TEMÁTICA Nº 1: MAQUIAVELO.
Enviado por Antonio • 3 de Marzo de 2018 • 12.744 Palabras (51 Páginas) • 272 Visitas
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CAPITULO 3: “De los principados mixtos”
Háyanse grandes dificultades en esta clase de régimen político, muy
principalmente cuando el principado antiguo que se posee de antemano. Por tal
reunión se le llama principado mixto. Consiste en que los hombres, aficionados
a mudar de señor, con la loca y errada esperanza de mejorar su suerte, se
arman contra el q les gobernaba y ponen en su puesto u otro.
Ello proviene de la necesidad natural en que el príncipe se encuentra de
ofender a sus nuevos súbditos, ya con tropas, ya con una infinidad de otros
procedimientos molestos, que el acto de su nueva adquisición llevaba consigo.
Por muy fuera que sean los ejércitos del príncipe, éste necesita siempre
el favor de una parte, a lo menos, de los habitantes de la provincia para entrar
en ella. Comenzaré estableciendo una distinción. Cuando son de la primera
especie, hay suma facilidad en conservarlos, especialmente si no están
habituados a vivir libres en república. Aunque existan algunas diferencias de lenguaje, las costumbres se asemejan, y esas diversas provincias viven en buena armonía. Cuanto al que hace tales adquisiciones, si ha de conservarlas, necesita dos cosas: la primera, que se extinga el linaje[5] del príncipe que poseía dichos Estados; y la segunda,
que el príncipe nuevo no altere sus leyes, ni aumente los impuestos. Con ello,
en tiempo brevísimo, los nuevos Estados pasarán a formar un solo cuerpo con
el antiguo suyo. Pero cuando se adquieren algunos Estados que se diferencian del
propio en lengua, costumbres y constitución, las dificultades se acumulan, y es
menester[6] mucha sagacidad[7] y particular favor del cielo para conservarlos. Residiendo en su Estado nuevo, aunque se produzcan en él desórdenes, puede muy prontamente reprimirlos, mientras que, si residen en otra parte, aun no siendo los desórdenes de gravedad, tiene difícil remedio. Los súbditos se alegran más de recurrir a un príncipe que está al lado suyo que no es uno que está distante, porque encuentran más ocasiones de tomarle amor, si quieren ser buenos, y temor, si quieren ser malos.
Después del precedente, el mejor medio consiste en enviar algunas colonias a uno o dos parajes, que sean como la llave del nuevo Estado, a falta de lo cual habría de tener allí mucha caballería e infantería. Formando el príncipe semejantes colonias, no se empeña en dispendios exagerados, porque aun sin hacerlos, o con dispendios exiguos, las mantiene en los contérminos del territorio. Con ello no ofende más que a aquellos cuyos campos y de cuyas cosas se apodera, para dárselo a los nuevos moradores, que no componen, en fin de cuentas, más que una cortísima parte del nuevo Estado, u quedando dispersos y pobres aquellos a quienes ha ofendido, no pueden perjudicarle
nunca. Si, en vez de colonias, se tiene tropas en los nuevos Estados, se expande mucho, ya que es menester consumir, para mantenerlas, cuantas rentas se sacan de dichos Estados. El príncipe que adquiere una provincia, cuyo idioma y cuyas costumbres no son los de su Estado principal, debe hacerse allí también el jefe y el
protector de los príncipes vecinos sean menos poderosos, e ingeniarse para
debilitar a los de mayor poderío. No permitieron, en fin, que las potencias extrajeras adquieran allí consideración ninguna. Podemos deducir una regla general que no engaña nunca, o que, a lo menos, no extravía sino raras veces, y que es que el que ayuda a otro a hacerse poderoso provoca su propia ruina. Él es quien le hace tal con su fuerza o con su industria, y estos dos medios de que se ha manifestado provisto
resúltanle muy sospechosos al príncipe que, por ministerio de ellos, se tornó
más poderoso.
CAPITULO 4: “Por qué, ocupado el reino de Darío por Alejandro, no se rebeló contra los sucesores de éste, después de su muerte.”
De dos modos son gobernados los principados conocidos. El primero consiste en serlo por su príncipe, asistido de otros individuos que, permaneciendo siempre como súbditos humildes al lado suyo, son admitidos, por gracia o concesión, en clase de servidores, solamente para ayudarle a gobernar. El segundo modo como se gobierna, se compone de un príncipe, asistido por varones, que encuentras su puesto en el Estado, no por la gracia o por la concesión de soberano, sino por la antigüedad de su familia. Estos mismos varones poseen Estados y súbditos que los reconocen por señores suyos, y les consagra espontáneamente su afecto. Así, cualquiera que considere atentamente ambas clases de Estado, comprenderá que existe dificultad suma en conquistar el del sultán de Turquía, pero que, si uno le hubiese conquistado, lo conservará con suma facilidad. No habrá que temer ya más que a la familia del príncipe. Cuanto a los Estados constituidos, como el de Francia, es imposible
poseerlos tan sosegadamente. Por esto hubo, tanto en Francia como en
España, frecuentes rebeliones semejantes a las que los romanos experimentaron en Grecia a causa de los numerosos principados que había allí.
CAPITULO 5: “De qué manera deben gobernarse los estados que, antes de ocupados por un nuevo príncipe, se regían por sus leyes particulares.”
Cuando el príncipe quiere conservar aquellos Estados que estaban habituados a vivir con su legislación propia y en régimen de república, es preciso, que abrace una de estas tres resoluciones: o arruinarlos, o ir a vivir con ellos, o dejar al pueblo con su código tradicional. Una cuidad acostumbrada a vivir libremente, y que el príncipe quiere conservar, se contiene mucho más fácilmente por medio del influjo directo de
sus propios ciudadanos que de cualquier otro modo. Hablando con verdad, el arbitrio más seguro para conservar semejantes Estados es el de arruinarlos. Para
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