ENSAYO SOBRE EL LIBRO DEL ÁRBOL DEL CONOCIMIENTO DE MATURANA, H.R. & VARELA, F.J.
Enviado por tomas • 7 de Agosto de 2018 • 4.100 Palabras (17 Páginas) • 477 Visitas
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Para comprender a un ser vivo, debemos comprender la organización que lo define como unidad (Maturana y Varela, 2003:29). Haciendo uso de esta reflexión para llevar a cabo una analogía entre un organismo y la sociedad, entendiendo que la unidad mínima de comunicación es un signo, se puede llegar a la siguiente conclusión: una vez asumido que la realidad se construye culturalmente a través del lenguaje y de los procesos de reflexión y de conocimiento influidos por este, podemos discernir que si consideramos dicha realidad como un sistema autopoiético, es decir, una forma de ser como sistema organizado operativamente cerrado y dinámico diferenciado de su entorno y que se caracteriza por autoproducirse y reproducirse a sí mismo, podemos llegar a concebir que la operación básica a través de la cual esto sucede sea la comunicación. Esta afirmación, remite a su vez a la acción de observar y la reflexión en torno al acto – acción – de observar. La observación es una manera por la cual se indica algo separándolo de otra cosa, es decir, se caracteriza en que separamos un espacio marcado, identificado, señalado, de un espacio no marcado. Es un criterio de distinción a través del cual separamos el fondo de la forma, una designación, pero este acto no es único sino que es doble pues se indica separando y separa indicando. El proceso de observación es el centro neurálgico del saber y el rigor del conocimiento dependerá de la reflexión que se haga sobre dicho proceso. El mismo mecanismo que genera un sistema separándolo del entorno e indicando el entorno es la visión particular del mundo de quien lo dice, recordando las palabras antes citadas por los autores, lo cual implica una ideología implícita en la pregunta que se hace en el mismo acto de conocer y que a su vez sugiere una manera de responder, una doble condición de riesgo a la hora de producir conocimiento. No obstante, si bien una observación determinada ha generado una Gestalt particular no cabe olvidar que toda experiencia es validada por una estructura humana que la hace posible, pues es el sistema nervioso central el que garantiza que podamos recopilar experiencias y recordarlas, que se generen los actos comunicativos así como generar los constructos semánticos y semióticos que diferencian al ser humano de otras especies. Si bien no podemos cambiar nuestra naturaleza biológica a nuestro antojo, sí podemos entrenar, por ejemplo, nuestra capacidad de observar y con ello influir en el conocimiento de la realidad. La especialización de las diferentes funciones de los elementos que componen un sistema – tanto el cognitivo de una persona como el que comprende una sociedad – permite la regulación del mismo y facilitan los acoplamientos estructurales. En este sentido, la comunicación no viene determinada por la información que se transmite, sino por su dinámica estructural, cada persona dice lo que dice u oye lo que oye según su propia determinación estructural (Maturana y Varela, 2013:130) y, seguidamente, según la determinación estructural de su campo conceptual, lo cual determinará las características de las estructuras sociales que se generen a partir de su comprensión de la realidad.
Si conocer está asociado a la naturaleza de nuestro ser cognoscitivo – a una referencia biológica –, todo conocer depende del conocimiento del que se disponga – tiene una referencia social – y todo conocer es un hacer por aquel que conoce – referencia a una acción individual e intencional –, no podemos entender el proceso completo del conocer si no atendemos a estos tres aspectos especialmente, y a la totalidad del ser vivo concretamente, teniendo en cuenta tanto su sistema interno (y estructura), que le hace autónomo, como su entorno, que le hace distinto. El sistema nervioso del ser humano posibilita la referencia al otro en una acción social que define su conducta y pensamiento. Nos realizamos en un mutuo acoplamiento lingüístico, no porque el lenguaje nos permita decir lo que somos, sino porque somos en el lenguaje, en un continuo ser en los mundos lingüísticos y semánticos que traemos a la mano con nosotros (íbid.:155) en nuestra experiencia vital.
El entendimiento consiste pues en la creación de un mundo cognoscible para el ser humano que además incluye al otro y, en términos generales, a la sociedad en que se produce, su historia y su cultura. No así, los autores añaden que además el conocimiento está enraizado en la estructura biológica de las personas. Uno de los rasgos que marca el carácter cautivador del libro es la relación metonímica que se puede hacer entre el organismo humano y la sociedad, considerando ambos como sistemas autopoiéticos. En este sentido el punto ciego del ojo, el hecho de no ver lo que no vemos, remite a su homólogo – la sociedad – y a su incapacidad o reticencia para ver aquello que se sale de su marco normativo tradicional y/o ideología e incluso aquello que trasciende de sus propias capacidades perceptivas. Un tabú abalado por la seguridad que proporciona la certidumbre que sustenta las creencias en base a las cuales la vida cobra sentido. Esto último supone una de las reivindicaciones que plantean los autores, desprenderse de las certidumbres que han venido sustentando el conocimiento del ser humano. Esto conlleva un giro que pasa de la acción a la reflexión, una reflexión sobre el acto de conocer y sobre nosotros mismos – los seres humanos–. Por lo tanto, la reflexión es una observación de segundo orden, supone el acto de observar cómo observarnos y observarnos a partir de una observación ulterior que hemos hecho de nosotros mismos. El hecho de utilizar el mismo instrumento de análisis para analizar el instrumento a su vez remite en la imposibilidad de separar el conocer de nuestra experiencia, no es posible conocer sino lo que se hace (Maturana y Varela, 2003:XXVII). Sin embargo, a diferencia del resto de especies, nuestra constitución biológica nos permite la reflexividad y la (re)interpretación de lo que hacemos para generar autoconciencia y para crear una realidad construida social e históricamente con la que damos sentido a nuestra existencia. Es debido a las limitaciones que ello conlleva que se hace necesaria una revisión constante de dicho sentido o conocimiento de nuestra realidad para así favorecer el dinamismo de las estructuras sociales que se crean y predisponen nuestras conductas y relaciones sociales. Observar y reflexionar para, en última instancia, subvertir el conocimiento y el orden en aras de una mejor adaptación entre la sociedad y su entorno y entre los respectivos subsistemas que la componen.
En la misma línea, comprender cómo ocurren las interacciones entre los seres vivos y lo que les rodea puede ayudar a comprender la interacción entre la sociedad y su entorno y, en última
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