UN PAIS OCULTO ENSAYO

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Los ciudadanos colombianos han tenido que soportar todos los líos sociales y políticos de nuestros antepasados, en el ámbito social comenzando con los “micos” de la reforma a la salud (El espectador, 2013), donde es improbable poder obtener con rapidez una simple cita médica ahora para una cirugía o tratamiento médico donde se requieren especialistas es imposible.

Colombia es hoy el país con mayor índice de criminalidad en el planeta y la inseguridad va convirtiendo sus calles en tierra de nadie. Tiene a la mitad de su población en condiciones de extrema pobreza, y presenta al mismo tiempo en su clase dirigente unos niveles de opulencia difíciles de exagerar, (Ospina, 1996).

Esto nos lleva una gran desigualdad e injusticia en la distribución de las riquezas, como es posible que un senador gane 24 millones y un profesor o un medico solo llegue a ganar un salario mínimo; ¿un medico salvando vidas un profesor educando esta sociedad y un senador aplicando leyes para acabar al pueblo?; “Estas son las desigualdades que existen en este país, donde se muestra fuertes niveles impositivos y altísimos niveles de corrupción en la administración” (Ospina, 1996), Sin embargo es un país donde no se escucha la voz del pueblo, no se ve una protesta, una movilización masiva. Donde se le exija a sus dirigentes por sus fallidas decisiones, pero los ciudadanos no ven más allá de lo que les presentan los medios de comunicación los cuales son dirigidos por los mismos líderes políticos, como si estuviéramos en un cine mudo, Deberíamos seguir los pasos de los países europeos si al pueblo se le comete algún atropello o sus líderes cometen alguna irregularidad se hacen escuchar con sus marchas en todo el territorio haciendo dar miedo y temor a los dirigentes, dándoles a demostrar que ellos son pagados por el pueblo y su función es hacer cumplir la voluntad del pueblo.

La política es el arte de impedir que la gente se meta en lo que sí le importa, los ciudadanos han caído en las audaces garras de los políticos, los cuales se han ido turnando para cada uno obtener su parte de las ganancias que dejan estas tierras colombianas, los políticos son como una droga, consumen todo lo que pueden, es difícil dejarla y eliminarla; Si observamos claramente como los presidentes ya están elegidos con anterioridad como en los años 90 cuando los liberales y conservadores inventaron el frente nacional el cual le daba a cada partido político 4 años de poder (Mesa García, 2009), nuestros gobernantes han pasado de padre a hijo, Aun así los que se lucran del país son los que más se avergüenzan de él, “Aquellos príncipes de aldea con vocación de virreyes sólo salían a recorrerlo cuando era necesario recurrir a la infecta muchedumbre para obtener o comprar los votos” ; El pueblo como siempre cae en las promesas del político corrupto, cuando son elegidos se les olvida que ellos están para representar al pueblo.

Un pueblo incapaz de darle la cara a los males del país se merece su postración y su angustia. Pero cuando uno se pregunta dónde están los que protestaron, los que se rebelaron, los que exigieron, los que se creyeron con derecho a reclamar un país más justo, más respetuoso, el pensamiento se ensombrece. Los héroes están en los cementerios, nos dice una voz al oído, (Ospina, 1996).

Habrá que esperar un héroe sin temor a enfrentar el gobierno, un líder que piense en el pueblo y un pueblo que lo acompañe, si queremos mejorar tenemos la obligación de cambiar la mentalidad de estar unidos para formar un país grande, porque no pensar en el ser el mejor país de Sudamérica, Colombianos tomemos verdaderamente posesión de nuestro territorio, tomemos conciencia de nuestra naturaleza (una de las más hermosas y privilegiadas del mundo), tomemos conciencia de la magnífica complejidad de nuestra composición étnica y cultural, creemos lazos firmes que unan a la población en un orgullo común y en un proyecto común, y nos comprometamos a ser un país, y no un nido de exclusiones y discordias donde unos cuantos privilegiados, profundamente avergonzados del país del que derivan su riqueza, predican día y noche un discurso mezquino de desprecio o de indiferencia por el pueblo al que nunca supieron honrar ni engrandecer, que siempre les pareció "un país de cafres", una especie subalterna de barbarie y de fealdad.

Bastará dar ese paso inicial que nos arrebate al horror para que ya sea posible soñar el país que Colombia, aleccionada por su historia, puede llegar a ser. Tarde o temprano tendremos que pensar, no en una economía aislada e independiente, cosa imposible, pero sí en una economía cuya primera prioridad sea la gente colombiana, Soñar con un país consciente de sus tierras, de sus árboles, de sus mares y de sus criaturas, donde sea imposible que haya gentes durmiendo bajo los puentes o comiendo basuras en las calles; un país de pueblos y ciudades hermosas, un país donde cada quien sepa que todos necesitamos de todos.

Referencias

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