarial de rango militar cuya función era la de redactar y conservar las actas del consistorio. Estableció una especie de orden jerárquico en las provincias, asumiendo los gobernadores, de distinto rango (praesides, correctores, consulares, praefectus Augustalis) según se tratara de las provincias de Italia, Asia, África o Egipto, funciones administrativas y judiciales, reservándose las funciones financieras a los procuradores. Pero lo que realmente supuso un cambio político transcendental fue la instauración de un sistema dinástico al que se tendía desde la época de Augusto, tendencia que se manifestaba en la adopción que los príncipes realizaban de quienes estaban llamados a sucederles. El imperio se convirtió en un bien que se repartió entre los hijos del emperador Constantino II, Constancio y Constante, después de los asesinatos de sus sobrinos Dalmadio y Anibaliano, a los que Constantino había nombrado respectivamente césar y rey de reyes de Armenia.

Con la muerte de Constantio el imperio volvió a dividirse hasta que el año 353 se reunificó bajo el poder de Constancio, que había conservado Oriente, pero el 364 Valentiniano se vio obligado a romper de nuevo la unidad, poniendo al frente del gobierno de Oriente a su hermano Valente. Graciano sucedió a Valentiniano y en el 379 asoció para gobernar Oriente a Teodosio. Las sublevaciones militares se sucedieron y Teodosio tuvo que sustituir a Graciano, asesinado el 385 por su propio hermano Augusto. La separación entre Oriente y Occidente se consumó a la muerte de Teodosio en el año 395 al sucederle sus hijos Arcadio y Honorio.

Teodosio reconoció el cristianismo

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