Reflexión sobre la eutanasia
Enviado por Antonio • 2 de Mayo de 2018 • 1.255 Palabras (6 Páginas) • 521 Visitas
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En segundo lugar, es cierto que cualquier persona tiene el derecho de oponerse a un tratamiento u operación (como queda registrado en la ley 41/2002 de autonomía del paciente) pero nadie tiene el derecho a exigir que le maten. La eutanasia, a diferencia del suicidio, implica la intervención de una tercera persona y, por tanto, no es posible establecer un derecho que colisione con un deber de terceros: el médico tiene el deber de cuidar y preservar la vida, el supuesto “derecho” a decidir la propia muerte colisiona con el deber del médico. Los partidarios de la eutanasia defienden que el médico no asume la autoridad de eliminar el sufrimiento sino que son ellos quienes se la conceden y, por tanto, la sociedad no debe interferir en ese ejercicio de libertad y autonomía. Pero, como bien se refleja en el artículo procedente de bioeticacs.org (“Razones del no a la eutanasia”): la autonomía personal no es absoluta. Uno no puede querer la libertad solo para sí mismo, ya que no hay ser humano sin los demás. Nuestra libertad queda siempre conectada a la responsabilidad por todos aquellos que nos rodean y la humanidad entera”.
Además, si se legalizara la eutanasia, su práctica traería graves consecuencias sociales: deshumanizaría a la medicina, resquebrajando el juramento hipocrático que tiene como fin eliminar las dolencias y no eliminar al enfermo. Aunque en un principio solo se admitiese la eutanasia voluntaria para ciertos casos extremos, poco a poco, con una legislación permisiva y una opinión pública favorable, la eutanasia acabaría convirtiéndose en un recurso terapéutico por ser más indolora, rápida y económica que los paliativos: el médico podría aplicarla a un enfermo (sin su consentimiento) si considera que su vida carece de la calidad suficiente para ser vivida (un claro ejemplo de ello es lo que está sucediendo actualmente en Holanda). Para más inri, la eutanasia frenaría la investigación científica, no habría razones para indagar sobre nuevas patologías porque la vía más rápida y cómoda es proporcionar la muerte. Y con esto último no nos referimos a tratar a los pacientes como “cobayas” ni “experimentar con su cuerpo” sino tratar de encontrar fármacos más efectivos para paliar los síntomas de sus enfermedades, siempre y cuando el paciente lo consienta (recordamos que según la ley 41/2002, tiene el derecho de autonomía sobre si quiere o no ser sometido a un tratamiento).
Queremos concluir con la afirmación de G.Herranz de que admitir la eutanasia “supondría cambiar algo tan básico en nuestra sociedad como es no matarnos unos a otros”. En sociedades con recursos limitados se podría acabar viendo a los enfermos no como personas merecedoras de cuidados sino como miembros inútiles y fuentes continuos de gastos; esa sensación se transmitiría a los más vulnerables que podrían acabar “sintiéndose en la obligación” de pedir la eutanasia para dejar de ser una carga.
Un indicador significativo del grado de desarrollo de una sociedad es el modo como cuida a sus miembros más débiles y necesitados. Es en esta tarea, en el desarrollo de los cuidados paliativos, y no tanto en el empeño por legalizar la eutanasia, donde merece la pena centrar la atención y los principales esfuerzos.
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