La realiza merovingia había estado vinculada a los descendiendientes de Clodoveo .
Enviado por tomas • 23 de Febrero de 2018 • 5.829 Palabras (24 Páginas) • 396 Visitas
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Pipino realizó contra los lombardos dos campañas, en el 754 y 756, que permitieron el afianzamiento de la posición papal en Roma. Sin embargo, ni la muerte de Aistolfo, ni la victoria de Pipino y sus donaciones territoriales hicieron que el papado, amenazado por la política expansiva del nuevo rey lombardo Desiderio, se sintiera satisfecho y las quejas y llamadas de auxilio a los francos continuaron durante los siguientes años. A la hora de explicar esa falta de respuesta a las peticiones papales hay que considerar que los esfuerzos del Pipino estaban dirigidos a la expansión territorial.
Cuando el reino franco es visitado por embajadas de los abasíes y de Bizancio, con quien, a pesar de no reconocer sus derechos a los territorios conquistados a los lombardos, Pipino tuvo siempre buenas relaciones de intercambio de legaciones, el rey muere en el 768 siendo enterrado en Saint Denis.
A la muerte de Pipino, de nuevo, siguiendo el antiguo precedente merovingio, el reino franco se dividió entre sus dos hijos, Carlos y Carlomán, en un reparte bastante confuso. El reino de Carlos rodeaba el de Carlomán por su parte septentrional, formando un extenso arco desde el extremo oriental de Turingia, pasando por Frisia al norte, hasta la Novempopulana en el oeste, comprendiendo el noreste de Austrasia con el valle del Main, la zona del Rhin medio, Lieja, Herstal y las Ardenas, el norte de Neustria hasta el Oise y el bajo Loira y la parte occidental de Aquinania. Carlomán recibió la Septimania, el este aquitano, Provenza, Borgoña, el sur de Neustria, incluido Soisson, y de Austrasia, Alsacia y Alamania. Sus capitales quedaron situadas en dos ciudades muy próximas, Noyon para Carlos y Soissons para Carlomán.
Las tensiones entre los dos hermanos parece que estuvieron presentes desde el principio. En el 769, con motivo de una sublevación de los aquitanos y vascones contra Carlomagno, Carlomán no acudió en auxilio de su hermano. Estas dificultades, apenas suavizadas por su madre Bertrada, son las que explican la aproximación de Carlomagno al duque Tasilón de Baviera y al rey lombardo Desiderio, con una de cuyas hijas se comprometió en matrimonio. El rey lombardo, aliado por enlaces matrimoniales de sus hijas con Tasilón y Carlomagno, reforzaba sus pretensiones al control sobre Roma en donde pretendía imponer su poder.
Sin embargo, la muerte de Carlomán en el 771 altera la situación, Carlomagno se apoderó del reino de su hermano cuya viuda e hijos se refugiaron en la corte de Desiderio. La ruptura de su matrimonio con la princesa lombarda no es sino la muestra de una quiebra general de relaciones con el reino lombardo, que ya no era preciso para contener a Carlomán y cuyo crecimiento podía considerarse preocupante.
El reinado de Carlomagno estuvo jalonado por una larga serie de campañas encaminadas a la expansión y consolidación del reino. Las expediciones militares se dirigieron a todas las fronteras, ya fuera hacia la Península Ibérica, Sajonia o Italia. Según Eginardo, su biógrafo, el reino duplicará prácticamente su territorio. No hubo, sin embargo, un plan general de conquistas sino que éstas se desarrollaron al hilo de las circunstancias.
Estas campañas y las numerosas victorias se basaban en un considerable potencial militar. El ejército surgía del deber de los francos de ir a la guerra a la llamada del rey, es decir, había un deber general de los libres de acudir a este tipo de convocatoria. Sin embargo, parece que eran los libres propietarios lo que estaban obligados de acudir. Por otro lado, de singular importancia es la existencia de comitivas armadas, formadas por grupos amplios de hasta varios centenares de jinetes que acompañaban a su señor. Se trata de un fenómeno generalizado que desvirtuaba el componente público de las obligaciones militares.
Las expediciones solían iniciarse en mayo y se prolongaban a lo largo del verano. La extensión del reino franco hacía que fuera imposible una leva general y, normalmente, sólo se reunían tropas de las regiones próximas a donde se iba a producir la campaña. Por otra parte, aunque la convocatoria militar afectara a todos, parece que lo menos acomodados excusaban su asistencia, alegando precisamente esta penuria económica. En efecto, dos capitulares limitaban el acceso al ejército a los que tenían medios suficientes, que se calculaban en tres o cuatro mansos, pero establecían un sistema para que los menos favorecidos se agruparan en función de sus bienes hasta lograr un conjunto de cuatro mansos, de manera que uno de los así asociados, el mas capaz, acudiera a la hueste, mientras que el resto del grupo sufragaba los gastos.
Es evidente que las necesidades militares de Carlomagno fueron constantes. Las fuentes hacen referencia a las deserciones, al retraso en incorporarse y al ingreso en la Iglesia para evitar cumplir con las obligaciones militares. Ello pone de manifiesto el esfuerzo económico que suponían, ya que el armamento era de elevado coste y, además, las campañas se realizaban en una época de importancia agrícola, de manera que la ausencia durante las faenas del campo habría de comportar serios prejuicios sobre todo para los campesinos de condición más humilde. Esta situación también señala una tendencia al deterioro del potencial bélico franco que se acrecentará con el tiempo, en relación con las crecientes limitaciones del poder carolingio.
A lo largo de los años de amenaza lombarda al papado, tanto Pipino III como Carlomagno habían visto multiplicarse los títulos honoríficos que recibían de Roma. Se lo presentaba como difusor y corrector del cristianismo. Sin duda uno de los elementos honoríficos más importantes entre los incorporados por Carlomagno es la referencia a la gracia divina para justificar su realeza, es decir, era la voluntad de Dios la que designaba al rey. Catulfo, un anglosajón que escribe al rey hacia el 775, señala la altísima posición de Carlomagno, vicario de Dios, por encima de los obispos, vicarios de Cristo. De esta manera se consolidaba una teoría política que ensalzaba la figura del rey y que hacia a Dios garante de un orden querido por él.
El concilio de Frankfurt del 794 marca el culmen de la ortodoxia de Carlos. Carlomagno convoca, como hiciera Constantino, un gran concilio que se pretende sea universal. El rey es aclamado en la sesión de clausura como “rector populi Christiani”. A partir de entonces el epíteto, que ya recibía más aisladamente, se generaliza: el rey es el nuevo David, es el verdadero rey, el rey ungido, el monarca del pueblo elegido, por quien en las iglesias se dicen oraciones. Si Constantino había fundado Constantinopla, Carlomagno va a establecer en una nueva capital, en Aquisgrán (destacable por
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