Ansiedad de separación y conflictos de apego: una mirada transgeneracional en psicoterapia psicoanalítica del niño y sus padres.
Enviado por Christopher • 8 de Abril de 2018 • 5.307 Palabras (22 Páginas) • 393 Visitas
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Analizando el material de entrevistas, encontramos que desde el nacimiento madre e hijo establecieron una estrecha relación en que el padre quedó excluido, la depresión postparto de la madre provocó una súbita ruptura en la relación madre-hijo, a raíz de lo cual el padre asume mayor responsabilidad con el niño. La relación padre-hijo se configura en torno al aprendizaje y estimulación intelectual, relación en que el padre se siente frustrado debido al rechazo del hijo. Vemos que madre y padre enfrentan dificultades diferentes en la relación con el niño.
La madre, quien refiere tener una relación apegada con el niño, no alcanza a visualizar sus propias necesidades de apego y dificultades para separarse. Dio Bleichmar (2005) plantea que puede hablarse de una relación simbiótica cuando la figura de apego, sintiéndose inconscientemente indefensa, busca al hijo como compañía y teme la separación y la soledad no por razones de supervivencia, sino por razones afectivas. Para esta autora los fenómenos de simbiosis no son estadios intrapsíquicos normales del desarrollo, sino condiciones anormales de las relaciones padres-hijos. Por tanto puede pensarse que cuando un niño presenta ansiedades de separación, el adulto también está sufriendo con la separación y crecimiento del hijo.
Si bien las dificultades madre-hijo para avanzar en el proceso de separación-individuación deben ser entendidas en términos de una causalidad bidireccional, la dificultad padre-hijo para articular una relación satisfactoria debe ser considerada como otro factor que impide se desarrolle tal proceso.
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Proceso terapéutico, primera etapa: padre, madre y niño.
En terapia de juego el niño elabora ansiedades y necesidad de separación a través del uso frecuente de papel, tijeras, pegamento, cordel, scotch y plasticinas, con estos materiales recorta, pega, une, amarra. Otras actividades que le permiten elaborar dichas ansiedades son el juego de las escondidas y “la gallinita ciega”, para éste me explica:
“Ponme un pañuelo en los ojos para que no pueda verte, tengo que buscarte hasta encontrarte y ahí cambiamos”. Cuando me toca a mí buscarlo él se arranca, no me deja encontrarlo, a veces me da pistas: “estoy lejos, estoy cerca, más lejos, más cerca”.
Paralelamente el trabajo con los padres se orienta a entender las dificultades de la madre para separarse del hijo y la necesidad de tenerlo cerca. Ella es capaz de ver la intensa reacción de apego que surgió desde el nacimiento con el niño:
“Mi hijo me cambió la vida, cuando me embaracé no paraba de llorar de emoción, desde el comienzo tuvimos una simbiosis de piel, dormía conmigo, le di pecho un año, siempre hemos estado unidos. Cuando lo llevé al jardín se quedó llorando y yo salí llorando también, era bueno, no rompía cosas, no hacía pataletas, lo pasó bien hasta que nació la hermana, allí se gatilló todo. Todo cambió, no lo asimiló, yo estuve muy grave con alucinaciones, sentía que me estaba volviendo loca, estuve dos semanas en posición fetal”.
El material muestra un estilo de relación temprana madre-hijo en que el apego se caracteriza por una estrecha unión que encubre intensos temores al abandono. Al respecto Dio Bleichmar (2005) plantea que las madres que han tenido vínculos de apego inseguro, buscan en sus hijos una figura de apego estable, proyectando en el niño su propio estado interno de indefensión, contribuyendo a crear por medio de una circulación intersubjetiva sentimientos de pánico a la separación y temor al abandono:
“Un niño se sentirá como una cáscara de nuez en el océano si no está el adulto presente constantemente a su lado. En estos casos los mensajes son de un alto grado de paradoja, ya que el niño busca protección en brazos de un adulto que se siente protegido por el infante, situación que genera angustia constante ante la separación y la pérdida en ambos, de modo que el fantasma del adulto se concretiza y se transmite intergeneracionalmente”.
La exploración de vivencias infantiles de la madre permiten entender las ansiedades que se reeditaron frente a la primera experiencia de maternidad. De niña la madre sufrió constantes temores de abandono. Era la mayor de dos hermanos, describe a su padre como alguien pasivo, y a la madre como dominante, manipuladora, fría y alcohólica. De pequeña se sintió tímida y asustadiza, sus peores recuerdos son ver a la madre alcoholizada. Recuerda haber sido una niñita triste, sola, que guardaba su rabia.
Mientras el niño elabora ansiedades de separación a través del juego, la madre lo hace compartiendo sus historias de abandono.
El niño comienza a tener un cambio en el tipo de juegos, iniciando una etapa de despliegue físico, juega a la pelota, al principio con las manos, después “chuteando”, disfruta del juego libre, pero cuando introduce la competencia, se vuelve ansioso, se enoja y hace trampas si no gana. Junto a esto aparecen impulsos agresivos, intenta pegarme pelotazos y golpearme.
Aparece explícitamente la competencia del niño con el padre:
“Yo le gano la carrera a mi papá, porque corro muy rápido”, a pesar de que intento confrontarlo con la realidad e interpretar sus deseos de superar al papá, insiste en convencerme, distorsionando la realidad. También relata encuentros y desencuentros con el padre, y describe los inventos que hacen juntos:
“Con mi papá estamos haciendo un experimento, ahí va una luz, ahí un cable y ahí las pilas, el problema es dónde ponemos las pilas, porque él quiere ponerlas aquí y yo acá, entonces no nos ponemos de acuerdo y nos peleamos”.
Con el padre se trabajan las exigencias que impone al niño y las dificultades de éste para recibir lo que él le da. El trabajo se orienta a buscar una comprensión de la relación padre-hijo y a destrabar el impasse en que se encuentran. Al principio el padre se queja que es difícil enseñarle a hacer cosas o usar herramientas porque el niño no acepta que le enseñen y quiere hacer las cosas a su manera. Por su parte al padre le resulta difícil acercarse de otra forma que no sea didáctica o intelectual.
El padre refiere no tener experiencias distintas en una relación padre-hijo, ya que en su infancia su padre, un hombre bastante mayor, fue distante y ausente. Dice que los pocos recuerdos que tiene son tristes:
“Mi padre estuvo lejano de mi vida, era autoritario, cuando le pedía ayuda usaba un modo
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