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PROGRAMA DE INTERVENCION PROMOCION DE SALUD 2015

Enviado por   •  22 de Octubre de 2018  •  2.883 Palabras (12 Páginas)  •  319 Visitas

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Los hijos de madres diabéticas, hipertensas u obesas tendrán un mayor riesgo de desarrollar diabetes tipo II, hipertensión y/u obesidad en el curso de su vida, no sólo por factores genéticos, sino también por este mecanismo de programación fetal, mediado por factores hormonales y/o nutricionales.

Para orientar las actividades de prevención precoz, es necesario considerar los factores que constituyen riesgo de ECNTs, los que operan y se hacen evidentes desde las primeras etapas de la vida:

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- Obesidad en los padres;

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- Sobrepeso u obesidad materna pre-gestacional, gestacional y/o ganancia excesiva de peso durante el embarazo;

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- Bajo peso de nacimiento (desnutrición intrauterina);

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- Macrosomía del recién nacido (peso mayor a 4 kg);

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- Lactancia materna exclusiva de insuficiente duración (

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- Incremento acelerado de peso del lactante mayor de 1 año o del preescolar (cruce de percentiles ascendentes);

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- Diabetes Mellitus tipo II en padres y abuelos:

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- Diabetes Gestacional en dicho embarazo;

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- Obesidad infantil.

Dada la importancia de la intervención precoz, ante la presencia de uno o más de losfactores de riesgo de ECNTs descritos, el niño(a) debería someterse además de su control de crecimiento regular, a una vigilancia dirigida, a fin de prevenir, detectar y/o corregir oportunamente desviaciones del crecimiento y en el caso de obesidad infantil, procederse de acuerdo a norma técnica de tratamiento.

En cada actividad, el componente básico de la intervención debiera ser el de informar, educar y motivar a los padres en la adopción de prácticas saludables de alimentación y de actividad física para el niño(a) y su grupo familiar.

El ser humano está biológicamente mejor preparado para resistir ayunos prolongados que para tolerar la abundancia de calorías y el exceso de reposo. Aunque tenemos mecanismos fisiológicos de saciedad alimentaria y metabólica, evidentemente éstos no son lo suficientemente efectivos como para evitar la obesidad. El resultado final es un balance de energía crónicamente positivo, que se va acumulando, año tras año, en forma de grasa.

El aumento rápido y manifiesto de la prevalencia de sobrepeso y obesidad experimentado en las dos o tres últimas décadas no puede ser atribuido a causas genéticas. Aunque los factores hereditarios son importantes, el genoma humano no ha cambiado en tan poco espacio de tiempo. De ahí que los factores ambientales o del entorno jueguen un papel primordial en el desarrollo de esta epidemia mundial de obesidad, creando el llamado “ambiente obesogénico”, caracterizado por la abundancia de alimentos y el sedentarismo.

Con frecuencia el acto de comer adquiere un valor y un sentido de gratificación emocional independiente de nuestras necesidades calóricas. Asociamos, de forma subliminal, comer y beber con estados anímicos positivos y, por eso, cuando no nos sentimos bien lo compensamos comiendo o bebiendo, aunque no tengamos apetito y en contra de nuestro raciocinio y nuestra salud. También la comida es utilizada por los padres para premiar a sus hijos.

Una alimentación y nutrición adecuadas son importantes en todas las etapas de la vida, pero particularmente durante la infancia. La dieta de los niños y adolescentes se caracteriza por una alta densidad energética (ricos en grasas y azúcares refinados) y por un déficit en la ingesta de frutas, verduras y cereales no procesados.

Además, es preocupante que los niños acudan al colegio sin haber desayunado. Se ha demostrado que la prevalencia de obesidad es superior en aquellas personas que toman un desayuno escaso o lo omiten.

Existen evidencias de que el niño (a) hasta los tres o cinco años de edad puede espontáneamente adecuar su ingesta energética al gasto energético (incluido el gasto por crecimiento) si se le otorga libre acceso a una alimentación variada. Esta capacidad de mantener un balance energético se puede perder por la oferta excesiva de alimentos de muy alta densidad energética y de grandes porciones. La autorregulación energética también puede perderse cuando las señales internas que indican al niño(a) "qué, cuándo y cuánto" comer son repetidamente sobrepasadas por un adulto que impone al niño(a) no sólo sus propios horarios de alimentación, sino también un "qué" y "cuánto" comer.

El niño(a) nace con una preferencia ya determinada por alimentos dulces y salados y con un rechazo por los sabores ácido y amargo; el resto de las preferencias alimentarias se "aprenden" muy temprano en la niñez, en la etapa de incorporación del niño(a) a la alimentación familiar. Estas preferencias alimentarias condicionarán los hábitos de alimentación a edades posteriores. La madre y el grupo familiar deben estar preparados, tanto para apoyar el aprendizaje de preferencias alimentarias saludables, como para preservar la capacidad innata del niño(a) de alimentarse adecuadamente, obedeciendo a estas señales internas que lo llevan a mantener un adecuado balance energético.

La restricción absoluta de algunos alimentos; el uso de alimentos como recompensa a conductas deseadas; el condicionar la entrega de alimentos que gustan más (ejemplo postre) a la ingesta previa de otro alimento que no prefiere (ejemplo algunas verduras o pescado); el obligar al niño(a) a tomarse hasta la última gota de la mamadera o a "limpiar el plato"; y otros patrones culturales que se dan en torno a la alimentación en esta etapa crítica, deben corregirse a través de un gran esfuerzo informativo, educacional y motivacional tanto de los equipos de salud como de la comunidad.

Otra de las causas de la obesidad es la inactividad física. Reconocido como un determinante cada vez más importante de lasalud, este problema es el resultado delcambio de patrones de conducta que derivanhacia estilos de vida más sedentarios,cuyas causas últimas son la vida en las ciudades,las nuevas

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