PRIMER MANDAMIENTO: AMARÁS A DIOS POR SOBRE TODAS LAS COSAS.
Enviado por Ledesma • 6 de Marzo de 2018 • 1.917 Palabras (8 Páginas) • 513 Visitas
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Hay que tener presente que cuando se roba algo, se perjudica a otra persona. Ese “algo” puede ser material o no: se pueden robar los afectos, los cariños, la dignidad de otro, si se le agrede psicológicamente, la auto-estima, si se le está constantemente menospreciando, etc.
- Cuando se tiene trabajadores a cargo, si no se paga lo que es justo, también se les está robando algo que les corresponde;
- Cuando se está en el comercio y se cobra más de lo justo por algo que se vende, también se incurre en esta infracción moral:
- Cuando se trabaja en sociedad, y se abusa de la confianza del o de los socios en provecho propio, se les está engañando y además, robando;
- Cuando se compra algo a alguien, conscientes de que lo ha robado, se hace tan culpable de la infracción como si hubiese cometido el mismo el acto del robo;
- Cuando se acepta un soborno, se le está robando a la empresa compradora;
- Cuando se compra algo, sin pagar el impuesto correspondiente, se le está robando al Estado;
OCTAVO MANDAMIENTO: NO LEVANTAR FALSO TESTIMONIO NI MENTIR
La mentira es SIEMPRE mentira, y por serlo, está mal. Se engaña al que se le miente, se esconden cosas al no decir la verdad, se eluden responsabilidades al no reconocer un error y, finalmente, se falta gravemente el respeto a quien se le miente.
En este mandamiento están incluidas varias actitudes, como por ejemplo:
- Murmurar (pelar) en contra de otra persona que no está presente para defenderse.
- Levantar un falso testimonio (inventar algo en contra de alguien), lo que constituye una calumnia.
- Juzgar a otro – este es un tema muy importante, porque es muy fácil caer en esto. Es siempre más fácil ver la paja en el ojo ajeno que la viga en el propio. Es bueno siempre recordar la actitud de Jesucristo, cuando una turba que perseguía a una mujer sorprendida en adulterio con piedras para apedrearla hasta la muerte (como era la costumbre judía en esos tiempos) – uno de los atacantes le pidió a Jesús que dijera algo a la mujer adúltera, y Jesús lo único que dijo fue: “El que esté libre de pecado, que tire la primera piedra”. Y el resultado es que ninguno lo hizo y se alejaron, dejando a la mujer sin herirla.
- Tampoco es lícito que, cuando alguien nos ha confiado un secreto en privado, se viole esa confianza revelando a otros la situación. Se hiere gravemente a la otra persona, tanto en su confianza como en su honra y en su dignidad.
- También hay que evitar ridiculizar a otros, exagerar los defectos ajenos para hacer mofa de ellos.
- Y algo muy importante, pero que desgraciadamente se toma muy a la ligera: nunca se debe ir de testigo falso ante ninguna autoridad civil ni religiosa.
DECIMO MANDAMIENTO: NO CODICIARAS LOS BIENES AJENOS
Cuando Dios nos pide esto, sabe muy bien lo que hace! No hay nada que envenene más el alma y que amargue más a una persona, que el envidiar a alguien deseando tener lo que esa persona tiene.
Dios es un Padre Amoroso que siempre nos dará lo necesario para subsistir. Y con nuestro trabajo, podemos ir surgiendo en la vida y adquirir aquellas cosas que legítimamente nos den satisfacción.
Pero siempre habrá personas que tengas más que nosotros, así como también personas que tengan menos que nosotros. No hay que preocuparse por los que tienen más: es su tema, es su situación – pero sí podemos preocuparnos por los que tienen menos y, si nuestra situación nos lo permite, ayudarlos en la medida que podamos.
La sensación que deja el haber podido ayudar a alguien en necesidad es infinitísimamente superior a la sensación de amargura, de rencor y envidia cuando nos dejamos invadir por el deseo desenfrenado de tener lo que otros tienen y yo no.
Dios nos da muchas más cosas de las que nos damos cuenta: nos da la vida; nos da la luz del día para disfrutarlo y la oscuridad de la noche, para descansar; nos da la salud; nos da a nuestras familias; nos da el trabajo; nos da la naturaleza hermosa, para disfrutarla, y por sobre todo, nos da la calidad de hijos de Dios, para que un día, al dejar esta tierra, podamos ser recibidos por El, nuestro Padre, como Sus hijos en un lugar en donde ya no habrá más dolor ni penas, sino sólo la paz, serenidad y gozo de todo un Dios.
San Pablo dijo: “Nadie sabe – ni ojo humano vi, ni oído humano escuchó jamás todo lo que Dios nos tiene reservado en el Cielo”.
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