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BIOETICA Y TANATOLOGIA ETICA ANTES DURANTE Y DESPUES

Enviado por   •  24 de Noviembre de 2018  •  5.928 Palabras (24 Páginas)  •  610 Visitas

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La profesión médica por largo tiempo se ha afiliado a una serie de afirmaciones éticas, desarrolladas para el beneficio de los pacientes. Esos principios adoptados por la profesión médica en todos los países definen lo fundamental de la práctica médica honorable. Al hablar de ética nos referimos a la reflexión filosófica sobre cuestiones relacionadas con la moral, entendida, según los usos y costumbres de una colectividad como lo bueno o lo malo, es decir, una serie de situaciones sancionadas de esa forma en alguna sociedad y tiempo concretos.

Simultáneamente con el nacimiento de la filosofía moral o ética, debido a Sócrates, un contemporáneo suyo, Hipócrates, iniciaba la reflexión de los médicos con respecto al bien de los enfermos y establecía, en textos como el Juramento y la Ley, algunos de los deberes que, desde entonces, la profesión médica ha hecho suyos. Dichos fines que la medicina ha reconocido como propios son: aliviar y de ser posible, curar las enfermedades y cuidar por el bienestar físico, mental y aun espiritual de los enfermos.

Para conseguir sus fines, la medicina ha seguido entre otros, mecanismos como los siguientes: el estudio de la enfermedad, de las formas y recursos de que se dispone para tratarla; el análisis de la dinámica psíquica del ser humano, en especial del individuo enfermo; el respeto a la manera de ser de todos y cada uno de los enfermos, incluidos los elementos que provienen de su cultura, de sus experiencias personales y de su condición particular en el momento en que se le atiende, para, a partir de ellos, precisar cómo se puede beneficiar.

Esto conlleva un inmenso respeto por la vida, la que constituye un valor inapreciable e insustituible, pero también representa la necesidad de reconocer la dignidad para vivirla y la práctica de valores morales alrededor de esta premisa.

Para comprender el significado de lo ético, lo primero que hace falta es entender que la finalidad de la vida humana no estriba sólo en continuar viviendo. Si la vida fuese un fin en sí mismo, si careciese de un "para qué", no tendría sentido. Así se comprende la exhortación del poeta latino Juvenal: "Considera el mayor crimen preferir la supervivencia al decoro y, por salvar la vida, perder aquello que le da sentido".

Cuando el hombre piensa a fondo en sí mismo, se da cuenta de que con vivir no tiene suficiente. Necesita vivir de una determinada manera, no de cualquiera. Dicho de otra forma, vivir es necesario, pero no suficiente. De ahí que surja la pregunta ¿para qué vivir? (la cuestión del sentido) y, en función de ello, ¿cómo vivir?

Ética y medicina

No se puede hablar de un sistema de atención a la salud sin que vengan a la mente ideas relacionadas con su compromiso moral. En un muy amplio sentido, la atención a la salud lleva implícita la búsqueda del bien para seres humanos, sean individuos sanos o enfermos, sean grupos aquejados de algún problema o a los que se trata de evitarlo al realizar acciones preventivas.

Algunos consideran que los problemas de la genética y la genómica no son médicos. A pesar de lo discutible del punto, se puede sostener que en esencia sí lo son, particularmente por los alcances de las posibles consecuencias de la aplicación de estos conocimientos. La preocupación central de la medicina y, por supuesto la del médico, es el bien de los pacientes y la responsabilidad moral que su búsqueda implica. En este sentido, la mayor parte de la problemática moral y de la reflexión ética que suscita, se dan alrededor de la relación médico–paciente.

La suma de la autonomía del paciente como concepto básico, permite modificarla posición tradicional del médico, paternalista, para buscar una corresponsabilidad en la toma de decisiones, misma que lleva en sí la ventaja de que los puntos de vista del paciente y su familia entran en juego. Las decisiones no pueden ser solamente técnicas. Involucran múltiples factores que dependen de las características y condiciones de todo ser humano, de cada caso médico en particular. Por ello, tomar en cuenta opiniones, saberes e inquietudes del paciente y su familia, en el caso en que esto sea factible, permitirá disponer de una mayor y mejor posibilidad de hacer las cosas de forma conveniente.

Por otra parte, la dimensión actual de la salud pública trae consigo otros problemas morales: se debe tener en cuenta la responsabilidad de la sociedad y del Estado en la búsqueda de la salud de sus miembros. Junto a este compromiso poblacional, también se debe considerar la necesidad de hacerlo con la intención de alcanzar condiciones de justicia social, en las que la distribución de los recursos para la salud sea accesible a todos, además de equitativa. En este sentido, los asuntos económicos, de costo–beneficio, de eficiencia y eficacia de las medidas terapéuticas y preventivas toman un papel preponderante.

También es necesario considerar que la actitud moral del médico y su capacidad de reflexión ética, son principios básicos para que alguien sea considerado como un buen médico. Sin embargo, debe tenerse en cuenta que, por supuesto eso no basta, se requiere otro aspecto, el conocimiento adecuado, actualizado y pertinente para el contexto en el que desarrolle su actividad profesional.

La primera y fundamental obligación moral del médico tiene que ver con el conocimiento, con la capacidad, con el manejo de los procesos diagnósticos y de los esquemas terapéuticos más indicados, en una palabra, con su preparación. En ese sentido, se debe entender que esta es una responsabilidad que requiere de la actualización continua y sistemática del médico. No basta con haber sabido, con haberse formado en la escuela o en la residencia con un nivel adecuado. Privar a un paciente de una posibilidad terapéutica conveniente es algo inadmisible. Actuar por omisión o por comisión es absolutamente rechazable.

Esto tiene que ver con todas las etapas del quehacer médico, con la prevención, con la fase diagnóstica, con la etapa de la instalación del tratamiento, con el seguimiento de los enfermos, con el manejo del dolor o de la fase terminal de la vida de un individuo, con el consejo a los pacientes y sus familiares, con todo el quehacer médico y no sólo con la terapéutica.

Se complica hoy más que nunca por la velocidad con que cambia el conocimiento, por los increíbles intereses económicos que hacen que, con soltura y cinismo, se hable de la industria de la salud, del mercado médico y de la salud. También están presentes los asuntos de otros enfermos, los asuntos de los otros, los de los demás. Al prolongar la agonía se deben tener

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