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Ricardo III - Escena II , Acto I

Enviado por   •  7 de Marzo de 2018  •  780 Palabras (4 Páginas)  •  362 Visitas

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Gloucester:

Tus ojos, dulce señora, han enfermado a los míos.

Ana:

¡Ojalá fueran basiliscos, para dejarte muertos!

Gloucester:

Ojalá lo fueran, pues ahora me das muerte en vida. Esos ojos tuyos han sacado de mis viriles ojos lágrimas que antes despreciaron. Mi lengua jamás pudo aprender dulces palabras ablandadoras como las aprendió contigo. (Ella lo mira con desprecio) No enseñes tal desprecio a tus labios, pues se hicieron para besar, señora. Si tu vengativo corazón no puede perdonar, aquí te presto esta aguda espada para ocultarla en este pecho fiel. (Presenta el pecho abierto: ella se dispone a herirle con la espada) No, no te detengas: pues yo cometí asesinatos, pero fue tu belleza la que me provocó. (Ella deja caer la espada) Toma la espada otra vez, o tómame a mí.

Ana:

Levántate, simulador: que aunque deseo tu muerte, no quiero ser tu verdugo.

Gloucester:

Entonces, pídeme que me mate, y lo haré.

Ana:

Ya lo he dicho.

Gloucester:

En tu furia: vuelve a decirlo, y, esta mano cumplirá tu voluntad.

Ana:

Dejadlo ahí.

Gloucester:

Di entonces que mi paz está hecha, ¿viviré con esperanza?

Ana:

Mi esperanza es que todos los hombres vivan así.

Gloucester:

Entonces, que te plazca dejar esos tristes pensamientos, y vayas en seguida a Crosby Place, donde, después de que yo entierre solemnemente a este ilustre rey iré a verte con todas las ceremonias convenientes. Por diversas razones desconocidas, concédeme este don.

Ana:

Con todo mi corazón, y mucho me alegra también verte tan arrepentido

Gloucester:

Dime adiós.

Ana:

Es más de lo que mereces; pero, puesto que me enseñas a adularte, imagina que ya te he dicho adiós. (Se va Lady Ana).

Gloucester:

Señores, llevaos el cadáver. (Se van todos menos Gloucester) ¿Se ha cortejado jamás a una mujer en tal humor? ¿Se ha conquistado jamás a una mujer en tal humor? Yo la he conquistado, yo, que maté a su marido y a su padre, ganarla a ella: el mundo entero contra nada. ¡Ja, ja! ¿Ha olvidado ya a su señor, a quien yo, hará unos tres meses, apuñalé en mi furia? Apuesto mi ducado, a que me había engañado hasta ahora sobre mi persona: pues ella encuentra que soy un hombre maravillosamente grato. ¡Brilla, hermoso sol, brilla como mi esperanza! (Se va)

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