Santa Marta: Auge y declive de un bastión colonial.
Enviado por mondoro • 3 de Abril de 2018 • 3.577 Palabras (15 Páginas) • 407 Visitas
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El trato hacia los indígenas estaba sujeto a los códigos usuales, según los cuales debían ser considerados vasallos libres de la Corona y había que inculcarles la religión cristiana. Si en algún momento dado denegasen el comercio y la instalación de los conquistadores en sus tierras o entorpeciesen la evangelización, podían ser tomados como esclavos, como si se tratase de indígenas cuya captura hubiese sido previamente consentida. Al aplicar las mencionadas normativas, las conductas a seguir con los indígenas quedaban sujetas al libre albedrío tanto de gobernadores como de conquistadores, ya que la legislación vigente podía ser entendida de manera que todos los indígenas de la región fuesen considerados esclavizables.
Si nos remontamos a la fundación formal de la ciudad de Santa Marta, debemos referirnos nuevamente a Rodrigo de Bastidas, quien tras largos preparativos que le costaron muchas deudas con los mercaderes de la isla de Santo Domingo, envió 80 hombres mar adentro y en contados días, en junio de 1525. Para saldar sus cuentas pendientes, según testimonios coetáneos, mandó a uno de sus capitanes a capturar esclavos a la costa de Panamá, y procedió a fundar, ciñéndose a las tradiciones formales españolas, la provincia de Santa Marta en el mismo mes de junio, de la cual asumió su gobierno alrededor de un año:
Y así se dilató el ponerlo todo a pique para darse a la vela desde la isla de Santo Domingo hasta el año de mil quinientos veinte y cinco, en el cual saliendo de aquella ciudad con tres o cuatro navíos, atravesó en de Gaira y surgiendo en el que hoy tiene la ciudad de Santa Marta, comenzó a edificar luego donde hoy está la ciudad, poniéndole por nombre Santa Marta, no sé si por su devoción o porque le había puesto, como dejamos dicho, al Río Grande que los años atrás había descubierto el de Magdalena, por estar este sitio no lejos de su boca y como hermano al fin. Sea por lo uno o por lo otro, él la fundó donde hoy permanece, señalándole calles, casas e iglesia con título de la Concepción de Nuestra Señora. Nombró cabildo con alcalde de él, y por su teniente a un Pedro de Villafuerte, natural de Ecija, aunque a éste ya le traía nombrado desde antes que se embarcara, y por contador de la jornada nombrado por el Rey a un Juan de Ledesma.[4]
Muchos de los cronistas concordaron en que trató de evitar la expoliación de la población indígena, su esclavización y posterior liquidación bajo la presión de los españoles.
Durante la efímera administración de Bastidas, las relaciones entre indígenas y conquistadores fueron más o menos pacíficas; donde posiblemente los nativos, intimidados por el dominio español, se dispusieron a “comprar” cierto sosiego mediante el pago eventual de oro y el aporte de suministros (maíz especialmente) a manera de tributo a los invasores, mientras éstos no se excedieran en sus requerimientos.
Pero el descontento de los españoles con el gobernador, aumentó rápidamente y hacia mayo de 1527, éste fue blanco de un atentado perpetrado por algunos de sus mismos hombres, por el cual se vio en la obligación de abandonar la tierra firme, gravemente herido, en los primeros días del mes de junio y fallecer poco después en Cuba, sin haber logrado arribar a Santo Domingo, su verdadero destino:
Y así, hallándose cierta ocasión en la cama, embistió con él y le dio de puñaladas, haciéndole espalda otros cuatro o seis de su pelaje, como fueron: un Montalvo, natural de Guadalajara, un porras de Sevilla, Montesinos de Lebrija y un Samaniego y Serna, que conjurados para el exceso atroz, pretendieron quitarle la vida como lo hicieran, si el adelantado no se arrojara de la cama y ellos, pensando quedara muerto, no huyeran.[5]
En Santo Domingo, al confirmarse los rumores del deceso de Bastidas, la Audiencia designó a Pedro de Badillo como gobernador interino, quien puso pies en la isla en febrero de 1528. Tras un roce inicial, donde por poco se enfrentan por las armas los 180 hombres de Badillo con los 200 de Palomino que moraban en Santa Marta, y la intercesión de los clérigos de ambos grupos, concertaron así Badillo y Palomino gobernar en conjunto, prosiguiendo con el saqueo de los indígenas, que en consecuencia incorporó esclavizaciones masivas, a lo que los indígenas respondían con acrecentado vigor a las exacciones de los conquistadores.
Esta cacería de siervos emprendida por los conquistadores, desembocó en un estado de cuasi-guerra continua en el que fallecieron no pocos de ellos y a consecuencia del cual perdieron la vida bastantes indígenas.
Con estos apartes podemos evidenciar que tras la defunción de Bastidas, las ambiciones de poder fueron creciendo en los gobernadores subsiguientes de Santa Marta, y la intención de Bastidas para con los indígenas fue progresivamente desechada.
Estos hechos tuvieron no pocas implicaciones en la población indígena que habitaba aquella provincia y en los procesos de conquista posteriores, las cuales se manifestaron en la menguada población indígena disponible para los repartos realizados por los gobernadores a sus colaboradores (a manera de encomiendas), y en el consecuente envío de tropas hacia tierras interiores o a algunas islas del Caribe en búsqueda de mano de obra y provisiones, y la importación de esclavos negros desde África y otros territorios.
Pero pese a su disminución, los indígenas de las periferias mantuvieron, mucho más allá de 1550 (año en el que se presentó una violenta rebelión de los indígenas de Buriticá) una actitud conflictiva, la cual hizo de Santa Marta una de las localidades del Nuevo Reino de Granada, más propensas a ataque de los indígenas. Esto permite ilustrar cómo, a pesar de las buenas intenciones de algunos clérigos, a la percepción cada vez más acertada de la Corona sobre la necesidad de controlar los abusos cometidos por los conquistadores hacia los indígenas, a las leyes más estrictas, a los precedentes antillanos, Santa Marta derivó en una repetición con ciertas modificaciones de la experiencia de la isla de Santo Domingo, tal vez más paulatina, pero en esencia similar. La gran mayoría de la población pereció, víctima de una empresa colonizadora demasiado contradictoria, y en la cual predominaron las prácticas esclavistas y de saqueo.
Los españoles, por su parte, comenzaron a irritarse ante estos escollos, en un entorno en que a los frecuentes conflictos armados con los indígenas se sumaban la escasez de alimentos y las reiteradas epidemias, que se agudizaban con el paso de los días, y restaban su fortaleza física y moral:
No pasaron muchos días que todos estos entretenimientos y risas no se convirtiesen en llanto,
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