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Mi Cuadra

Enviado por   •  19 de Julio de 2017  •  13.277 Palabras (54 Páginas)  •  515 Visitas

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para que estudiara en Managua, quien se fue de la casa cuando se casó con el Ingeniero Carlos Santos. Mi tía Solignia vivió con su hija Darling, hasta que esta se casó con el Ing. Francisco José Jarquín, con quien tuvo dos hijos: Frank y Agustín Jarquín Anaya, luego se casó con Ernesto Muñoz, con quien tuvo un hijo de nombre Ernesto. También vivió una señora, que es la madre del Dr. Julio Cedeño, uno de los primeros médicos siquiatras, graduados en la Universidad Patricio Lumumba de Moscú, URSS.

Mi tía Olga y su esposo Pepe, además de Daniel, tuvieron los siguientes hijos: Roberto, César, Álvaro, Carlos y Sabrina, se fueron en 1961 al barrio Santa Ana. En 1964, luego de la muerte de mi abuelita, se vino a vivir Oscar, con su esposa Avelina Jiménez, mexicana, y sus tres hijos y cuatro hijastros: Gerardo, Avelina, Guillermo y Lourdes, Carrillo y Oscar, Ricardo y Guadalupe Duarte. Para 1970 se habían ido a México. Mi tío entonces se divorció y casó con Nohemí Salvatierra con quien tuvo un hijo: Jorge.

«Mi cuadra» estaba situada entre la 4ª. calle suroeste y la quinta calle suroeste o calle 11 de julio. O sea que estábamos en el barrio San Pedro, el cual es muy poco mencionado. Algunos creen que es parte del Barrio San Antonio, están equivocados. El cementerio quedaba a menos de dos cuadras y la Iglesia de San Antonio estaba a más de 4 cuadras. En «Mi cuadra solo en una de las aceras tenía casas de habitación ya que la acera de enfrente era ocupada completamente por el Hospital General. Para 1957 se terminó en la esquina Noroeste y media cuadra hacia el sur el Hospital de Seguridad Social, y el resto continuo siendo el Hospital General, hasta enero de 1963 en que fue trasladado al Retiro. Estos edificios entonces, fueron ocupados por el Ministerio de Salud hasta 1972 que fueron destruidos por el terremoto. «Mi cuadra» era tan larga que los vecinos de uno de la equinas s extremos con los vecinos de la otra esquina posiblemente no se conocían.

Recuerdo casi a todos los que vivieron en esta calle en mis 22 años que moré en «Mi cuadra» y algunos que vivieron antes de mi nacimiento; y comenzaremos a enumerarlos de Norte a Sur: En la primera casa vivió Don Carlos Hurtado, hacendado, padre del ex Ministro de Gobernación de doña Violeta, de su mismo nombre, fue compañero mío en Infantil en el IPM. Luego se trasladó la casa y laboratorio del Dr. Fabio Sánchez Arana, de Jinotepe, con su esposa Dra. Gloria Zeledón, Abogada y nieta del héroe nacional Doctor y Gral. Benjamín Zeledón, y hermana de Sergio Zeledón, geneólogo e historiador actualmente vive en Miami. El garaje lo alquiló por algún tiempo por los años 60 a 63 a un argentino, Eduardo Riesgo, que era comentarista radial de futbol quien puso un Cafetín el “Petit Café Musset”.

Subiendo hacia el Sur el laboratorio del Dr. Sánchez Cárdenas de Jinotepe, y en la misma casa vivía pero, separados, doña Amy Hayes, de nacionalidad estadounidense, esposa de Gonzalo Rivas Novoa (Ge Erre Ene), famoso poeta humorístico, quien se encontraba exiliado en El Salvador, y regresó a Nicaragua solo a morir de cáncer, la mayoría de las biografías de Ge Erre Ene están equivocadas pues dicen que murió en El Salvador, yo recuerdo que cuando llegó ya con el diagnóstico de su próxima desaparición terrenal, anduvo vestido de traje completo de color oscuro, despidiéndose de los vecinos. Era un señor alto y de color moreno, con un bigote fino, entre otros, fue autor de un folleto que tituló Morado, y que es una parodia de Azul de Rubén Darío. Doña Amy tenía una agencia de lotería y era propietaria de otro cafetín que quedaba en la esquina frente la casa del Dr. Sánchez Arana, en parte de la casa del Dr. Abel Medina, que se llamaba “Café a toda hora”. Este café se lo miraba una empleada que vivía en la misma casa que ella. Los principales clientes de los cafetines eran médicos, enfermeras o empleados del hospital del Seguro Social y del Hospital General, como los del «Petit Café Musset». Doña Amy tenía una hija con Ge Erre Ene, estudiaba en la Inmaculada y era unos tres años menor que yo. Se trasladaron unos años antes del terremoto a una casa que quedaba frente al edificio en que quedó el Supermercado Central, luego Sears, una media cuadra al Oriente del Banco Central.

En la casa que ocupara doña Amy después vivió el Doctor Correa Moreira y su Esposa Berta y una hermana de esta, que acostumbraba sentarse en la acera de la casa después de las cinco de la tarde con las piernas cruzadas. La llegaba a visitar un norteamericano, rubio, delgado y alto, con el que debe haberse casado. El Dr. Correa Moreira tenía una farmacia al otro lado de la manzana del hospital. Con relación a la Dr. Correa Moreira tengo la siguiente anécdota, tenían una fiesta, posiblemente era un cumpleaños, de él o su esposa, A la orilla de la puerta de la sala tocaba un trío, y su cantante. Cuando se está dando la fiesta, nosotros enterados, sacamos de nuestras casas los respectivos pedos chinos, que es ácido sulfúrico, mezclado con otras sustancias, que cuando se tira la capsula en que viene el líquido y se tira contra el suelo y se rompe, se extiende por toda el área de unos cinco metros cuadrados un tufo espantoso, insoportable. Estos pedos chinos los comprábamos en la Farmacia Alvarado, de San Antonio unas tres cuadras al lago. Pues bien varios de los chavalos del barrio, los más jodedores, entre los cuales estábamos, Daniel Quintana mi primo, Aníbal González, hijo del cuidador del edificio Bequillard, Francisco Moreno a quien llamábamos , Pegoste, Alfredo Arellano, conocido en el Instituto Pedagógico como la Vieja y nosotros le encajamos Cuca y Alejandro Arellano, y yo, pasamos con sendos pedos chinos, y los tiramos a la sala y seguimos caminando como si nada, los invitados estaban comiendo y la orquesta tocando algún bolero de la época, como Sinceridad de Orejas de Burro. Una vez que se quebraron las capsulas, eran al menos cinco, vemos salir con todo e instrumento a los músicos, y después a los comensales, vestidos de traje completo, tapándose las narices con pañuelo que le ponían encima, algunas mujeres además del pañuelo se abanicaban con sus abanicos manuales, Nosotros nos habíamos quedado a unos diez metros de la casa mencionada, frente a la parte donde comenzaba donde vivían los Molina Peña, y nos moríamos de risa, ver a la gente moviendo las manos de un lado a otro a la altura de la nariz, tapándose la nariz, y algunos hasta vomitando. Es de más decir que la fiesta allí terminó, ya que el tufo debe de haber durado hasta el día siguiente por la mañana. Nadie se percató que fuimos nosotros los causantes del desastre, y por

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