Los factores de cuidados de Jean Watson en el cuidado a enfermos terminales.
Enviado por tomas • 30 de Enero de 2018 • 3.236 Palabras (13 Páginas) • 415 Visitas
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“Formación en un sistema de valores humanístico”: el “día a día” de la práctica profesional requiere que la enfermera evolucione en su desarrollo moral. Los valores humanísticos y altruistas que se aprenden pronto pueden recibir una gran influencia por parte de las enfermeras (Alligood & Marriner-Tomey, 2011). “Incorporación de la fe - esperanza”: Son importantes para el cuidado y la sanación ya que facilitan la promoción del cuidado enfermero holístico y positivo hacia los pacientes (Eugenia Urra, Alejandra Jana, & Marcela García, 2011). “Cultivo de la sensibilidad hacia uno mismo y hacia los otros”: el ser humano es sentir y la única forma de desarrollar sensibilidad hacia uno mismo y hacia los demás es reconocer los propios sentimientos (Rielh-Sisca, Peyá, & Busquets Surribas, 1992). “Desarrollo de una relación de ayuda y confianza”: se conseguirá mediante coherencia, empatía, sensibilidad y apertura, al igual que una comunicación eficaz (Alligood & Marriner-Tomey, 2011; Eugenia Urra et al., 2011). “Promoción y aceptación de sentimientos positivos y negativos”: las emociones juegan un rol preponderante en la conducta humana y para Watson son una ventana por la cual se visualiza el alma (Eugenia Urra et al., 2011). Los enfermeros deben comprender intelectualmente y emocionalmente cada situación, que es única. “Uso sistemático de una resolución creativa de problemas del proceso asistencial”: la sistematización excesiva de normativas impiden el desarrollo creativo de esta profesión. Las enfermeras realizan múltiples procedimientos, resultado del uso de un método científico que disipa su imagen tradicional como ayudante del médico (Alligood & Marriner-Tomey, 2011). “Promoción de una enseñanza-aprendizaje interpersonal”: se relaciona con mejorar la respuesta del paciente a problemas de salud, incluyendo una exploración del significado de la situación; no es sólo la entrega de información didáctica (Rafael, 2000). “Creación de un entorno de apoyo protector y/o correctivo para el medio físico, mental, espiritual y sociocultural”: las enfermeras tienen que reconocer la influencia del entorno interno y externo y sus respectivas variables en la salud y enfermedad del individuo (Alligood & Marriner-Tomey, 2011). “Asistencia en la gratificación de necesidades humanas”: el brindar cuidados tiene como fin la satisfacción en la persona atendida de necesidades humanas de la salud, abarcando los tres estratos definidos por Watson (Vázquez Calatayud & MC, 2011). “Reconocimiento de fuerzas fenomenológicas y existenciales”: Está estrechamente relacionado con la auto-realización, que se ocupa principalmente de la persecución de objetivos de vida, mientras que éste factor se centra en la búsqueda del sentido de éstos y de la experiencia de vida por parte de la persona (Rafael, 2000).
Los factores descritos parten de una base de conocimientos, de la competencia clínica y de la intención de curación. Éstos permitirán llegar a la relación del cuidado transpersonal estando algunos de ellos más centrados en la enfermera, la relación o el proceso de cuidado (Eugenia Urra et al., 2011).
Una vez introducida la teoría de Watson haré referencia a los enfermos al final de la vida. El aumento de la esperanza de vida, los avances médicos, así como el envejecimiento de la población son responsables del aumento de enfermedades en los últimos años. Éstas abocan al enfermo hacia una situación terminal y, finalmente, a la muerte.
El concepto de paciente terminal hace referencia a la situación del paciente más que a la patología. Según la OMS, enfermedad en fase terminal se define como aquella que no tiene tratamiento específico curativo o capacidad para retrasar la evolución, y que por ello conlleva a la muerte en un tiempo variable; provoca síntomas intensos, multifactoriales, cambiantes y conlleva un gran sufrimiento en la familia y el paciente. La atención de estos pacientes tiene como objetivo “cuidar” y no “curar” a pesar de la persistencia y progresión de la enfermedad. Es ahí donde los enfermeros ofrecemos un cuidado basado en el amor al prójimo, promoviendo la máxima calidad de vida hasta que acontece la muerte.
Los profesionales de enfermería tenemos que estar preparados para asistir, entender, acompañar y ayudar en éste proceso sumamente difícil. El sufrimiento que éste conlleva es una experiencia humana compleja que hace necesaria la presencia de los enfermeros, no sólo para el control de los síntomas, sino también para ayudar al enfermo a expresar sentimientos, preocupaciones o miedos. Los enfermeros, al pasar más tiempo con estos enfermos, desempeñamos un papel fundamental en su atención siendo esencial el desarrollo de una relación interpersonal para garantizar un cuidado holístico.
La enfermería proporciona soporte emocional, facilita los procesos adaptativos, contribuye a la comunicación paciente-familia y colabora con los recursos implicados (López Imedio, 1998). Para lograrlo no basta con una buena formación, sino que ésta ha de ser específica, ya que la problemática con la que deberá enfrentarse tiene características propias (Colell Brunet, 2008). Cada paciente terminal es único y especial (Astudillo, Mendinueta, & Astudillo, 2002). Es imprescindible abordar las necesidades de ese paciente en concreto, ofreciendo un cuidado único e individualizado orientado a su mayor bienestar y confort. La enfermedad terminal tiene implicaciones físicas, emocionales, sociales y espirituales, por lo que la valoración deberá ser global y los cuidados deberán ir encaminados a atender esas necesidades únicas del paciente y su familia (Colell Brunet, 2008).
Así pues, el paciente terminal será cuidado con humanidad y profesionalidad, promoviendo y respetando sus derechos humanos, y fallecerá con dignidad cuando sus decisiones sean respetadas y aceptadas por profesionales y familiares. Esto no quiere decir que el paciente tenga que morir en una unidad de cuidados paliativos. La presencia de los profesionales debe darse, cuando sea necesaria, allí donde se encuentre la persona: en su domicilio, en el hospital, en una residencia, etc. Después de la muerte quedará la pena, la tristeza, la soledad compartida y ese maravilloso sentimiento de tranquilidad y de paz interior por haber acompañado al paciente, al familiar, al ser querido en su “último recorrido”. En definitiva, queda la satisfacción de haber hecho todo lo posible por contribuir a una muerte digna.
Una vez establecida la relevancia de los pacientes terminales desarrollaré la interrelación de los factores de cuidados de Watson en el cuidado a pacientes moribundos.
Respecto a la formación en un
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