La nueva ruralidad en México.

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A pesar de las buenas intenciones que pudieran tener los grupos políticos que se encontraban en el poder y que aprobaron las reformas de 1992 y 1994 para cambiar el corporativismo de otros periodos, la privatización del campo no conllevaba necesariamente una mayor eficacia productiva; la liberación del mercado, en cambio, sí tiene un efecto en esta materia. Las políticas neoliberales, entonces, repercuten directamente en la garantía alimentaria, llevándola a una condición de vulnerabilidad, debido al manejo errado que se ha hecho de los recursos que se disponen en esta materia: los altos costos para la siembra de cultivos básicos, el acaparamiento de los insumos por parte de los productores comerciales, el consecuente rezago de los pequeños productores. Convendría entonces, de acuerdo a Delgado, que se lleve a cabo un proyecto alternativo campesino indígena, en el que se destaque la participación del sector agrícola como fundamental para el modelo de desarrollo nacional, y no sólo como un problema económico “sectorial”.

Otro de lo motivantes y efectos de la política neoliberal es la flexibilización del mercado, y de los procesos de producción, que superando el fordismo que tanto éxito había tenido hasta la década de los 80. En ella, la unidad fabril se fragmentó en numerosos procesos parciales, a la vez que estas actividades se trasladaron a zonas de bajos salarios.

Frente a estos sucesos, autores como Sara Lara apuntan una “desagrarización” de las sociedades agrarias actuales, conforme a la diversificación de actividades no agrarias en sus territorios, al tiempo de un desplazamiento poblacional hacia las pequeñas y medianas ciudades. Con ello, tiene lugar una reconfiguración del mercado de trabajo y de la organización social, donde nuevos actores se incorporan, principalmente las mujeres. Otro de los enclaves que se manifiestan de la “nueva ruralidad” es la “rurbanización”, en la que hay una “segunda residencia” en el traslado progresivo de residentes urbanos hacia poblados rurales, que puede ser una manifestación de la saturación de los espacios urbanos y no necesariamente una revitalización de los entornos rurales.

Así las cosas, los conceptos teóricos clásicos y los enfoques bajo los que trabajan las instancias gubernamentales y organismos nacionales e internacionales resultan insuficientes frente a una realidad dinámica y diversa, empero que permiten formular una serie de medidas y políticas agrarias y de desarrollo, como en el caso de “la ruralidad” frente a lo “agrario”; en el caso de la definición por densidad, se ignoran los aspectos históricos, y que responde más a una lógica territorial que socioeconómica. Algunos ejemplos de lo que se hacer referencia aquí son la Comunidad Económica Europea (CEE) y la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE).

Esta particular lectura de la ruralidad nos permite visualizar una serie de fenómenos que han tenido y tienen lugar en un número considerable de poblaciones de México. Siendo el entorno más inmediato, no podemos perder de vista su relevancia en el escenario general, así como en los elementos más particulares. En el escenario global, estas piezas son las que dotan de una naturaleza única a cada uno de los entornos que el científico social analiza. A modo de texto introductorio, brinda suficientes herramientas conceptuales para mirar nuestra realidad cotidiana con lentes críticos en esta temática, evadiendo los supuestos clásicos que se enfrascan en terrenos atemporales.