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Historia de un amor violento.

Enviado por   •  23 de Febrero de 2018  •  2.489 Palabras (10 Páginas)  •  494 Visitas

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Justo en el momento en que el rector le iba a poner la medallita a laurita, por el mismo costado de la tarima por donde subían los estudiantes, se vio a Juanito subiendo, con su paso lento y su cuerpo inclinado hacia delante. Al notar su presencia allí, todo el auditorio comenzó a murmurar, y los que estaban en la tarima, incluyendo a laurita, se quedaron como lelos, viendo al muchachito más extraño del colegio caminar hacia donde estaba el micrófono. Pero en una reacción rápida, como de película de acción, el profesor de educación física se le puso delante a Juanito y le preguntó que qué quería.

-Quiero decir unas palabras -, dijo juanito.

-No puedes, ¿no ves que estamos en la izada?

-Sí, pero es que tengo algo muy importante que decir.

-Pero no seas necio juanito, dijo el profe, no puedes hacer eso ahora; si sigues insistiendo vas a tener problemas, hasta te pueden echar del colegio.

Juanito comenzó a rascarse la cabeza y a moverse inquieto, como indeciso entre dejar la tarima y seguir hacia delante. Se le notaba que en realidad quería hablar, y le hizo cara de “por favor” al profe, pero este no estaba dispuesto a permitir que el buen orden de la actividad se viera afectado por un muchachito que, además, era bien feo.

Por un instante parecía que Juanito se iba a bajar de la tarima, pero de pronto, en un acto sorpresa porque él no parecía el tipo de persona capaz de hacer un movimiento así, le lanzo un puño al estomago del profesor y cuando este se doblo por el dolor, lo agarró de la cabeza y le puso un rodillazo en la cara que lo lanzó hacia atrás y lo tumbo al suelo.

Sin detenerse en lo que acababa de hacer, el muchachito continúo su marcha hacia el micrófono. Avanzó un par de metros cuando a su encuentro le salió el de filosofía, que ya había cerrado la boca, y hablándole suavecito –que es como hablan los filósofos-, le pidió que no hiciera más mal, que mirara cómo había puesto al de física. Pero juanito estaba decidido a hablar, y sin decir nada esta vez, le puso una patada en la entrepierna al de filosofía que inmediatamente, agarrándose ya saben qué, cayó al suelo dando gritos de dolor.

Mientras esto sucedía todos los demás seguían en su lugar, quietos. Inclusive laurita seguía de pie junto al rector, que se había quedado como congelado con la medallita que no le alcanzó a poner a laurita en la mano, y miraba cómo Juanito tumbaba y tumbaba gente para llegar hasta el micrófono.

Cuando éste [Juanito] llegó al lado de clarita, ella, como intentando oponer una última resistencia a la embestida del muchachito, apretó con fuercita el micrófono para no dejárselo quitar. Juanito la miro serio, le hizo una mueca como de fiera salvaje y le puso una cachetadita –así, suavecita- y le quitó el micrófono.

Para ese momento ya nadie murmuraba. El silencio del lugar sólo era interrumpido por los quejidos leves que lanzaban el de educación física y el de filosofía. Todas las miradas estaban puestas sobre la humanidad de juanito, que allí de pie, micrófono en mano, hacía un paneo del auditorio. Luego, alzó el micrófono y habló:

“Me he dado cuenta que todos en este colegio se burlan de mí. Y en realidad no me importa, no me afectan sus burlas, desde que soy niño siempre ha sido así. Sólo quería decírselos para que estén tranquilos y no tengan remordimientos de conciencia, porque es que eso sí es muy jarto. Pero en todo caso no es a ustedes a quienes quiero hablarles. Quien me impulsó hasta esta tarima, hasta este micrófono y a ejercer un poquito de violencia, es ella, laurita.”

Juanito dirigió su mirada y su voz hacia laurita, que, aún de pie junto al rector, sintió por primera vez en su vida que un muchachito la envolvía, la capturaba… la concentraba en él.

“Laurita, siguió diciendo Juanito, sé que soy pequeñito y jorobadito, pero quiero que sepas lo que pasó la primera vez que te vi el día que llegué al salón con la coordinadora, el día que me iba a presentar. Ese día todo era normal para mí hasta que te vi, hasta que me encontré con tu mirada. Cuando eso sucedió, no sé de dónde, pero entró al salón un viento fresco que me golpeó y me trajo una alegría que nunca antes había tenido. Y como si eso fuera poco, me sentí como sobreviviente de un naufragio, como vencedor de una gran batalla, como el conquistador de un gran territorio. Tú sabes que esas cosas no se sienten todos los días; que eso de que uno va por ahí, dándole vueltas al mundo y a las cosas, y de pronto ¡pluf! te llegan un viento y una alegría, es algo importante.”

“Laurita, tú eres la más linda y la más inteligente. Yo no. Yo soy feo, y además no me va muy bien en matemáticas. Pero quiero decirte que, si es que es cierto que existe el amor, eso no es tan importante. Yo me he pasado las horas en un rincón del colegio pensando en ti, y en cómo es que debo hacer para hacerte caer en cuenta de que puedes confiar en mí y ser mi amiga y reírte cuando me tropiezo porque no veo lo que está delante de mí y pasar tiempitos de silencio mirando hacia la esquina del colegio en donde las palomas se juntan y luego salen volando, como enrolladas, hacia algún lugar del cielo.”

“Hoy me he tirado la izada y he golpeado a los profesores de física y filosofía porque no podía dejar para mañana esto que te estoy diciendo. He llegado hasta aquí con miedo pero con resignación, porque sé que luego que termine tendré que abandonar el colegio, y entonces mis papas van a estar tristes y de pronto hasta resentidos conmigo. Pero eso no importa porque lo que yo digo lo digo para jugar a la sinceridad y para ver si de pronto se me hace el milagrito del amor verdadero. Por eso quiero pedirte que me des tu mano y salgas conmigo hacia algún lugar del mundo; que corras el riesgo como yo lo he hecho, porque sólo así uno sabe con quién está tratando. Entonces te pregunto: ¿te vas conmigo o te quedas acá con ellos?”

Cuando Juanito calló todos en el auditorio dirigieron sus miradas hacia la más linda, hacia la más inteligente. Pasaron unos segundos que se hubieran podido contar como minutos u horas, luego de los cuales Laurita caminó hacia Juanito, lo tomó de la mano y le dijo:

-¡Me voy contigo! A donde vayas.

-¿Así no más? ¿Sin miedo a la muerte?, pregunto él.

-Sí, así no más.

Tomados de la mano, como palomas que se enrollan y alzan el vuelo hacia

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